La construcción de la identidad nacional, un asunto inmutable desde hace siglos para los nacionalistas, es un proceso histórico que se llevó a cabo en el siglo XIX en una época en que las personas pasaron de ser súbditos a ser ciudadanos, explica Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago.
En su ensayo ‘Suspiros de España. El nacionalismo español 1808-2018’ (Editorial Crítica), explica ese proceso en el que España no es tan diferente a lo que ocurre en Francia y otros países europeos. Aquí también ha funcionado el ‘método Ikea’ de recoger los mitos y hechos del pasado más apropiados para la nación que se quiere construir.
Es bastante frecuente ver a políticos que dicen que son patriotas, no nacionalistas. ¿Los nacionalistas son siempre los otros? ¿Desde el punto de vista histórico hay alguna diferencia?
En mi opinión, no. Para mí, la diferencia entre patriotismo y nacionalismo es de matiz, de intensidad, pero no de naturaleza. El patriotismo entendido como virtud cívica, de lealtad a una institución política o nación supone que previamente se acepta la legitimidad y existencia de esa nación. Lo que pasa es que la intensidad de su manifestación no siempre es igual a la de un nacionalista, porque un nacionalista considera que su nación está en peligro de desaparición o está siendo amenazada por no tener un reconocimiento suficiente. Dicho esto, la mayor parte de los nacionalistas no se reconocen como tales. Eso es especialmente usual entre nacionalismos con Estado, en España y otros lugares.
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