Plantas rodaderas, más peligrosas en la vida real que en los westerns

Uno de los elementos clásicos de las escenas en exteriores de los westerns son las plantas rodaderas (tumbleweed en inglés). Esas plantas de forma circular que se mueven impulsadas por el viento son especialmente usadas por los directores para ilustrar un espacio abierto vacío en las grandes llanuras del oeste del país o la calle desierta de una ciudad donde algo va a pasar.

Lo que es menos conocido es que esta planta es una especie invasiva que coloniza el terreno. Es muy perjudicial para la agricultura y un factor que ayuda a propagar los incendios. Y en ocasiones, cuando se reúnen enganchadas centenares de ella, pueden llegar a convertirse en una plaga que bloquea carreteras y el acceso a las casas.

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Las empresas sanitarias celebran en la Bolsa que los demócratas parezcan conformarse con Biden

Las noticias de la victoria de Joe Biden en el supermartes llegaron a Wall Street y tuvieron un impacto inmediato. Se notó desde el inicio de la jornada del miércoles. Las empresas cotizadas de seguros médicos disfrutaron de una fulgurante subida. Al final de la sesión, UnitedHealth incremento su valor en más de un 12%, la mejor cifra en un solo día desde 2008. Otras empresas, como Cigna, Humana y Molina HealthCare, subieron un 11%, 12% y un 13%.

Las compañías que se dedican a vacunas y tratamientos relacionados con el coronavirus también vieron aumentado el precio de sus acciones.

En opinión de estas empresas y de sus inversores, la derrota de Sanders ha alejado las posibilidades de que se haga con la candidatura demócrata en las elecciones. Los medios de comunicación norteamericanos han pasado a considerar favorito a Biden, una vez que el voto centrista que antes respaldaba a Buttigieg, Bloomberg y Klobuchar puede ahora centrarse en el exvicepresidente.

Sanders no está acabado, pero ha desaprovechado una oportunidad clara de marcar una distancia significativa en el número de delegados frente a Biden. Eso es lo que parecían indicar varias encuestas. Según el recuento conocido hasta ahora, lo que ocurrió fue que Biden sacó a Sanders 800.000 votos de ventaja en el supermartes.

La medida estrella del programa de Sanders es la instauración de un sistema de sanidad universal costeado por el Estado similar a los existentes en Europa occidental. Biden sólo propone volver a la reforma aprobada por la Administración de Obama, que no ha sido anulada por completo por Donald Trump, pero sí ha quedado muy desvirtuada.

El alza de las empresas sanitarias también puede deberse al típico movimiento bursátil que puede deshacerse en los próximos días para conseguir beneficios. Eso es algo que siempre hay que considerar con las noticias sobre la Bolsa.

Sanders estaba obteniendo menores porcentajes de los que obtuvo en las primarias de 2016, aunque entonces sólo se enfrentaba a Hillary Clinton. Cuando hay más opciones en la papeleta, hay que esperar que los votos se repartan entre los contendientes. Los votantes de Sanders hace cuatro años tenían ahora la opción de apoyar a Elizabeth Warren o buscar otro candidato con el que tuvieran más posibilidades de ganar a Trump en noviembre.

Lo que no había cambiado había sido el mensaje de Sanders, un político nada dispuesto a alterar sus principios en función de un cambio en las circunstancias. Estaba reclamando a los demócratas un impulso para «cambiar el país», no simplemente que le eligieran a él como la mejor opción o la menos mala. La apuesta no ha funcionado muy bien en el supermartes que hasta hace unos días parecía serle propicio.

Los análisis basados en las ‘exit polls’ muestran que la inesperada victoria de Biden se basó en buena parte en los votantes que tomaron su decisión en los últimos días. Eso fue especialmente cierto en el caso de los votantes de raza blanca, y también en menor medida con los latinos, un grupo en el que Sanders contaba con un apoyo sólido. Ese incremento final de votos entre los latinos debió de ser decisivo en Texas, el segundo Estado en número de delegados en liza por detrás de California, y que dio la victoria a Biden por una diferencia no muy grande.

Esos datos confirman lo útil que fue para Biden la decisión de Buttigieg y Klobuchar de retirarse de la carrera después de las primarias de Carolina del Sur y de anunciar su apoyo al exvicepresidente.

El entusiasmo despertado por Sanders en sus mítines no se tradujo en los votos suficientes. Tampoco le sirvió el hecho de que Biden llegara al supermartes con la lengua fuera en términos económicos. En Minnesota y Massachusetts ni siquiera tenía dinero suficiente para gastarlo en anuncios de televisión. Su presencia sobre el terreno en los 14 estados era entre reducida y simbólica. Ni podía pagarla ni contaba con tantos voluntarios como para compensar esa carencia de fondos.

