La política británica comienza a afrontar el problema del acoso sexual en Westminster

Michael Fallon ha sido la primera víctima política en Reino Unido tras extenderse la idea de que los casos de acoso sexual conocidos por las denuncias contra Harvey Weinstein en EEUU iban a tener una continuación en Westminster. Era cuestión de tiempo, porque políticos y periodistas tenían claro que esas situaciones eran habituales en el Parlamento británico desde hace años, o mejor dicho décadas.

El ministro de Defensa presentó su dimisión en la tarde del miércoles con el argumento de que su conducta no había estado a la altura de lo exigido en alguien de su posición como responsable político de las Fuerzas Armadas.

«La cultura ha cambiado a lo largo de años. Lo que era, podría ser aceptable hace cinco o diez años, claramente no es aceptable ahora», dijo después en una entrevista en BBC. Empieza diciendo era (was) y de inmediato pasa a podría (might), no vaya a ser que la gente piense que él se dedicaba a ciertas cosas (es diputado desde 1997) porque por entonces a nadie le parecía mal propasarse con las mujeres con las que se relacionan profesionalmente los diputados en el Parlamento.

Lo cierto es que el único caso concreto y reconocido por Fallon ocurrió hace 15 años y se supo hace varios días. Colocó su mano varias veces en la rodilla de una periodista. Pidió disculpas, la primera ministra las aceptó y la periodista restó importancia al incidente.

Nadie dimite por una rodilla. Julia Hartley-Brewer ha dicho que si todo se debe a ese suceso, se trataría de la dimisión «más absurda y ridícula» de un ministro.  De momento, no han aparecido más informaciones concretas. Sólo comentarios de fuentes anónimas que indican que ese no fue un incidente aislado protagonizado por Fallon y que existen otros casos similares más graves que podrían aparecer en cualquier momento. Cabe la posibilidad de que la primera ministra preguntara a Fallon si estaba seguro de que no saldrían más denuncias y que este no pudiera garantizarle que eso no iba a ocurrir.

La noticia sobre Fallon, de 65 años, salió en portada de The Sun hace unos días. Antes había circulado en el Parlamento una lista con los nombres de 36 diputados tories acusados de comportamiento inapropiado con el personal femenino de la Cámara con distintos niveles de gravedad. Es significativo que la lista había sido realizada no por periodistas, sino por personas (asesores o personal administrativo) que trabajan para esos mismos diputados, que obviamente tenían que conocer bien a sus jefes.

La lista salió a la luz al principio con los nombres tachados, pero pronto empezaron a circular algunos de ellos. El escándalo ya no se podía ocultar. Un viceministro tuvo que confesar un incidente deplorable en el que ordenó a una asistente que comprara un vibrador en un sex-shop. La idea general era que terminarían surgiendo denuncias mucho más graves. En el Parlamento, Theresa May anunció que no habría ninguna tolerancia ante tales conductas y pidió al legislativo que ponga en marcha una autoridad independiente, como así se hizo, para que el personal de Westminster pueda denunciar esas conductas o delitos sin tener que pasar por su jefe.

La lista que circuló ha sido cuestionada, porque algunos de los citados han negado de forma tajante haberse comportado de esa manera y parece que en algunos casos de forma creíble. Pero nos encontramos ante la típica situación en que antes de que salgan pruebas sobre hechos graves los protagonistas de la historia ya admiten que no les sorprende en absoluto y que conocen casos similares a los conocidos.

A corto plazo, el mayor problema político para Theresa May es el caso de Damian Green, viceprimer ministro y probablemente su persona de mayor confianza en un Gobierno en el que varios pesos pesados dan por hecho que May no tiene mucho futuro. La primera ministra ha pedido que se investigue una denuncia contra Green de una joven –treinta años más joven– a la que se insinuó cuando esta le pidió consejo sobre cómo participar en política. Al igual que en el caso de Fallon, es muy posible que tengamos más noticias sobre Green.

La Cámara de los Comunes cuenta ahora con 208 diputadas sobre un total de 650. Eso supone un 31%, un porcentaje alto en términos históricos (eran sólo el 22% en una fecha tan cercana como 2010). Es el 21% entre los tories, el mayor grupo de la Cámara, y el 45% entre los laboristas.

En el ranking mundial del número de mujeres en parlamentos actualizado a septiembre de este año, el Reino Unido está situado en el puesto 40º.

La política británica ha continuado siendo en las últimas décadas un asunto masculino y el Parlamento de Westminster es lógicamente su epicentro. La diputada laborista Dianne Abbot dijo que hace 30 años, cuando fue elegida por primera vez, el trato a las mujeres era mucho más degradante que ahora, lo que no quiere decir que en la actualidad los políticos puedan servir de ejemplo en cuestiones de género. El encubrimiento de situaciones de acoso sexual era algo habitual, lo que hacía que pocas mujeres se atrevieran a plantear como mínimo una queja. Eso ha seguido ocurriendo y han tenido que ser las noticias producidas en EEUU a cuenta de un productor de cine las que hayan hecho ahora que se tomen medidas en Londres.

El escándalo de los gastos de los diputados ya reveló que los diputados tenían la conciencia de ser una élite privilegiada que no debía responder ante nadie sobre sus gastos y, en definitiva, su estilo de vida. Es fácil imaginar lo que supone eso en cuanto a las relaciones con mujeres que ocupan puestos subalternos en la Cámara. «¿Qué ocurre en este sitio, con 650 diputados de los que cerca de 500 son hombres, muchos de los cuales han ido a colegios privados, y con mucha gente que se cree que son un regalo del cielo de muy diferentes maneras? No lo sé», ha dicho la diputada laborista Dawn Butler.

No lo sé, en este caso, se acerca bastante a ya se lo puede imaginar.

Un ejemplo de lo que tenían que soportar las mujeres en los años 80. En una intervención de la diputada laborista Harriet Harman, un diputado tory le llama a gritos «vaca estúpida».

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