El mensaje xenófobo de los Trump y sus antecedentes nazis

Los refugiados son veneno para los Trump

«Los Skittles son dulces. Los refugiados son personas», ha dicho el fabricante de ese producto tras ver el tuit del hijo mayor de Donald Trump. Gran error. El multimillonario comenzó su campaña en las primarias republicanas afirmando que los inmigrantes mexicanos que habían llegado a EEUU eran criminales, narcotraficantes y violadores, excepto algunos que quizá eran buenas personas. En cierto sentido, el tuit de Donald Trump Jr. es una mejora. Ahora los criminales son sólo tres sobre un número mucho mayor de refugiados.

Es una constante en las afirmaciones racistas menos extremas mantener que no se tiene nada en contra de esas personas. Sólo se les quieren tener lejos, fuera de mi país, fuera de mi colegio, fuera de mi barrio, etcétera. Es una reclamación que hace Trump con frecuencia, cuando quiere no parecer un sociópata, pero las frases que le permitieron ganar la candidatura republicana han sido otras, más directas en la intención evidente de relacionar inmigración con criminalidad y terrorismo.

Un ejemplo es su costumbre de leer en mítines algunos versos de una canción –La serpiente–, basada en una fábula de Esopo, que cuenta cómo una mujer metió en su casa a una serpiente herida para acabar muerta tras ser mordida por el animal. Inmigrantes o refugiados son convertidos en animales peligrosos –a los que por aquello del antropomorfismo se tacha de traidores–, que no dudarán en morder la mano que les ha ayudado. Lo hemos escuchado mucho en Europa en el último año.

Comparar a los extranjeros o a las minorías del país con animales o insectos es una marca histórica de la propaganda fascista. Seres inmundos que se arrastran por el suelo, que contagian enfermedades y que son, también, traicioneros. No tienen por qué ser muchos ni aparentemente poderosos. Por debajo de la superficie, extenderán su poder y influencia maligna. Conspirarán. Las comparaciones con enfermedades, con virus y tumores, son también frecuentes. La única alternativa es la extirpación.

Veamos lo que dijo Trump hace unos días a cuenta del último atentado en Nueva York: «Están aquí. Y lo he estado diciendo (antes). Va a ser como un caballo de Troya. Estamos dejando a decenas de miles de personas que inunden este país, y en muchos casos forman un cáncer dentro» (del país). Y lo único que se puede hacer con un tumor es extirparlo.

Por eso, es tan apropiado que en The Intercept hayan recordado que la metáfora empleada por el hijo de Trump tiene una historia muy larga que se repite desde hace décadas en comentarios racistas. El origen puede encontrarse en un libro para niños escrito por Julius Streicher, el nazi que fundó el periódico Der Stürmer. En él, una madre explica a su hijo que con sólo un judío es posible acabar con un país: «Un solo judío puede destruir todo un pueblo, toda una ciudad, incluso toda una nación».

Streicher fue ejecutado tras los juicios de Nuremberg.

Actualmente, en EEUU emplear esas metáforas no te lleva al patíbulo ni ante un tribunal. Te permite ser elegido candidato a la presidencia por el Partido Republicano y te coloca en las encuestas muy cerca de tu principal adversario.

¿Cómo es posible eso? Echar un vistazo a la historia te permite descubrir que en determinadas épocas ese tipo de actitudes xenófobas, racistas o a veces simplemente fascistas tienen buena salida en el mercado de la opinión pública.


Para los que sólo están interesados en la seguridad, en Vox han tirado de números a partir de estos dos datos. Las probabilidades de que un estadounidense muera en un atentado cometido por un refugiado son uno sobre 3.640 millones. La tasa de homicidios en EEUU es 163.800 veces más alta.

Se ve mucho mejor en el gráfico que acompaña al artículo.

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