El último conflicto político que nos faltaba en la pandemia: la guerra de las vacunas

Inés Arrimadas pidió el lunes que el proceso de vacunación no se convierta en un capítulo más de la guerra partidista del coronavirus. «No vamos a tirarnos las vacunas a la cabeza», dijo. El comentario habrá causado perplejidad en el PP madrileño, donde cada día se rebusca en los armarios para ver qué munición hay disponible para saltar a las trincheras. Lo que no se puede negar es que trabajan con previsión. No dejes para mañana lo que puedas disparar hoy. Isabel Díaz Ayuso ya estaba metiendo viales en el cargador mucho antes de que llegara el primer cargamento a España.

Hace tres semanas, dio el pistoletazo de salida a la guerra de las vacunas: «A este paso, tal y como se están desarrollando las cosas, me temo que nos vamos a quedar sin vacuna incluso en enero, porque el Gobierno de España va a gestionar la estrategia de la propia vacuna». Como era de esperar, ahora está diciendo lo contrario. Se queja de que supuestamente el Gobierno no tiene una estrategia de vacunación.

Los datos ponen en evidencia a Díaz Ayuso y a otros gobiernos autonómicos. La semana pasada, Madrid sólo usó el 6% de las vacunas recibidas. Cataluña no está mucho mejor (13%). Otras CCAA tienen números más decentes: Asturias (80%), Galicia (51%), Castilla y León (44%), Andalucía (37%). Madrid lo achaca a los festivos navideños, por lo que hay que deducir que los asturianos, gallegos y castellanos son musulmanes, judíos o budistas o que no tienen por costumbre celebrar la Navidad. Sigue leyendo

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Diplomacia en Gibraltar como alternativa al patriotismo de hojalata

La pandemia nos dejó este verano sin una tradición periodística española de larga trayectoria. Ante la falta de noticias de más peso, era habitual que algunos periódicos nos ofrecieran alguna polémica más o menos ficticia sobre Gibraltar, alimentada por declaraciones de dirigentes del PP, con la que agitar los sueños patrióticos. Tomemos 2013 como ejemplo. El gallardo ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, anunció que se había acabado toda esa tontería de entablar un diálogo con las autoridades gibraltareñas que había iniciado Moratinos. Tocaba ponerse duro. «Se acabó el recreo en Gibraltar», dijo en una entrevista ese año. Los habitantes del Peñón iban a probar el acero español.

Entre las denuncias esgrimidas esos días, estaba la decisión del Gobierno de Gibraltar de arrojar al mar 70 bloques de hormigón para construir un arrecife artificial, impedir la pesca de arrastre y favorecer a los pescadores locales. Es decir, lo mismo que había hecho la Junta de Andalucía en 2006 con 88 bloques, una práctica habitual desde hace años.

La invocación permanente a la soberanía negada por tres siglos de existencia de la colonia británica daba cobertura a todas estas arremetidas. Nunca sirvieron para nada. Ni siquiera para poner en el congelador las relaciones entre España y Gran Bretaña. Los gobiernos del PP y el PSOE nunca pusieron en peligro sus relaciones con Londres. Lógicamente, habría que añadir. Los llanitos eran los malos y Madrid mantenía la ficción de que los británicos no tenían nada que ver con esos desmanes. Sigue leyendo

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El Gobierno se queda sin Salvador Illa cuando aún lo necesita

El Gobierno acaba de perder su principal activo político en la lucha contra la pandemia. No, no es Pedro Sánchez, a pesar de sus interminables discursos de 2020. El presidencialismo es una nota característica del sistema político español. Eso no quiere decir que el presidente sea siempre y en todo momento el gran dique frente a la oposición. Hay situaciones en que alguien que está algo por debajo en el escalafón juega un papel esencial. En muchas ocasiones, por su capacidad de descolocar a la oposición, de apartarla del rumbo que más le conviene. Desde marzo, esa persona ha sido Salvador Illa, por lo que ha hecho y dicho y por el efecto que ha causado en el Partido Popular.

Cuanto más tranquilo estaba el ministro de Sanidad, más sobreactuaba el PP. Eso quedó de manifiesto con su rabia –incluida la de la prensa afín– el día que quizá haya sido el más estimulante del 2020 en España, el domingo de la llegada de las primeras vacunas.

La decisión de colocar a Illa al frente de la candidatura del PSC en las elecciones catalanas, quizá lógica desde el punto de vista de los intereses del partido, pone en serios aprietos toda la estrategia de comunicación relacionada con la pandemia. Eso no sería un problema si estuviéramos en los últimos momentos de esta crisis casi existencial, para la sociedad y también para el Gobierno.