Como candidato a la presidencia, Biden nunca ha sido carismático ni brillante. Las primarias que ganó en Carolina del Sur fueron su primera victoria treinta años después de intentarlo por primera vez. Es difícil encontrar un tema que sea el eje central de su campaña, el mensaje que destaca sobre todos los demás. En ese sentido, no se diferencia mucho de Hillary Clinton, que al final se limitaba a anunciar que su gran mérito consistía en que no era Trump. Como bien sabemos, Clinton perdió.

Sin embargo, falta mucho para el duelo definitivo ante Trump. A las primarias demócratas le quedan aún por asignar casi dos terceras partes de los delegados. Sanders no es de los que se rinden con facilidad con independencia de lo que digan las encuestas. Lo que es seguro es que ya no tiene delante a Clinton, una candidata que provocaba un fuerte rechazo entre los demócratas más progresistas y los independientes que podían votar en las primarias del partido.

Biden podía haber sido un objetivo favorable por ser alguien muy marcado por su pertenencia durante décadas al establishment demócrata y muy cercano a Wall Street. Quizá caiga bien por ser un tipo simpático y afable y por su relación con Barack Obama en sus ocho años de presidencia, un aspecto muy importante en la comunidad negra que él además se ha sabido trabajar durante años. Quizá una mayoría de votantes demócratas piense ahora que con él será más factible derrotar a Trump. Quizá estén dispuestos a conformarse con Biden, incluso si están a favor de algunas de las ideas que propone Sanders.

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Israel, un modelo de apartheid para el siglo XXI, según un exembajador en Suráfrica

Alon Liel fue embajador israelí en Suráfrica entre 1992 y 1994. Años antes había trabajado en el departamento del Ministerio de Exteriores que se ocupaba de ese país. Por tanto, conoció el plan y ejecución del sistema de bantustanes, los enclaves creados por el Gobierno surafricano para perpetuar la segregación racial mientras se pretendía haber entregado a la mayoría negra el control de zonas aisladas donde supuestamente podían ejercer su autogobierno.

Liel explica en un artículo en Foreign Policy que eso es precisamente lo que pretende el actual Gobierno israelí con el apoyo del Gobierno de Donald Trump, «una nueva versión de la deplorable política de la antigua Suráfrica para el nuevo milenio», lo que siempre se ha conocido con el término ‘apartheid’.

«Durante esos años, supe que ningún país del mundo, con la excepción de Suráfrica, contribuyó más a la economía de los bantustanes que Israel. Los israelíes levantaron fábricas, barrios, un hospital e incluso un estadio de fútbol y una granja de caimanes en estos estados-marioneta de Suráfrica. Israel llegó hasta el punto de permitir que uno de ellos, Bophuthatswana, tuviera una misión diplomática en Tel Aviv y que su líder Lucas Mangope –marginado por todo el mundo por legitimar y promover el apartheid al colaborar con el régimen surafricano– fuera invitado con frecuencia a Israel».

La prioridad para Israel, como es sabido, era la venta de armas al Gobierno de Pretoria. Esa cooperación arrancó en 1974 y terminó en 1994 con la elección de Nelson Mandela. Algunos dirigentes israelíes creían además que Suráfrica era maltratada por la mayoría de los países, al igual que ocurría con ellos, al no reconocerse su aportación en la lucha contra la URSS en la Guerra Fría.

Liel cree que no hay ninguna duda sobre la intención de los promotores del llamado plan Trump. El mapa que forma parte del proyecto no deja margen para la duda.

«El mapa incluido en el plan de Trump es una imitación del modelo de bantustanes, con fragmentos de territorio palestino rodeados por territorio controlado por completo por Israel, lo que convierte en permanente la dominación de un grupo étnico o religioso por otro. Eso viola los principios del Derecho internacional y legitima un modelo de apartheid en el siglo XXI».

Israel y la Suráfrica del apartheid: la historia de una larga amistad. Guerra Eterna, diciembre 2013.

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La jeta constitucional como una alternativa en la derecha al consumo masivo de Prozac

La derecha está confusa. Dividida. Dolida. Enfurecida, como casi siempre. «Estamos ante un fraude político, un embuste legal y un desfalco de la soberanía que no vamos a tolerar», dijo Pablo Casado sobre la reunión del Gobierno central y la Generalitat en Moncloa, esa que arrojó tan pocos titulares dignos de mención.

