Egipto paga con dos islas a Arabia Saudí una factura inmensa

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Todas las dictaduras militares intentan asentar su legitimidad sobre el nacionalismo. Los enemigos no lo son del régimen, sino de la nación. En épocas de emergencia, sólo el Ejército puede desempeñar el papel de guardián de los intereses nacionales. Por eso, ha supuesto una gran sorpresa que el Gobierno egipcio decidiera hace unos días ceder (o devolver, según se mire) la soberanía de dos islas de gran valor estratégico a Arabia Saudí. El anuncio se hizo durante la visita de cinco días del rey saudí Salman a El Cairo.

Se trata de las islas de Tirán y Sanafir, situadas en el estrecho de Tirán entre el golfo de Aqaba y el mar Rojo. Las islas están deshabitadas y puede que ahora sólo sean conocidas por los amantes del buceo, ya que las aguas forman parte del parque nacional de Ras Mohamed. Tirán se puede ver desde Sharm El-Sheikh.

En décadas anteriores tuvieron un papel relevante en la confrontación entre Israel y Egipto. Antes de la creación del Estado de Israel, las islas eran posesión de Arabia Saudí, que decidió ceder su administración a El Cairo en 1950 ante su incapacidad de defenderlas. En las guerra de 1956 y antes de 1967, Egipto bloqueó desde ellas el paso de buques israelíes negándoles el acceso al mar Rojo, lo que los israelíes consideraban un casus belli. Después, cumplieron su promesa y gracias a su victoria en la guerra del 67 terminaron ocupándolas.

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Con la firma del tratado de paz de 1979, Tirán y Sanafir volvieron a pasar a control egipcio. Ahora el Gobierno israelí está informado del cambio. Es probable que no ponga objeciones porque los saudíes han prometido respetar el tratado de 1979 en lo que dispone sobre las islas, aunque en los 80 presentaron algunas objeciones cuando Riad hizo la primera petición de recuperar el control.

Según el Gobierno, las negociaciones entre ambos países llevaban en marcha desde hace seis años, lo que ha sido toda una noticia para los egipcios que no sabían nada de esos contactos. Muchos lo han visto como una entrega de soberanía, una forma de pagar con tierra la inmensa ayuda económica, que se mide en miles de millones de dólares, que la monarquía saudí ha entregado al Gobierno de Sisi desde el golpe de Estado.

Para contrarrestar las críticas desplegadas por Internet incluso por partidarios del régimen, el Gobierno ha hecho pública una lista de los antecedentes históricos y las negociaciones anteriores. Ya hubo la semana pasada una pequeña manifestación en El Cairo contra la devolución (que deberá ser ratificada por el Parlamento), que acabó con once detenidos y está convocada otra para el próximo viernes.

El Gobierno es consciente de que el egipcio es un pueblo muy nacionalista. Por eso, para justificar el golpe denunció que el Gobierno islamista de Morsi estaba permitiendo la infiltración de miembros palestinos de Hamás en territorio nacional y ordenó a los medios afines (a partir del golpe, todos) que atacaran a Washington supuestamente por ser el gran aliado exterior de los Hermanos Musulmanes. Ambas teorías tenían muy poca base o ninguna, pero siempre es más fácil vender el derrocamiento de un Gobierno elegido en las urnas apelando al enemigo exterior.

Está previsto que este miércoles Sisi se reúna con representantes de la «sociedad civil», elegidos por el Gobierno. De entrada, tendrá que explicar cómo encaja la cesión de soberanía con el artículo de la Constitución egipcia que prohíbe al Gobierno ceder partes del territorio del país.

En muchos comentarios airados, lo que se ha destacado no es tanto la cuestión de la soberanía, siempre discutible, sino la forma en que el Gobierno ha llevado todo el asunto. La falta de transparencia es considerada un insulto. Cuando el diario gubernamental Al Ahram contó que se había informado antes al Gobierno israelí que a la opinión pública, la furia no hizo más que aumentar. Miembros de la élite que hasta ahora se habían dedicado con pasión a alabar a Sisi se atrevieron a criticar al Gobierno, algo que ya no se ve mucho en Egipto.

Lo que no puede Sisi es ocultar que la situación económica de Egipto no le permitía otra cosa que aceptar la reclamación saudí. Sin el dinero del Golfo, la estabilidad económica de su régimen es un objetivo muy difícil de alcanzar. Al llegar al poder, se presentó ante los gobiernos del Golfo Pérsico como el gran enemigo de los Hermanos Musulmanes y luego pasó la factura. Pero cuando la monarquía saudí quiso que pagara los intereses en forma de tropas, El Cairo perdió interés. Riad quería que Egipto enviara soldados para su invasión de Yemen. Pueden destruir ese país desde el aire en su guerra contra las milicias huzíes, pero sus soldados no lo bastante buenos para una guerra asimétrica contra los aguerridos yemeníes. Sisi dijo no, gracias.

Por eso, y a pesar de los anuncios de grandes inversiones comprometidas durante la visita del rey Salmán, la ayuda económica ha dejado de ser subvenciones a fondo perdido para pasar a ser proyectos conjuntos de inversión de futuro dudoso en el caso de que dependan también de una aportación egipcia.

Las promesas multimillonarias de 2015 quedan ya un poco más lejos (recordemos esa conferencia internacional en favor de Sisi en la que había un representante español en la foto, el ministro José Manuel Soria) . Los saudíes han adoptado una agresiva política exterior que obliga a los estados satélite a aplicar las órdenes recibidas. Egipto debería haberse colocado como otro Gobierno dispuesto a colaborar de forma activa en el derrocamiento de Asad, pero Sisi también necesita la ayuda militar rusa y eso le obliga a mantener una complicada equidistancia en relación a la guerra siria.

Al final, Sisi sólo podía pagar con dos islas. Ya ha perdido un pedazo importante de esa legitimidad nacionalista con la que edificó el culto a su personalidad.

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