Nada más lejos de la realidad. Lo dijo el propio Illa esta semana: «No podemos descartar una tercera ola. No podemos estar tranquilos con esta incidencia acumulada». Sigue leyendo

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La condena a Loujain al-Hathloul demuestra a Biden que Arabia Saudí nunca cambiará

Pocas horas después de que se conociera la sentencia contra Loujain al-Hathloul, la futura Administración de Joe Biden ya tenía preparada una respuesta. Jake Sullivan, que será su consejero de Seguridad Nacional, la difundió en Twitter: «La sentencia de Arabia Saudí contra Loujain al-Hathloul por simplemente ejercer sus derechos universales es injusta y preocupante. Como hemos dicho, la Administración Biden-Harris se posicionará contra las violaciones de los derechos humanos con independencia de dónde ocurran».

Loujain al-Hathloul, de 31 años, detenida en mayo de 2018, ha sido condenada a cinco años y ocho meses de prisión por intentar cambiar el sistema político del país y causar daños a la seguridad nacional, según la sentencia. Su caso fue traspasado hace un mes al tribunal que se ocupa de casos de terrorismo con la intención de presentarla como una enemiga del Estado. Hathloul llevaba años defendiendo los derechos de la mujer en Arabia Saudí. Fue arrestada poco antes de que se levantara la prohibición de conducir a las mujeres. El Gobierno sabía que iba a continuar su activismo en otros asuntos más importantes.

Su familia y Amnistía Internacional denunciaron que Hathloul y otras activistas fueron torturadas y sometidas a abusos sexuales en la cárcel.

El tribunal ha declarado suspendida una parte de la pena. Según su familia, eso probablemente permita su libertad condicional dentro de unos tres meses. Pero quedará sobre ella la amenaza de volver a ser encarcelada para cumplir el resto de la pena si continúa con su labor por los derechos humanos. Además, tendrá prohibida la salida del país durante cinco años.

Otra activista feminista encarcelada, Mayaa al-Zahrani, recibió la misma pena.

La organización de derechos humanos ALQST revisó los documentos presentados por la fiscalía en el juicio del 10 de diciembre. Afirmaban que ella había «confesado» participar en un grupo de Telegram donde se discutía sobre derechos humanos, estar en contacto con otro activista para realizar una campaña en favor de una nueva Constitución para Arabia Saudí y haber recibido una dieta diaria de 50 euros cuando participó en el extranjero en conferencias sobre la situación de la mujer en el país.

En la vista, la fiscalía hizo algunos cambios en su escrito de acusación, como eliminar las referencias a la Unión Europea y los gobiernos de Reino Unido y Holanda, es decir, los contactos con el extranjero por los que ha sido condenada.

Nada que tuviera que ver con el terrorismo y la seguridad del país.

Se había especulado con que Loujain al-Hathloul y otras activistas serían puestas en libertad antes de que Biden tome posesión el 20 de enero. Ocurrirá no mucho tiempo después, pero en unos términos que no pueden convencer a la futura Casa Blanca. Condenar en un tribunal antiterrorista a las mujeres más activas en la defensa de sus derechos es lo que se espera de un régimen que envió a un comando de asesinos que mató al periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Estambul e hizo desaparecer su cadáver. Y ya no habrá un Donald Trump que proteja los intereses del príncipe heredero saudí Bin Salmán.

La relación estratégica de EEUU con Arabia Saudí se remonta a 1945. Con Bin Salmán a unos pocos años de convertirse en rey, ha pasado a tener un precio muy alto, mucho mayor que el que Biden estaba dispuesto a pagar si hay que creerse sus promesas.

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‘La jungla de cristal’, la película para todas las navidades

Es uno de los temas que ha marcado a la civilización occidental desde 1988: ¿es ‘La jungla de cristal’ una película navideña? Muchos lo tienen claro, pero para terminar de despejar dudas entre los escépticos nada mejor que recurrir a LA CIENCIA.

Es cierto que también contiene 20 asesinatos y 26 apariciones de la palabra ‘Fuck’, pero nadie ha dicho nunca que sea la típica película familiar.

Lo que sí está claro es que la segunda película, ‘La jungla 2’, no tiene nada que ver con el funcionamiento normal de un aeropuerto. De eso, podemos estar seguros.

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Cómo un impostor se hizo pasar por verdugo del ISIS y engañó a The New York Times

Su testimonio helaba el corazón. No era sólo uno más de los hechos horrendos ocurridos en las zonas de Siria controladas por el ISIS. Procedía de uno de los verdugos que asesinaron a personas a sangre fría por no someterse a una ideología criminal. Un cierto reconocimiento de la dificultad de sus acciones le añadía verosimilitud. Era un asesino despiadado que al mismo tiempo tuvo que afrontar al principio la crueldad de sus actos. «Fue difícil. Tuve que apuñalarle varias veces. Luego le pusimos en una cruz. Y tuve que dejar la daga en su corazón». Shehroze Chaudhry era el personaje clave en el podcast ‘Caliphate’, publicado por The New York Times, un ejemplo de cómo el mejor periodismo podía adaptarse a nuevos formatos. Chaudhry era también un impostor.