El mentor de Casado está aún peor, deprimido por todo lo que ocurre. «Me siento ciertamente angustiado. No me gusta nada lo que estoy viendo en la sociedad española, lo que está pasando», ha dicho José María Aznar. Derecha Prozac.

Ciudadanos viene de su Pearl Harbor electoral, el día en que los votantes los enviaron al fondo del océano. Ahora su constante defensa del imperio de la ley y la Constitución ha quedado manchada hasta el ridículo al saberse por una información de este diario que contó con un infiltrado en la Junta Electoral Central, una especie de agente doble que contribuía a preparar los recursos del partido ante el organismo del que era vocal para luego votar a favor de ellos. Es posible que hasta elogiara la calidad jurídica de esos recursos por aquello de que el amor bien entendido empieza por uno mismo.

Ahora la derecha cree que necesita invertir tiempo y dinero en un remedio de urgencia: la sociedad civil. Sí, eso que abarca a todo el mundo que no participa en las instituciones del Estado. En la izquierda, es frecuente que a eso se le llame movimientos sociales. En la derecha, el concepto está más asociado a las élites políticas y económicas. Es un plan B para momentos de crisis, es decir, cuando el PP pierde en las urnas.

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Sanders da un paso al frente y la prensa de EEUU se pone nerviosa con las primarias del Kremlin

Cuando las primarias demócratas acaban de empezar, ya parece que tenemos los resultados de una competición en la que sólo está en liza un delegado, muy importante para los medios norteamericanos. Se trata de las primarias del Kremlin, un ejercicio especulativo sobre a qué candidato apoyará el presidente ruso, Vladímir Putin. The Washington Post y luego The New York Times dieron el resultado el viernes para colocarlo después en sus portadas del sábado.

El elegido es Bernie Sanders. La fuente son los servicios de inteligencia norteamericanos que informaron al senador hace un mes sin que entonces trascendiera. Probablemente, se supo porque los servicios informaron hace una semana a los comités de inteligencia del Senado y la Cámara de Representantes, donde contaron también que Moscú pretendía interferir en la campaña a favor de Donald Trump. Alguien, entre los republicanos o los demócratas, tomó nota y habló con los medios.

¿Cómo se está produciendo esa supuesta interferencia en favor de Sanders? En ninguno de los dos artículos aparece información concreta al respecto. Por tanto, en estos momentos es imposible saber si puede o no ser relevante, más allá de la conocida intención rusa de crear divisiones entre sus adversarios y generar desconfianza en sus sistemas políticos.

La prioridad máxima de la propaganda rusa es obviamente defender los logros de su Gobierno. De cara al exterior, se dedica más a desprestigiar a los rivales de una manera u otra.

La difusa información recibida sí sirvió para generar titulares en los medios y una porción considerable de ruido en un evento ya de por sí tumultuoso como las primarias. Sirve para alimentar la idea de que Sanders no es un auténtico candidato demócrata o que su radicalismo es extraño al sistema político norteamericano, y que por eso es atractivo para Putin. O presentarlo como la versión demócrata de Trump,  es decir, un político del que el establishment desconfía por lo que pueda hacer en la Casa Blanca.

Ante esas sospechas, Sanders lanzó el viernes un ataque a Putin en términos que no son los que suele utilizar Trump. Le llamó «matón autócrata» en un comunicado y después en un mitin siguió en la misma línea: «Si soy elegido presidente, se lo aseguro, no va a interferir en las elecciones americanas».

Algunos artículos periodísticos son legítimos, pero se convierten en sospechosos cuando se publican inmediatamente después de una noticia determinada. Es lo que hizo The New York Times con uno titulado ‘Bernie Sanders, the Teflon Candidate, Faces Sudden New Tests’ un día después de que se informara sobre la presunta intervención rusa. El típico encargo que se hace en una redacción, en este caso dando por hecho que Sanders lo tendrá difícil para encajar la información sobre esa misteriosa implicación rusa. El punto de vista es discutible: si fuera imposible que las críticas a Sanders le hicieran daño, habría ganado las primarias de 2016 ante Clinton. Por no hablar de la referencia en el primer párrafo al apoyo de Sanders a los sandinistas en los años 80 y su «luna de miel en la Unión Soviética».

El problema para muchos medios norteamericanos es que analizan la campaña de Sanders casi exclusivamente en función de los datos de las encuestas. Parten de la idea de que él no debería estar tan arriba. Si los sondeos lo colocan por delante, tiene que haber alguna razón que explique esa ‘anomalía’. No se paran a pensar si existe la posibilidad de que un porcentaje importante de votantes demócratas esté a favor de las ideas que defiende Sanders.

