Lavrov muestra a Borrell lo poco que importa la UE a Rusia

Josep Borrell ya sabe cómo se las gasta Sergei Lavrov. El responsable de la política exterior europea tenía prevista una visita a Moscú para reunirse con el ministro ruso de Exteriores. La detención y juicio de Navalni a su vuelta a Rusia podía haber hecho que fuera recomendable retrasar el viaje. A fin de cuentas, cancelar este tipo de contactos es una forma conocida de hacer notar el rechazo a determinada decisión de un Gobierno. Pero Borrell optó por mantener la visita con el fin de dar una oportunidad a la diplomacia. Igual creía que Rusia acogería con agrado su presencia. Lavrov tenía otras prioridades.

Borrell estaba obligado a comunicar el rechazo de los gobiernos europeos por la situación de Navalni y la detención de sus partidarios en las movilizaciones. Moscú sabía que eso iba a pasar. Eso no quiere decir que fuera a aceptar las críticas de buen grado. De hecho, tenía preparada la respuesta.

Durante la visita, las autoridades rusas anunciaron la expulsión de tres diplomáticos europeos (de Alemania, Polonia y Suecia) por «participar» en las manifestaciones en apoyo de Navalni. En términos diplomáticos, hay pocas formas más evidentes de desprecio a un visitante extranjero. Podían haber retrasado ese castigo político unos días. No hubiera sido lo mismo.

El mensaje de Moscú no pudo ser más claro: no vamos a permitir críticas de los países de la UE a nuestra ofensiva para eliminar a Navalni como alternativa política al Gobierno de Vladímir Putin. Si eso hace que las relaciones queden dañadas de manera irreversible, que así sea.

La visita tuvo un momento que podríamos definir como emboscada. La reunión se suspendió por unos minutos para la celebración de una rueda de prensa conjunta. No era suficiente con anunciar las expulsiones. Era necesario que los medios rusos tuvieran constancia de la actitud displicente de Moscú hacia los gobiernos europeos.

¿Qué es lo que quería decir Lavrov? Estamos dispuestos a una relación constructiva y dirimir las diferencias a través del diálogo, pero al otro lado no hay alguien que dé la talla: «Estamos acostumbrados al hecho de que la Unión Europea intenta imponer restricciones unilaterales, restricciones ilegítimas, y nosotros partimos de la presunción de que en esta etapa la Unión Europea es un socio que no es fiable».

El ministro ruso también contaba con una píldora reservada especialmente para Borrell. A las peticiones sobre la situación de Navalni, respondió con una referencia a los presos independentistas catalanes.

Lavrov es un trol diplomático de alto nivel. Su función es devolver la bola en las mismas condiciones en que la recibe. No pretende abrir ningún debate, sino neutralizar las críticas. Quien piense que sacar el tema de Cataluña en su reunión con Borrell perjudica la posición de España no conoce a Lavrov. Lo hace con todos. Él defiende a su Gobierno. Le dan igual todos los demás. Es cierto que la táctica de Lavrov es puramente defensiva, como la estrategia de su Gobierno en las relaciones internacionales. Pero nadie defiende la zona como Lavrov.

La visita tuvo como consecuencia un artículo en la web Politico que destacó que Borrell «no estaba preparado» para encajar esos ataques, por lo que no tenía una respuesta efectiva para contrarrestarlos. Por tanto, la suya fue «una actuación desastrosa». De forma implícita, se sostiene que la respuesta de la UE al juicio de Navalni ha sido débil, sin ninguna mención a posibles sanciones.

No es que las sanciones ya existentes contra Moscú hayan tenido algún efecto en la conducta de las autoridades rusas. Antes al contrario, han servido para que el Gobierno refuerce el discurso ante su opinión pública por el que la UE es una adversaria de Rusia a la que niega la posición que se merece en el panorama internacional.

La imagen de la reunión no habrá sido muy buena entre los gobiernos europeos más decididos a plantar cara a Rusia. El viceprimer ministro letón fue demoledor.

«Un gran error, hacer este viaje y ser humillado por el experimentado Lavrov. ¡Nunca aprenderán! No juegues con los rusos si no los entiendes. Bastante vergonzoso», escribió Artis Pabriks.

Por mucho que se queje Pabriks, las posibilidades de que la UE pueda influir en Moscú con diplomacia o sanciones son escasas. El Gobierno de Putin parece decidido a que Navalni no pueda realizar ninguna actividad política. Mantenerlo en prisión es un precio que está dispuesto a pagar.

Este viernes, se celebró otra vista contra Navalni, esta vez por haber difamado supuestamente a un veterano de la Segunda Guerra Mundial que participó en un vídeo de propaganda a favor de la reforma constitucional que permitió la reelección de Putin. Habrá más casos como este con el fin de que el único dirigente de la oposición que molesta a Putin no salga de la cárcel.

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