El periódico norteamericano ha publicado los resultados de una larga investigación sobre los artículos de la coautora del podcast, Rukmini Callimachi, que era además su principal especialista en ISIS. La inició después de que la policía detuviera en Canadá a Chaudhry en septiembre por la sospecha de que se había inventado su pasado en el grupo yihadista y de que la noticia apareciera en varios medios de EEUU.

El veredicto es inapelable. Citando a fuentes policiales y de inteligencia, afirma que Chaudhry «no era un terrorista, es casi seguro que nunca viajó a Siria, y se inventó historias horribles sobre su pasado como verdugo del Estado Islámico como parte de una huida, al estilo de Walter Mitty, de su aburrida vida en un suburbio de Toronto y en Lahore, Pakistán, donde pasó años viviendo con sus abuelos».

Cómo es posible que un joven de trayectoria mediocre –acaba de cumplir 26 años– pudiera engañar a uno de los mejores medios de comunicación del planeta es un asunto que provoca perplejidad, aunque no es la primera vez que le ocurre al NYT y no será la última. Sucede con frecuencia cuando un medio da la máxima importancia a una cobertura periodística y pone toda su confianza en uno de sus mejores reporteros. Los controles internos de edición desaparecen ante las decisiones del director. Las críticas internas son desdeñadas. Informaciones de fuentes anónimas de los servicios de inteligencia son aceptadas, aunque no estén respaldadas por pruebas. Sigue leyendo

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Olivier Roy y las contradicciones del discurso de Macron sobre la influencia peligrosa del «islam político»

Olivier Roy pasa revista a varias de las medidas que Emmanuel Macron pretende que el Parlamento apruebe en su ley contra el islamismo político. En un artículo en El País, destaca algunas de las contradicciones del discurso oficial sobre la radicalización religiosa y el paso a la violencia terrorista.

«Basta enumerar las medidas previstas para comprender el abismo que hay entre las dos cosas. La ley quiere prohibir la educación en el hogar y tener un control estricto de los colegios religiosos privados. Quiere prohibir la poligamia y los certificados de virginidad. Muy bien. Demos la vuelta a la pregunta: si se hubieran tomado estas medidas hace 20 años, ¿nos habríamos ahorrado atentados terroristas? La respuesta, vista la trayectoria de los implicados, es no. Todos los que han cometido atentados en Francia proceden de la escuela pública; ninguno se educó en casa ni procede de una familia polígama. En cuanto a los “certificados de virginidad”, no veo la relación con el terrorismo: las jóvenes radicalizadas y activas (cuyo número va en aumento desde 2012) no son nunca modelos de virtud (todas suman parejas y maridos). Además, ninguno de los autores de atentados en Francia posee una formación religiosa adquirida en un colegio religioso o una mezquita. Ninguno procede de las asociaciones de musulmanes conocidas. Son individuos que se han radicalizado con un pequeño grupo de ‘colegas’, a menudo, hermanos, y que buscan en Internet los textos y las imágenes que alimentan su rebelión. Es dudoso que el contacto con un ‘imán moderado’ hubiera podido desviarlos de su búsqueda de lo absoluto. Por otra parte, desde 2016, los autores de atentados son personas aisladas, que viven al margen de cualquier comunidad musulmana y entre los que hay muchos conversos».

Macron presume de que su ley permitirá una defensa activa de los llamados valores de la República, entre los que está el laicismo. Roy destaca que la laicidad no se incluyó en la Constitución hasta 1946: «No hay un vínculo entre la forma republicana del Estado y un sistema de valores».

Al igual que intentó Sarkozy, Macron afirma que los ciudadanos franceses, con independencia de sus ideas, deben defender los valores republicanos. Pero, comenta Roy, la laicidad no es un valor, sino un principio jurídico. Es decir, hay que respetarla porque está en las leyes, que aprueba el Parlamento. Los valores no son artículos de fe que se puedan forzar sobre los ciudadanos.

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El miedo tiene mala fama, pero es una herramienta muy útil en las pandemias

El miedo tiene mala fama como herramienta para conseguir que los ciudadanos cambien de conducta en un momento de crisis. A lo largo de la historia, se ha utilizado muchas veces con las peores intenciones, sobre todo, para alentar peligros imaginarios con los que azuzar el odio o la guerra. En el historial de los grandes discursos políticos, se cita con frecuencia una de las primeras frases de Franklin Roosevelt en su intervención al tomar posesión como presidente de Estados Unidos en 1933: «En primer lugar, déjenme afirmar mi profunda convicción de que lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo, al terror indescriptible, sin motivo ni justificación que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en progreso».