La ‘exit poll’ hecha durante el caucus de Nevada, que acabó con una clara victoria de Sanders, indica que esos votantes, en torno a un 60%, apoyan su idea de crear un sistema de sanidad universal financiado por el Estado. Está por ver que en el resto del país la gente muestre ese nivel de entusiasmo, pero las primarias consisten en eso, en saber qué opinan los votantes de cada partido. Y el que conecta mejor con ellos tiene muchas posibilidades de ganar.

Volviendo a la conexión rusa, y a la forma exagerada con que se presenta en los medios, estos deberían mostrar algo más de escepticismo sobre todo lo que salga de la Casa Blanca. Según Jake Tapper, de CNN, algunas fuentes de inteligencia tienen dudas sobre la información difundida en público por el consejero de Seguridad Nacional. No es eso lo que dicen los datos obtenidos por los servicios de inteligencia, mucho más difusos de lo que indican los titulares.

En otras palabras, ¿cómo puede saber Putin, o sus asesores, quién puede ser el candidato que mejor convenga a sus intereses entre los demócratas, porque quizá sea el más débil frente a Trump?

La ventaja de Sanders en Nevada fue muy clara en casi todos los parámetros que se puedan considerar en un Estado que hace unas semanas se creía que podría ser favorable para Joe Biden. Un 60% en los votantes menores de 30 años, un 48% en los menores de 45 años, un 30% entre las mujeres (el siguiente, Biden con un 16%), un 38% entre los hombres (el siguiente, Buttigieg con un 16%). Y un 53% entre los latinos (el siguiente, Biden con un 16%).

El martes, se vota en Carolina del Sur, donde se esperaba una victoria muy clara de Biden antes de que su campaña se fuera diluyendo. La media de RealClearPolitics da al exvicepresidente un 24,5% y un 21,5% a Sanders. Después, el supermartes, en el que estarán todos los candidatos actuales con la inevitable dispersión de voto y donde Sanders puede adquirir una ventaja en número de delegados que empezará a parecer insuperable para el resto de candidatos.

Lo  mismo Putin ya no tiene que preocuparse por las primarias demócratas.

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Relato del naufragio del transatlántico Ciudadanos contado desde la sala de máquinas del barco

Cada vez que un político afirma que su partido aspira a atraer lo mejor de la sociedad civil, alguien debería echarse a temblar en algún sitio. Pensemos en la persona sin experiencia política en quien quizá piense un líder para sus listas electorales o un puesto en la Administración. Si ese partido es Ciudadanos, antes de salir corriendo o decir que sí, sería conveniente que leyera el libro ‘¡Vamos?’ (Editorial Sloper), de Xavier Pericay, que fue portavoz parlamentario de Ciudadanos en Baleares de 2015 a 2019.

«Para triunfar en política, para alcanzar el poder, hay que saber mentir y engañar. Quien vaya con la verdad por delante lo tiene crudo, por no decir que tiene los días contados». Es cierto que lo escribe en relación a la biografía de Fouché (ministro de Policía con Napoleón, superviviente de varios regímenes), pero ese pesimismo tan amargo se extiende a la descripción que hace de su paso por la cúpula del partido. El libro se subtitula «Una temporada en política». La lectura permite sugerir otro –una temporada en el infierno– si no fuera porque la idea se le ocurrió antes a Rimbaud.

Pericay fue uno de los quince intelectuales que firmaron el manifiesto que propulsó la fundación de Ciudadanos. Como alguien que era filólogo, profesor y experto en la obra de Josep Pla, su papel político iba a concluir ahí. Circunstancias fuera de su control, sobre todo el hecho de que el partido no contaba con nadie para encabezar la candidatura autonómica en Baleares, hicieron que diera un paso al frente de forma un tanto reticente.

Era por tanto un político accidental con lo que ya estaba en desventaja. Los tiburones –aquellos que se profesionalizaron con rapidez– no tuvieron problemas para engullírselo. Perdió las primarias para volver a presentarse a las autonómicas de 2019 y en julio dimitió de su cargo en la Ejecutiva.

Pocas veces alguien que ha estado dentro de la maquinaria de un partido decide contar luego lo que ha visto y enseñar las cicatrices que le han quedado en el cuerpo. Tampoco se estila anunciar que el rey estaba desnudo mientras los cortesanos no cesaban de elogiar la calidad de su vestuario. Pericay vulnera ese acuerdo implícito de no sacar fuera los trapos sucios con los que los mediocres consiguen que perviva la forma de hacer las cosas que les ha permitido prosperar.

