El cadáver de Theresa May sufre una recaída

Se le empezó llamándole el Katrina de Theresa May. Hay una definición más local para definir la reacción de la primera ministra británica a la tragedia de la Torre Grenfell: su momento ‘poll tax’ por la polémica sobre el impuesto local que contribuyó a provocar el fin de Margaret Thatcher al dejar clara su incapacidad absoluta para entender los problemas de los ciudadanos. «Es desolador. Las cosas están cambiando muy rápidamente. Hay que suponer que a Theresa May le quedan semanas o meses. William Hague definió el Partido Conservador como una autocracia moderada por el regicidio. Creo que si te fijas en los últimos 150 años, es exactamente así», ha dicho un diputado tory a The Guardian.

May era un cadáver político en el fin de semana posterior a las elecciones. Recuperó algo de energía en la semana siguiente gracias a que los tories asumieron que un regicidio poco después de perder la mayoría absoluta les condenaría a la derrota en las próximas elecciones. El incendio de Kensington ha vuelto a enviarla al ataúd y sus constantes vitales muestran un aspecto terrible.

Las portadas de los periódicos del sábado fueron terribles para ella. May aparecía rodeada de policías tras reunirse con algunos familiares de las víctimas en una iglesia cercana (vídeo de su salida). En The Times, una foto similar iba acompañada del titular «May takes cover». The Sun puso la palabra ‘asesinato’ en portada y las cosas no podían ir peor.

Intentó después arreglarlo con una entrevista en BBC (aquí completa), pero el remedio fue letal.

May estaba obligada a dar explicaciones, pero era incapaz de asumir en la entrevista la responsabilidad por los errores cometidos. La imagen robótica y superada por los acontecimientos le ha acompañado desde el día de los comicios, pero ahora todo cobra un aire macabro por los 58 muertos confirmados en un incendio que pudo evitarse si el consejo local de Kensington y Chelsea, controlado por el partido de May, no hubiera ahorrado un puñado de libras. Un consejo municipal que tenía como prioridad reducir costes a cualquier precio para poder hacer devoluciones a sus ricos residentes, como demuestra esta carta enviada por un habitante del distrito.

Y sobre el riesgo de incendio en torres como esa, no es que los políticos –una vez más, del partido de May– no estuvieran avisados.

El sábado, el editorial de The Times era demoledor con May y los tories. Con las dramáticas referencias históricas que tanto gustan a los periodistas británicos, describía a un país y un Gobierno que han perdido el rumbo. Desde Munich (sí, ese Munich), un Gobierno británico no se había refugiado de esta manera en el autoengaño, decía. El artículo no pedía la dimisión de May, pero el subtítulo no era precisamente ambiguo: «En un momento decisivo en la historia de Gran Bretaña, la primera ministra carece de la capacidad de liderar (el país). Su partido será responsable de las consecuencias».

Su columnista habitual Matthew Parris, diputado tory hasta 1986, fue directo a la yugular. May tiene que irse, y cuanto antes. De lo contrario, la derrota de los conservadores en las próximas elecciones será parecida a la de 1997.

Downing Street reaccionó en la tarde del sábado con un retraso de varios días. Después de otra reunión con representantes de los damnificados, un comunicado firmado por May admitió que las víctimas no habían recibido en las horas posteriores a la tragedia la ayuda e información necesarias. Peleando obviamente por su supervivencia política, la primera ministra hizo todo tipo de promesas, incluida la de que el Gobierno financiará la representación legal de las víctimas en la comisión de investigación de la catástrofe.

El Sunday Times abre este domingo con un titular que dice que los tories han avisado que May tiene diez días para tomar las riendas. Los va a necesitar todos.

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