El Gobierno de Trump encierra a los hijos de inmigrantes sin papeles en jaulas para presionar a sus padres

El Gobierno de Trump cree haber encontrado el arma definitiva para reducir la llegada de inmigrantes latinoamericanos por la frontera sur: secuestrar a sus hijos. Desde que se puso en práctica esta política, cerca de 2.000 niños han sido internados en centros inapropiados para su situación donde no reciben la atención necesaria. El Gobierno parte de la base de que sus padres son delincuentes y por tanto no pueden tener con ellos a sus hijos, que pasan a caer bajo la custodia del Estado.

Es un chantaje con base legal. Si los padres aceptan ser deportados sin recurrir a los tribunales, les devolverán a sus hijos para que abandonen juntos el país.

Propublica ha conseguido una grabación de audio en la que se oyen las voces de niños de corta edad que llaman llorando a sus padres. Se oye también a un agente de la Patrulla de Fronteras decir: «Bueno, aquí tenemos una orquesta».

Encerrar a los menores tiene otro destinatario: los congresistas demócratas. Trump quiere obligarles a que acepten un acuerdo presupuestario que subvencione con fondos públicos la construcción del muro en la frontera con México. «Los demócratas tienen que cambiar la ley. Es su ley», dijo Trump el viernes. Es un aviso singular, porque sus compatriotas tienen que saber que el presidente del país es republicano y que las dos cámaras del Congreso están controladas por republicanos.

Las administraciones anteriores de George Bush y Barack Obama nunca aplicaron esta política.

Estas son las jaulas en las que están metiendo a los niños, además de a sus familias. La Administración hizo el domingo una visita guiada para los medios de comunicación en Texas, relatada aquí por un periodista del Post. Un almacén ha sido acondicionado para instalar jaulas metálicas con vallas donde se coloca a los detenidos. En cada una de ellas sobre un suelo de cemento, se coloca a unos veinte o más menores y se les entrega mantas hechas con material aislante, una colchoneta, agua embotellada y comida. En ese centro había 1.100 inmigrantes indocumentados, incluidos cerca de 200 menores.

«Los detenidos son separados por grupos. En uno están los niños y adolescentes no acompañados de 17 años o menos, en otro niñas y adolescentes no acompañados de 17 años o menos, en otro los hombres con sus familias, y en otro las mujeres con sus familias», dice el artículo. Hay cuatro asistentes sociales para todo el grupo de menores en estas instalaciones de Texas.

Las autoridades dicen que no es correcto llamarles jaulas.

Una representante de una ONG que visitó ese centro contó a la agencia AP que había hablado con una chica presa de 16 años que se había estado ocupando de una niña durante los últimos tres días. «Tuvo que enseñar a otras chicas en la celda para que le cambiaran el pañal. Estaba tan traumatizada que casi no hablaba».

Esta era una visita preparada para congresistas y periodistas a un centro elegido por el Gobierno. No se permitió a los periodistas sacar fotos. Las imágenes del lugar fueron facilitadas por la Administración.

En otros centros, los niños han sido separados de sus padres o madres, en algunos casos engañándoles. Esto contaba la responsable de una organización benéfica que presenció esas situaciones:

«A veces dicen a los padres, ‘nos llevamos a su hijo’. Y cuando los padres preguntan, ‘¿cuándo nos lo devolverán?’, les responden, ‘no podemos decírselo’. En otros casos, vemos que no les comunican que se van a llevar a sus hijos. Por el contrario, el agente dice, ‘voy a llevarme a su hijo para que lo bañen’. Hablaba con una madre y ella dijo, ‘no se lleven a mi hijo’, y el niño comenzó a gritar y vomitar y llorar de forma histérica. Ella preguntó a los agentes, ‘¿Puedo estar con él al menos cinco minutos para tranquilizarlo?’. Le dijeron que no».

Según un congresista de Texas, el niño más pequeño que ha visto tiene ocho meses y lleva un mes en un centro de este tipo. En teoría, nadie debe estar en estos lugares más de 72 horas, pero la acumulación de casos ha hecho que muchas personas, también niños, lleven meses en ellos.

En un artículo publicado en The Washington Post, Laura Bush escribe que «estas imágenes recuerdan de forma siniestra a los campos de internamiento de los americanos de origen japonés en la Segunda Guerra Mundial, que son considerados ahora uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Estados Unidos»

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