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Bloomberg, la piñata que todos los demócratas quieren atizar

Todo el mundo dice en EEUU que los anuncios de la campaña de Michael Bloomberg son los mejores que el dinero puede comprar. Y el empresario multimillonario tiene mucho dinero para gastar. Por eso, no es una sorpresa que el candidato no estuviera en el debate de Las Vegas a la altura de su propaganda. Tampoco es demasiado llamativo que un hombre acostumbrado a que las personas que trabajan para él le digan siempre que tiene razón se maneje mal en una situación en la que todos los demás se unen para llamarle de todo.

Aun así, todos los comentaristas coinciden que el estreno de Bloomberg en los debates de las primarias fue un desastre al convertirse en una especie de piñata en la que él hacía el papel de figura llena de caramelos que los demás se turnaban en atizar a la búsqueda del premio.

No podía ser de otra manera. Los candidatos que están compitiendo por debajo de lo esperado (Joe Biden, Elizabeth Warren) sabían que era una oportunidad que no podían desaprovechar. Quizá no tengan muchos más. Aquel cuyo mensaje consiste entre otras cosas en denunciar la influencia de los millonarios en la política (Sanders) tenía delante una ocasión de oro. ¿Quieren saber por qué el sistema político privilegia a unos plutócratas a los que hay que frenar? Lo tienen aquí al lado.

Un dato indicativo de que has tenido un mal debate es si algún adversario utiliza una declaración tuya especialmente desacertada para uno de sus anuncios. No tardas mucho tiempo en enterarte. En menos de 24 horas lo tienes en las pantallas. En este caso, Bloomberg ni siquiera tuvo que abrir la boca. En el fragmento elegido por la campaña de Warren para el anuncio, sólo sale ella hablando, pero se ve a Bloomberg haciendo el gesto de mirar hacia arriba en plan condescendiente. Justamente lo que haría un millonario que se pregunta por qué demonios se está relacionando con esta gentuza.

Warren le castiga con dureza en el anuncio por el hecho de que varias trabajadoras en sus empresas firmaron acuerdos de confidencialidad en casos de denuncias de acoso sexual o discriminación por género, por los que aceptaban no hacer públicas las razones de su salida.

La misma presencia de Bloomberg en los puestos altos de las encuestas es todo un misterio. La media nacional de RealClearPolitics le concede un 16,1%, la tercera posición por detrás de Sanders (27,8%) y Biden (17,8%). No es sólo por su fortuna y las acusaciones de mujeres que fueron convenientemente silenciadas con dinero. Ha sido republicano la mayor parte de su vida. Como alcalde de Nueva York, amparó una política de acoso policial a las minorías étnicas –ahora dice estar arrepentido de esa decisión– con argumentos que pueden definirse como racistas. Defendió de forma encarnizada a Wall Street contra las reformas profundas que Sanders y Warren han promovido, aunque ahora acepta algunos cambios en la industria financiera.

Bloomberg sólo parece un candidato atractivo para los votantes demócratas cuando rectifica.

La presencia de Bloomberg en el debate permitió intervenciones enérgicas de Warren en una resurrección que no ha pasado desapercibida. Si la senadora hubiera demostrado antes esa determinación, quizá no estaría ahora en un segundo plano en las encuestas. Básicamente, no ha encontrado su hueco en las primarias, porque el bloque progresista parece firmemente en manos de Bernie Sanders y hay demasiados candidatos centristas como para que por ahí Warren pueda hacerse hueco. Pero algunas frases («me gustaría hablar de la persona contra la que nos presentamos, un multimillonario que llama a las mujeres tías gordas y lesbianas cara de caballo. Y no, no estoy hablando de Donald Trump, estoy hablando del alcalde Bloomberg») le colocan otra vez en primera línea, como ha quedado demostrado al recaudar casi tres millones de dólares en las 24 horas posteriores al debate.

Bernie Sanders también salió bien parado confirmando la tendencia observada con el comienzo de la carrera. Si bien parecía prematuro considerarlo favorito después del inicio de Iowa y NH, lo ocurrido desde entonces le refuerza en esa posición. Parece ser el candidato que mejor ha rentabilizado en los sondeos sus números de esos dos estados, mientras Pete Buttigieg no lo ha hecho así.

