Erdogan quiere implicar a Occidente en su guerra contra los kurdos

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El Gobierno turco ha tomado una decisión que aparentemente introduce un elemento decisivo en la guerra civil siria y en la guerra de EEUU y Europa contra ISIS. Después de varios años de permitir que los yihadistas utilizaran la frontera de Turquía y Siria como vía de aprovisionamiento de hombres y material, Erdogan decide declarar a ISIS como su enemigo y permitir que EEUU utilice la base aérea de Incirlik para su campaña aérea contra ISIS.

Si bien esta fue la primera interpretación esta semana, muy pronto se vio que las intenciones turcas eran otras. El origen del giro no está en nada de lo ocurrido en Siria o Irak, sino en la propia Turquía y más en concreto en las elecciones de junio que dejaron al partido de Erdogan sin mayoría absoluta. Además, las urnas concedieron un gran resultado a una nueva fuerza política (HDP) cuya mayor fuerza se encuentra en las zonas kurdas, pero que puede convertirse en el embrión de un nuevo partido de izquierdas más allá de su reivindicación de la situación de una minoría.

Cuando digo que pronto se vieron las auténticas prioridades de Erdogan es porque todo resultaba bastante obvio al tomar nota de los primeros ataques de su Fuerza Aérea, casi todos contra bases del PKK kurdo en el norte de Irak, que han continuado este jueves.

Erdogan quiere reiniciar la guerra contra el PKK a sabiendas de que puede producirle beneficios políticos internos a corto plazo. En el mejor de los casos, un adelantamiento electoral quizá le permita ganar algunos votos en el electorado de los dos principales partidos de la oposición (el CHP y en especial el ultranacionalista MHP), a cuyos votantes nunca ha molestado la política de mano dura contra los kurdos. El AKP se quedó a 18 escaños de la mayoría absoluta en los últimos comicios.

Cabe la posibilidad, en función de lo lejos que quiera llegar el presidente turco, de que la ofensiva sea completa y que, como piden algunos medios de comunicación, vaya directamente contra el HDP, el partido de origen kurdo que obtuvo 80 escaños, y al que se intenta implicar en la violencia del PKK. De momento sólo en el terreno de las declaraciones, como han hecho Erdogan y el primer ministro. El Tribunal Supremo podría llegar a ilegalizar el partido o procesar a algunos de sus diputados porque en Turquía los jueces han actuado en el pasado al dictado de los intereses del Gobierno o, en años anteriores, del Ejército.

La detención de decenas de supuestos simpatizantes del PKK y el cierre de webs kurdas e izquierdistas hacen pensar que esta última opción es algo más que una posibilidad.

La última encuesta en Turquía indica que sus habitantes tienen más sentido común que su Gobierno. La mayoría prefiere que sean las milicias kurdas sirias (conocidas por las siglas en inglés YPG y a las que Erdogan acusa de recibir el apoyo del PKK) las que controlen la frontera, en vez de ISIS. Tampoco se muestra partidaria de que el Ejército turco intervenga en la guerra siria.

Eso va contra los intereses de Erdogan y del Ejército. Llevan tiempo intentando convencer a EEUU de que imponga una zona de exclusión aérea en el norte de Siria.  Washington sospechaba que era un intento de dar el primer paso para provocar la derrota de Asad, y no estaba tan seguro de que quisiera romper el empate estratégico en la guerra siria si los beneficiarios directos iban a ser ISIS u otros grupos yihadistas. EEUU no apreciaba las ventajas inmediatas cuando la mayor parte de la frontera ya está controlada por grupos kurdos opuestos a ISIS y a Asad. Pero Erdogan no quiere permitir que esas milicias se hagan fuertes, tanto por ser kurdas como por ser aliadas del PKK.

Según el NYT, hay ahora un principio de acuerdo entre EEUU y Turquía para imponer esa zona de unos 90 kilómetros de largo, pero no está claro aún que vaya a llevarse a la práctica. Los norteamericanos la vigilarían desde el aire, pero es probable que fueran los militares y espías turcos los que la controlaran sobre el terreno. Las milicias kurdas perderían en ese caso buena parte de las ventajas conseguidas en los últimos meses en su lucha contra ISIS.

Turquía intenta implicar a la OTAN en esta campaña militar en beneficio de sus intereses –gracias al hecho de que los países occidentales ya consideran al PKK un grupo terrorista– y obviando el hecho de que el fortalecimiento económico del ISIS con la llegada de voluntarios y la exportación del petróleo a través de suelo turco no hubiera sido posible sin su tolerancia o participación. Un diplomático occidental citado por el WSJ ha descrito la situación en otros términos. «Turquía está atrapada. Creó un monstruo (por el ISIS) y no sabe cómo ocuparse de él».

Erdogan sí tiene ahora un plan, pero de momento tiene más que ver con los kurdos que con el ISIS.

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