La muerte de un trabajador desvela la realidad oculta de Marruecos

Manifestaciones en Rabat, Casablanca, Marrakesh, Agadir y, sobre todo, Al Hoceima (Alhucemas). La muerte de un vendedor de pescado ha desatado la furia popular en Marruecos contra el Gobierno y la Policía, y también contra la monarquía al haberse escuchado gritos contra el Majzen, el término con el que se conoce a la élite dirigente del país dirigida por el monarca Mohamed VI.

Mouhcine Fikri, de 31 años, era un vendedor de pescado al que la policía le incautó el viernes por la noche una partida de pez espada, cuya pesca está prohibida en esta época del año. Tiraron la carga a un camión de la basura y Fikri y cuatro personas que estaban con él se lanzaron a su interior para intentar recuperar algo. Alguien puso en marcha el mecanismo del camión que tritura los desperdicios. A Fikri no le dio tiempo a salir y murió aplastado.

Esto es lo que se supo inicialmente del incidente, presentado en las primeras versiones como un accidente, pero para los marroquíes sólo contaba una parte de la historia. Circularon comentarios sobre algo que conocen muy bien, que es la corrupción de la policía. Un soborno soluciona siempre este tipo de situaciones. La gente da por hecho que Fikri podría haber recuperado el pescado si hubiera tenido con qué pagar. Cuando él y sus amigos entraron en el camión, sin haber pagado el soborno, un policía ordenó ponerlo en marcha para obligarles a salir, según un testigo.

El martes, la Fiscalía anunció la detención de once personas bajo la acusación de homicidio involuntario y falsificación de documento público. Lo segundo indica que podría haber policías entre los detenidos por haber falseado los hechos en el informe inicial.

Alhucemas vivió una jornada de huelga general el día del entierro de Fikri y una manifestación de miles de personas. La movilización se extendió a las principales ciudades del país en los días posteriores.

En la manifestación de Alhucemas, se vieron carteles de Abd El-Krim, el líder rifeño que luchó contra la dominación colonial francesa y española. También banderas del Rif. La muerte de Fikri es otro motivo más para llevar a la calle las acusaciones en el Rif contra el abandono que han sufrido desde siempre a manos de las autoridades del país.

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Manifestación en Rabat el domingo. Foto: Fatima Zohra Bouaziz/EFE.

Nada ha cambiado en Marruecos desde que las protestas de 2011, en el inicio de la Primavera Árabe, fueran neutralizadas con detenciones y promesas de reformas. El poder real sigue estando en manos del monarca y de una constelación de miembros de la clase dirigente y empresarial cuya mayor influencia procede de su cercanía a la monarquía. El Gobierno, ahora dirigido por un partido islamista, carece de cualquier capacidad de decisión en los asuntos de seguridad interior y política exterior, pero tampoco cuenta con autonomía en política económica, ya que está obligado a respetar los derechos del Majzen, que se reserva los grandes contratos de infraestructuras y del sector servicios.

Nada ha cambiado desde la situación descrita en 2009 por un telegrama del Departamento de Estado, conocido gracias a Wikileaks, describiera los intereses económicos de la monarquía, su intervención en casi todos los grandes proyectos inmobiliarios y «la increíble avaricia de todos aquellos cercanos al rey Mohamed VI».

El sistema político es una ficción porque si el Gobierno tiene poco poder, el papel del Parlamento es aún más irrelevante. La participación en las elecciones legislativas escasamente supera el 40%, pero no del censo total, sino de los ciudadanos registrados para votar. Millones de personas no se molestan en hacerlo.

La monarquía consiguió desactivar políticamente las protestas de 2011 sin solucionar los problemas sociales y económicos que las causaron. Los jóvenes siguen condenados a la pobreza entre las clases populares o a un paro endémico para aquellos que disponen de una formación universitaria. Sin contactos o sin dinero para progresar a base de sobornos, pocas esperanzas tienen y la emigración es la única alternativa que merece la pena.

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Precisamente en estos días de crisis y con el monarca en un viaje por países africanos, este martes se ha sabido que Mohamed VI ha tomado una decisión sin relación con este caso, pero que podría ser un intento de que su imagen aparezca en los medios con otro asunto muy diferente. El rey ha ordenado que se paguen todos los gastos legales de un muy conocido cantante marroquí, Saad Lamjarred, detenido en París desde la semana pasada por una acusación de violación a una mujer de 20 años en un hotel. Lamjarred, que tenía previsto dar un concierto en la capital francesa, fue condecorado personalmente por el monarca en agosto. Su detención provocó una gran conmoción entre los jóvenes marroquíes, con multitud de comentarios de sus seguidores en las redes sociales. La minuta será alta tanto por la gravedad de la acusación como por la identidad del abogado elegido por Mohamed VI, al que ya contrató antes para otras demandas judiciales. Es un intento de congraciarse con esa juventud que se ha manifestado en la calle o que comparte el motivo de las protestas.

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