Para Sanders, la asistencia de Bloomberg al debate fue un regalo. Con tanta atención puesta en el millonario, los ataques que recibió fueron de poca entidad, casi lo menos que puedes esperar de un debate. Si se da el caso de que el dinero de Bloomberg es suficiente para convertirlo en el gran representante del sector moderado frente a Sanders, el proceso de demolición de su candidatura comenzó ya con brío en este duelo.

El senador de Vermont puso algo de su parte. Cuando Bloomberg dijo que no iba a pedir disculpas por su fortuna porque había trabajado duro para conseguirla, Sanders respondió: «Quizá tus trabajadores jugaron algún papel también».

El alto número de delegados que se reparten en el supermartes de marzo pueden dar la primera gran ventaja al senador y convertir su camino a la victoria final en el único resultado previsible, a menos que el asunto no esté resuelto antes de la celebración de la convención y el establishment demócrata se arriesgue a montar una operación ‘Todos contra Sanders’ que tenga éxito y que al mismo tiempo provoque tal conmoción que asegure la victoria de Trump mucho antes del día de las elecciones.

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

Cómo debería haber acabado ‘The Rise of Skywalker’.

–Un análisis del desenlace de ‘Parásitos’.
‘Wild Wild West’ era una película muy mala, pero es divertido leer por qué fracasó. Y sí, es la película que Will Smith prefirió hacer en vez de ‘Matrix’.
–La escena que hizo que ‘Misión imposible’ fuera algo especial.
–Tarantino explica por qué Laurence Fishburne rechazó el papel de Samuel L. Jackson en ‘Pulp Fiction’. Gran error, pero tenía su lógica.
–La responsable de la claqueta en ‘Malditos bastardos’ era muy creativa cada vez que tenía que hacer clac.
–Qué habría pasado si Michael Bay hubiera dirigido ‘Up’.
–Lo que nos dice el tráiler de la última película de Wes Anderson.
–Cómo se construyó el puente de Brooklyn cuando puentes similares no parecían muy sólidos en Europa.
La espada y la esvástica: un señor de la guerra medieval y su abducción por los fascistas.
–¿Y si el universo fuera una secuela?

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El Rasputín de Boris Johnson demuestra quién manda en el Gobierno británico

Dominic Cummings no escondía su poco aprecio por los diputados tories euroescépticos más conocidos cuando dirigía la campaña del Leave antes del referéndum del Brexit. «Sólo necesitamos meter a patadas a los monos voladores en la jaula y sacarlos en el momento adecuado», dijo a otro de los responsables de la campaña. Monos voladores. Así les llamaba en más de una ocasión.

El que es ahora el principal consejero de Boris Johnson tampoco sentía mucho respeto por los mandarines de la Administración, los altos funcionarios del Civil Service que asesoran a todos los ministerios. Ha dejado claro en más de una ocasión en privado que no habrá posibilidades de aplicar las reformas necesarias a la política británica mientras ellos mantengan su influencia.

En Downing Street, Cummings ha subido el nivel de sus movimientos. Este jueves, se ha cargado al ministro de Hacienda, Sajid Javid, obligado a dimitir porque le exigían que se deshiciera de todos sus asesores. O lo que es lo mismo, tenía que permitir que su cartera fuera controlada por el primer ministro Johnson y por tanto por Cummings hasta el más mínimo detalle. «No creo que ningún ministro que se respete a sí mismo aceptaría esas condiciones», dijo para justificar su renuncia.

Su sustituto, Rishi Sunak, de 39 años, no parece ser tan exigente. Hace sólo siete meses, era simplemente viceministro de Vivienda. Será fácil de controlar.

El canciller del Exchequer es en la práctica el número dos del Gobierno británico, un poco como un vicepresidente económico de un Gobierno español. Las relaciones de Gordon Brown o George Osborne con Blair y Cameron eran los factores más importantes del funcionamiento de sus respectivos gobiernos. En algunos aspectos, eran el contrapeso del poder del primer ministro. No es una situación que Johnson y Cummings quieren que se repita.

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El paranoico estilo de trabajo de Dominic Cummings está en la base de este conflicto. Como muchos otros en su posición, pretende acabar con las filtraciones a los medios de comunicación, un empeño habitualmente imposible. Pero él iba en serio. Hace unas semanas, forzó el cese de la jefa de prensa del ministro de Hacienda, lo que ya suponía una clara humillación para Javid. Ahora concluyó la jugada.

A Cummings le gusta burlarse de los periodistas alimentando su fama de consigliere implacable que no respeta ni a la mayoría de la clase política ni a los medios. Frente a esa costumbre un tanto intrusiva de los periodistas británicos de esperar a la puerta de su casa a los políticos por la mañana para hacerles unas cuantas preguntas rápidas, Cummings reacciona a veces con comentarios extravagantes, sólo con la intención de dejarles pensando qué habrá querido decir.

