La foto del G7 que lo dice todo de las relaciones de EEUU con sus presuntos aliados

Las grandes cumbres de jefes de Estado y Gobierno raramente ofrecen imágenes memorables. En un entorno protegido por las medidas de seguridad y la idea de que hay que mantener alejados a los periodistas, todo ocurre detrás de una puerta cerrada.

La cumbre del G7 celebrada en Quebec ha deparado una fotografía con varios de sus protagonistas en una escena con lecturas interesantes. Lo primero que hay saber es cómo llegó la foto a Twitter, porque no procede de un medio de comunicación. La distribuyó Steffen Seibert, un experiodista que dirige la oficina de prensa del Gobierno alemán. Su autor es Jesco Denzel, fotógrafo que forma parte de la delegación alemana en la cumbre.

Los protagonistas

Hay dos personajes fundamentales en la imagen y uno de ellos es Donald Trump. Hemos visto ya muchas imágenes del presidente de EEUU demostrando su ego y su particular idea del poder. Esta va aún más lejos. Trump aparece sentado mientras todos los demás están de pie. No aparenta estar muy preocupado, sólo escucha lo que le dicen, pero con los brazos cruzados no parece muy interesado en los argumentos que escucha de sus interlocutores.

Se diría que le están intentando convencer de algo. Y que no está muy dispuesto a aceptar esas ideas.

Frente a él, está Angela Merkel. Es la que parece llevar la iniciativa en la conversación al menos justo antes de que se hiciera la foto. La canciller alemana tiene las dos manos sobre la mesa en una actitud que puede ser desafiante o cuando menos decidida. Se ha inclinado hacia Trump para dejar clara su posición.

Los otros

En realidad, Trump no está mirando a Merkel en ese momento, sino a Emmanuel Macron, situado a la derecha de Merkel. El presidente francés, que es el que habla en ese instante, también tiene una mano sobre la mesa. Otro gesto decidido de alguien que pretende explicarse.

A su derecha, está la primera ministra británica, Theresa May, a la que casi no se ve al estar tapada por Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional, es decir, el principal asesor económico de Trump en la Casa Blanca. Kudlow es un conocido partidario del libre comercio, pero en este asunto está obligado a seguir las instrucciones de su jefe.

Al lado de Merkel, está  Shinzo Abe, primer ministro japonés. Con los brazos cruzados, no está muy entusiasmado con el curso de la conversación. A su izquierda, aparece John Bolton, el neoconservador al que Trump nombró hace unas semanas consejero de Seguridad Nacional. 

Las razones de la difusión de la foto

No es habitual que las delegaciones de una cumbre como esta hagan públicas imágenes de los encuentros informales que se producen fuera del plenario o de las reuniones bilaterales. Un pool de fotógrafos tiene permiso para tomar imágenes antes de que comience la reunión. Luego deben abandonar la sala. 

El portavoz de la delegación alemana distribuyó la foto por Twitter muy consciente de la interpretación que se haría de ella. Todos rodean a Trump intentando convencerle de algo, es decir, que cambie de opinión, y su interlocutor se muestra impasible, casi divertido por la atención. 

La foto presenta a Merkel como la política que se atreve a enfrentarse al presidente de EEUU. También están ahí Macron, May y Abe, con posiciones políticas similares a la de alemana. Pero Merkel está en el centro, autoerigida en líder del mundo antiTrump.

Es posible que en EEUU a muchos de sus partidarios no les incomode lo que ven. Creerán ver al líder que les prometió que iba a defender sus intereses y que en la campaña electoral dijo en numerosas ocasiones que los tratados internacionales de comercio perjudican a su país.

Bolton tuiteó la foto, lo que demuestra que tiene valor propagandístico para ambos bandos: «Otro G7 en el que otros países confían en que América será siempre su banco. El presidente lo dejó claro hoy. Ya no». 

«America First», dijo en su toma de posesión, y esta es su particular forma de demostrarlo. Ya no hay aliados, sino competidores.

El choque de la cumbre

Los gestos de todos indican que la conversación, o enfrentamiento, no va por buenos derroteros. Nadie está sonriente ni relajado. Conviene recordar que todos los participante son aliados, los máximos responsables de gobiernos que comparten ideología. Los que se ven son conservadores o liberales. Son el G7, el club privado de los gobiernos más poderosos del mundo (EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, Italia y Canadá). Al menos, así aparecen definidos en muchos artículos, aunque la denominación ha quedado obsoleta al dejar fuera a China, mucho más influyente que la mayoría de los países que se reúnen en estas citas.

Están divididos. A expensas de saber lo que hará el Gobierno italiano que se acaba de formar, los demás están enfrentados a la política aislacionista de Trump.

Para entender la imagen de ese enfrentamiento, hay que recordar las palabras de Trump en la rueda de prensa del sábado. Ofreció la idea de eliminar todos los aranceles comerciales existentes, pero su prioridad era otra. Lo que de verdad quería era denunciar las supuestas prácticas comerciales injustas de los aliados de EEUU por la existencia de unos aranceles que en realidad son muy bajos.

Algunos países sí protegen con mayores aranceles algunos sectores de especial importancia económica o política para ellos, una práctica que también adopta Estados Unidos.

«Hay que acabar con esto o dejaremos de comerciar con ellos», dijo. «Y es una respuesta muy rentable si tenemos que hacerlo. Somos como la hucha que todos están robando, y eso se va a acabar».

Trump insistió en la cumbre en su idea de que todo el sistema económico internacional es una estafa organizada en la que los estadounidenses son los paganos. Se refiere a un sistema económico y comercial instaurado por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial y que ha favorecido a ese país desde entonces.

Trump ve las relaciones comerciales como un juego de suma cero. Si EEUU tiene un alto déficit comercial con algunos países es porque le están engañando. Al presidente incluso le molesta que se vean tantos coches de la marca alemana Mercedes en las ciudades del país.

Por eso, acaba de aumentar los aranceles a la importación de acero y aluminio desde Europa y Canadá. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunció que responderá con la misma moneda y que no permitirá que su país sea intimidado.

El economista Paul Krugman ha definido esta cumbre como una «debacle». El resultado puede ser una guerra comercial «o incluso el colapso de la alianza occidental». 

Hubo un comunicado final de la cumbre, porque de otra manera el fracaso habría sido demasiado evidente. Pero no duró mucho. Desde su avión, el Air Force One,Trump se ocupó de anularlo unas horas más tarde. Enfurecido por las críticas de Trudeau, anunció en su cuenta de Twitter que había ordenado a su delegación que no apoye el comunicado. Incluyó también una amenaza con una referencia a que están estudiando «los aranceles a (la importación de) los automóviles que están inundando EEUU».

Próximo destino: Singapur

Después de la cumbre, Trump cogió el avión con destino a Singapur, donde se celebrará su esperada cumbre con Kim Jong-un. Es un acontecimiento sin precedentes que nadie sabe cómo concluirá. Supone un gran éxito propagandístico para el líder de Corea del Norte y tiene como gran obstáculo la exigencia norteamericana de que ese país renuncie a su arsenal de armas nuclear.

Para Trump, todo va a ser muy fácil. Dijo en la rueda de prensa que sabrá en menos de un minuto si habrá acuerdo. «Ya saben eso que se dice que sabes si te va a caer alguien en los primeros cinco segundos. ¿Lo han oído alguna vez? Bien, creo que sabré muy rápidamente si habrá buenas noticias».

En cinco segundos.

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