A los políticos les encanta inspirarse en las palabras de Roosevelt, también durante esta pandemia, para demostrar que no todo está perdido, que la situación es horrible, pero no irreversible, que hay motivos para el optimismo en el caso de que la gente haga lo que debe. Evidentemente, si todo estuviera perdido, el primero en pagar el precio político sería el Gobierno. Hay que vender optimismo, porque el pesimismo es un arma trituradora de gobiernos.

De ahí viene esa necesidad no muy inteligente de cantar victoria antes de tiempo. El Gobierno de Pedro Sánchez lanzó a finales de mayo la campaña ‘Salimos más fuertes’, un ejercicio de homenaje colectivo que era evidente que iba a verse desmentido o incluso ridiculizado por la realidad. El PP de Madrid difundió un vídeo en julio que celebraba cómo Isabel Díaz Ayuso había salvado a Madrid y hasta a España. En ese discurso de propaganda, la heroína pasó a ser luego la víctima de los oscuros designios de sus rivales cuando se vio que el mensaje anterior era casi una broma macabra. Sigue leyendo

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Un poco de Muchachada Nui en el Congreso antes de volver a la cruda realidad

El calendario jugó una mala pasada a Pablo Casado. El debate en el que Pedro Sánchez tenía que hacer un balance de la aplicación del estado de alarma coincidió con un momento que no se había dado desde primavera. Los datos de contagios en España resultan ser ahora menos malos que los de Alemania y otros países europeos. Eso dejaba fuera el argumento habitual del PP en su oposición al Gobierno y por eso se le notó rígido y poco suelto a Casado. Aun peor estaba Ana Pastor que en Twitter se quedó lívida cuando Sánchez destacó ese dato real: «Me pongo en la piel de las familias de los fallecidos. No tengo palabras». A Pastor, no le interesaba hablar ahora del número de contagios, como sí ha hecho otras veces. Amnesia interesada.

Casado sí tenía palabras, no las que hubiera querido, y su alternativa fue reclamar lágrimas. «En Alemania, llora una estadista. En España, se ríe un frívolo, usted». Angela Merkel no lloró en una intervención que sí fue más emotiva de lo habitual en ella. A falta de la estadística de contagios, el líder del PP creía tener ventaja en el ranking de las lágrimas.

Casado se veía escaso de argumentos y a veces en política hay que improvisar. De ahí que al escuchar a Sánchez hablar de «las fiestas del afecto», por las vacaciones navideñas, creyó ver abierto un flanco de ataque. Allí surgió el teólogo Casado: «¿Tanto le cuesta felicitar la Navidad, que es el nacimiento de Jesús? ¿En un país cristiano, en una civilización occidental?». Ad maiorem Dei gloriam. Sigue leyendo

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Pongan una alarma en el CGPJ porque parece que se les ha colado alguien

Al final, tienen algo de razón el PP, Vox y las empresas de seguridad privada que alegan que ha aumentado el problema de la ocupación de viviendas en España. Ocurre hasta en las instituciones más importantes del Estado. En el Consejo General del Poder Judicial, un grupo de juristas conservadores se ha hecho fuerte en la sede principal dos años después de la finalización de su mandato. No es que deban irse ya, porque no pueden ser sustituidos hasta que tomen posesión los sustitutos. Pero han obtenido una prórroga de su mayoría conservadora que no existe en la ley por cortesía del Partido Popular –que sale beneficiado por esta situación–, y continúan funcionando como miembros de pleno derecho nombrando jueces por toda España mientras el cuerpo aguante. Su mandato de cinco años, marcado por la Constitución, ha resultado ser sólo –como el código de los piratas en la película ‘Piratas del mar Caribe’–, una serie de directrices.

Tras estudiar una mala solución que consistía en proponer la elección de un nuevo CGPJ con mayoría absoluta y no con mayoría reforzada, el PSOE y Unidas Podemos han optado por otra reforma legislativa que limita las funciones de los miembros del Consejo durante su periodo de interinidad y que comenzó a debatirse este martes en el Congreso. Todo porque el PP se niega a negociar con el PSOE la renovación del CGPJ mientras Podemos forme parte del Gobierno, del Parlamento o de la realidad. «Su bloqueo supone politizar el Consejo al ponerlo al servicio de sus intereses», dijo el socialista Francisco Aranda al presentar la iniciativa.

Hay algo de teatro político en toda esta polémica. Si bien el PP dice defender la independencia de los jueces, el sistema de elección de miembros del CGPJ que ahora está boicoteando existe desde los años 80 y ha sobrevivido con gobiernos del PP y PSOE que tenían mayoría absoluta. Cuando a los indepes les salía humo por las orejas en su denuncia de la Justicia española, nadie en esos partidos decía que el sistema de elección de los cargos judiciales estuviera corrompido por las influencias políticas. Lo que cambian las cosas en tres años. Sigue leyendo

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