En ocasiones, está bastante claro. «Los PJ Masks (personajes de una serie de dibujos animados) harían mejor trabajo que todos ellos juntos», dijo hace unos días a un periodista de BBC aparentemente refiriéndose a los miembros del Gabinete.

Un primer ministro que acaba de ganar las elecciones por una amplia mayoría absoluta cuenta con pocos frenos para imponer su poder en los primeros meses. Por ahí no es nada sorprendente que no haya ningún miembro del Gabinete que pueda cuestionar sus decisiones. Lo que no es tan habitual es que un consejero no electo parezca tener más influencia que cualquier ministro. Si el titular de Hacienda ni siquiera puede nombrar a sus asesores, los demás ya tienen claro con quién no deben enemistarse.

La subida inmediata de la cotización de la libra frente al dólar tras conocerse la dimisión de Javid ha sido interpretada como la confirmación de que Downing Street se prepara para aprobar un estímulo fiscal de características aún desconocidas, pero que incluirá un notable aumento del gasto público. Eso servirá para despejar la incertidumbre a corto plazo sobre el crecimiento de la economía durante este año del Brexit ya culminado, pero aún pendiente de las negociaciones con Bruselas para la firma de un acuerdo comercial.

En el proyecto de Cummings está la idea de que los conservadores deben ampliar las inversiones públicas en el centro y norte de Inglaterra, donde consiguieron un importante aumento de votos en lo que eran hasta este año baluartes laboristas. Según el FT, Javid había frenado estos planes en las últimas semanas, con lo que se había convertido en un obstáculo que Cummings estaba dispuesto a superar. Una vez que los tories ganaron las elecciones, ya no era necesario disimular ni presentarse como el partido de la disciplina fiscal frente a los laboristas.

Javid, nombrado para el puesto en julio de 2019, descubrió muy pronto quién lleva las riendas en el Gobierno de Boris Johnson. Los ministros que continúan en el Gabinete ya están avisados. Será mejor que tengan listo el traje de los PJ Masks para complacer los deseos de Cummings.

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Por qué Sanders arranca con ventaja, pero aún no es el favorito

En las primarias que enfrentaron a Clinton y Sanders, se habló durante un tiempo de la posibilidad de que ningún candidato obtuviera el número mínimo de delegados para asegurarse la candidatura y de que estuviéramos ante una ‘convención abierta’, donde entrarían en acción los superdelegados.

Es demasiado pronto para llegar a ese punto ahora tras el combo Iowa-NH. Eso desde luego no va a impedir las especulaciones en estos tiempos de opiniones rápidas. Lo que parece claro es que hay seis candidatos –y aquí hay que incluir a Michael Bloomberg– que seguirán en la carrera hasta el supermartes. El 3 de marzo habrá primarias en 14 estados (más los demócratas inscritos en el extranjero). Se repartirán 1.357 de los 3.979 delegados en liza.

El problema de los demócratas es que sus primarias asignarán los delegados de forma proporcional a los votos recibidos a partir de un mínimo. Las diferencias entre candidatos pueden resultar muy pequeñas con un plantel tan nutrido. Eso ha sido habitual en la última década entre los republicanos, pero estos conceden todos sus delegados al ganador en muchos estados, con lo que es más fácil destacarse sobre los rivales.

Así que sí, esta vez volverá a hablarse de los superdelegados (cargos electos y del partido que tienen garantizado su voto en la convención). Este año son 775. Los cambios aprobados en 2018 les impiden votar en la primera votación, si la hay, no en las posteriores. Si hay que fiarse de los precedentes, todo esto será irrelevante. En las últimas décadas se ha llegado a la convención con el nombre del vencedor asegurado, pero siempre hay una primera vez para todo.

Bernie Sanders ganó en votos a Pete Buttigieg en NH por una distancia muy reducida (25,8%-24,5%, una diferencia de 3.940 votos). En número de delegados conseguidos, reciben los mismos, nueve. Los votos son muchos menos que los que obtuvo en 2016, pero la comparación no tiene mucho sentido, porque el número de contrincantes es mayor.

Realmente, es prematuro considerar favorito a Sanders. Varios medios lo han hecho ya. Es cierto que en una competición larga y sin muchas deserciones entre los seis antes citados (Sanders, Buttigieg, Biden, Warren, Klobuchar y Bloomberg), los votantes centristas tienen varias opciones, mientras que el senador de Vermont goza de un claro predominio entre los más progresistas. Eso le puede dar de entrada una ventaja. Sin embargo, aquí hay que volver al tema de una competición abarrotada. Cuantos más candidatos aguanten, más difícil es que uno de ellos llegue al número necesario de delegados para asegurarse la victoria.

Sanders cuenta con dos activos que suelen ser cruciales en una campaña. Más dinero que sus adversarios y una infraestructura de voluntarios más amplia en un país de dimensiones continentales.

Los datos de la ‘exit poll’ de CNN revelan que la edad y la clase social son factores decisivos en el voto a Sanders y Buttigieg. El primero arrasa entre los votantes de 18 a 29 años (47%) y entre 30 y 44 (39%). El segundo reparte sus apoyos de forma similar con independencia de la edad de sus partidarios.

Por ingresos, entre los que cobran entre 30.000 y 50.000 dólares, Sanders se destaca con un 34%. Buttigieg gana, también con un 34%, entre los que están entre los 100.000 y 200.000. Los votantes del segundo están más preocupados por el cambio climático y la política exterior. Los de Sanders por la sanidad y la desigualdad. Los que quieren políticas más progresistas que las de Obama votan a Sanders en un 43%. Los que quieren volver a los principios de Obama votan a Buttigieg en un 28%.

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Buttigieg es la sorpresa de las primarias, básicamente porque no es lo que son los otros. Es joven, 38 años, y es blanco. Los demás no suman las dos características. Su activo no es la experiencia política. El mayor cargo que ha tenido es el de alcalde de la cuarta ciudad de Indiana (población: 104.000 habitantes). El mayor problema para Buttigieg es que su apoyo entre la comunidad negra y latina es cercano a cero. «Ya admiraba al senador Sanders cuando era estudiante de instituto», dijo en New Hampshire en una forma elegante de llamarle viejo.

Buttigieg no es Obama. No es alguien que cautive a las masas, aunque ha cometido pocos errores no forzados. En la precampaña, la primera ‘gran esperanza blanca’ era Beto O’Rourke, que recibió una atención desproporcionada en los medios. Duró menos que un charco en una carretera de Texas en verano. Buttigieg ha demostrado ser más resistente.

La senadora Amy Klobuchar ha resucitado cuando importa con un 19,8% en NH. Necesita traducir ese apoyo y la atención despertada en los medios en dinero cuanto antes. De otra manera, no podrá competir en condiciones en el supermartes. En el último trimestre de 2019, recaudó 11,4 millones de dólares. Era su mejor cifra y también una tercera parte que Sanders y la mitad que Biden, Warren y Buttigieg. Ha gastado una parte considerable de sus fondos en New Hampshire.

Lo peor para Elizabeth Warren no es el 9,3% de NH y quedarse a 48.000 votos de Sanders, sino que confirma una tendencia a la baja iniciada hace más de un mes. Su enfrentamiento con el senador por unos supuestos comentarios de este a cuenta de las pocas posibilidades de que una mujer llegue a presidenta no le dejó en buen lugar. Parecía un gesto desesperado por desgastar a Sanders. Su campaña es sólida y muy disciplinada a la hora de explicar su mensaje. Es sólo que no ha encontrado el número suficiente de seguidores como para destacarse sobre los demás.

Por último, queda el favorito que en realidad no lo era tanto. Siempre que se ha presentado a unas elecciones presidenciales, Joe Biden ha sido un mal candidato. Ni cuenta con un mensaje claro de por qué quiere ser presidente ni tiene carisma de líder. Su idea de que será capaz de recibir el apoyo de republicanos moderados choca con la realidad. Los votantes de ese partido están muy satisfechos con Trump o se conforman con que sea reelegido, según las encuestas. En New Hampshire, tiró la toalla antes de tiempo. Para Biden, aunque obtenga buenos resultados en las citas de Nevada y Carolina del Sur, lo que es probable, el supermartes es una pelota de partido. No sería el primer supuesto favorito que muere al poco de empezar (recuerden a Rudy Giuliani y Jeb Bush en los republicanos).

Hay que reservar una bola extra para Donald Trump que debería preocupar a los demócratas. También hubo primarias para los republicanos. Sólo para demostrar el nivel de apoyo al presidente. Ahí Trump obtuvo 118.774 votos, muchos más que Obama, Bush, Clinton y Reagan en NH en los años en que se presentaban a la reelección. A día de hoy, Trump es favorito para conseguir la victoria en noviembre, que es algo que no pueden decir ninguno de los candidatos demócratas.

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