Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

La escena de la playa de ‘Tiburón’.

–La cinefilia de Tarantino trasladada a sus películas.
–Elogio del malo de ‘Black Panther’.
–El legado de ‘El caballero oscuro’ es peor que la película.
–Un ranking de los Vengadores.
–Los Emmys ignoraron a ‘Twin Peaks’ en los Emmy.
James Gunn y los límites de la tolerancia cero en Hollywood.
–Rupert Everett es Oscar Wilde.
–¿Qué es lo que hace un director de orquesta?
–Cómo hacen los ingenieros para que los túneles no se vengan abajo.
–Una exposición sobre los asirios en el Museo Británico.

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Pakistán elige como líder a un cruzado contra la corrupción con permiso del Ejército

Pakistán tendrá como primer ministro al político que con más consistencia ha denunciado la corrupción estructural del país. Imran Khan, de 65 años, ha llevado a su partido a una victoria que  hasta hace poco tiempo  parecía imposible. Los dos partidos que han dominado la política paquistaní durante décadas se han quedado por detrás, quizá porque el ‘tercer partido’, el Ejército, tenía otros planes ante esta campaña electoral.

Con 114 de los 259 escaños ya asignados, según los resultados provisionales, Khan tendrá la responsabilidad de dirigir un país de 212 millones de habitantes considerado en general como ingobernable y contemplado con temor desde Occidente.

Lo hará un hombre de ideas nacionalistas, un reformista obsesionado con acabar con la corrupción pero dispuesto a pactar con grupos islamistas reaccionarios, un feroz crítico de la política exterior de EEUU y de la implicación de Pakistán en la guerra contra Al Qaeda y que siempre ha apostado por la negociación y no por la guerra para solucionar problemas para los que no hay solución.

Para demostrar hasta qué punto Pakistán es un país disfuncional en los asuntos más básicos, en las primeras 24 horas tras el cierre de los colegios no hubo ni un solo dato oficial del recuento a causa de la  inaudita caída del sistema informático.

A media tarde del jueves, Khan se proclamó como vencedor con un discurso que fue una crítica descarnada  del estado del país: «Los agricultores no reciben ningún pago por su duro trabajo. 25 millones de niños están fuera de las escuelas. Nuestras mujeres continúan muriendo al dar a luz porque no les damos una atención sanitaria básica. No damos a la gente suministro de agua potable. No se valora a un país por el estilo de vida de los ricos, sino por el de los pobres. Ningún país que tiene una isla de ricos y un mar de pobres puede prosperar».

Su intervención fue elogiada por la mayoría  de los analistas, que la vieron como la de alguien dispuesto a gobernar para todos, no la de un líder que llega por primera vez al poder dispuesto a ajustar cuentas con sus enemigos, muchos en su caso. Y fue coherente con su mensaje de la campaña electoral.

Algunos no quedaron convencidos, porque hizo demasiadas promesas, no todas compatibles, y dijo a la gente lo que esta quería escuchar. Los medios extranjeros se apresuraron a definirlo como populista, que es lo que ocurre siempre que gana alguien que no forma parte de los partidos tradicionales.

Héroe nacional del cricket

Khan no cuenta con ninguna experiencia de gobierno y es al mismo tiempo el político más conocido de Pakistán gracias a su pasado como gloria nacional del cricket. Está considerado el mejor jugador paquistaní de todos los tiempos. Se retiró en 1992 después de dirigir la selección que ganó la Copa Mundial de Cricket, la única victoria conseguida por Pakistán en esa competición.

Por entonces, Imran Khan era un improbable candidato a gobernar algún día el país. Procedente de una familia rica, había terminado los estudios en Oxford antes de iniciar su carrera deportiva. Después, su trayectoria alternó entre una vida de playboy, aparentemente finalizada con su boda con la hija de un multimillonario británico, y su promoción de causas benéficas, cuyo mayor éxito fue la construcción del mejor hospital especializado en cáncer del país.

A finales de los 80, se convirtió en un hombre diferente al vivir un renacer religioso por el encuentro con un místico sufí.  Lo explicó así a un periodista británico años después: «El cricket y el deporte profesional te hacen implacable, porque no hay premios para el que queda segundo. El instinto asesino que necesitas no incluye la compasión por los otros. Pero esto (la religión) es totalmente diferente. Te hace creer en la compasión».

Fundó en 1996 su partido, Pakistan Tehrik-e-Insaf (PTI, Movimiento por la Justicia de Pakistán) con el que inició una larga travesía que parecía no ir a ninguna parte. Apoyó el golpe de Estado de Musharraf en 1999 con el que se derrocó a Nawaz Sharif en su segunda etapa como primer ministro. Años después, cuando Musharraf pasó de dictador a presidente electo sin abandonar la jefatura de las Fuerzas Armadas en unas elecciones convenientemente preparadas, Khan lo abandonó y pasó a la oposición.

Soldados paquistaníes vigilan las calles de Peshawar en la campaña electoral.

El partido de Khan, cuyo símbolo es un bate de cricket, obtuvo resultados ínfimos en varias contiendas electorales. Se enfrentaba a dos colosos, los partidos que son en realidad la extensión del poder de dos dinastías familiares, los Bhutto y los Sharif. Los Bhutto dirigían una formación más liberal, urbana y pro-occidental. Los Sharif, un partido más conservador, rural y nacionalista. Sus métodos eran idénticos: ambos son un clan con una maquinaria clientelar que llega hasta el último pueblo y en la que los votos se pagan con empleos y dinero para sus partidarios.

En los pequeños pueblos paquistaníes, impera un feudalismo estremecedor. El cacique local decide a quién vota cada persona porque él es el que recibe el premio de cada partido. Los que se niegan –a fin de cuentas, cada uno deposita la papeleta en la urna– pueden perder el empleo o acabar en prisión.

En su libro Pakistan. A Hard Country, el periodista británico Anatol Lieven cuenta que muchos votantes le decían que admiraban a Khan, pero que no le votarían porque sabían que no podía ganar, y si no lo hacía, no estaría en condiciones de devolverles el favor.

El asesinato de Benazir Bhutto en 2007 dejó a su partido en un estado de confusión y en manos de su viudo, Ali Zardari, permanente sospechoso de corrupción. Eso abrió una grieta años después en el sistema bipartidista. En las elecciones de 2013, el PTI tuvo un buen resultado –tercero muy cerca del segundo– y pasó a ser de hecho la principal fuerza de oposición al Gobierno de Sharif.

Ya entonces Khan confirmó que era tan carismático como errático en sus ideas y alianzas. Su mensaje modernizador casaba mal con algunos de sus socios. Pretende que Pakistán sea un Estado moderno en el que la prioridad sea mejorar la educación y las condiciones económicas de los ciudadanos, pero ha pactado con grupos islamistas a los que sólo les preocupa la religión y ha llegado a apoyar las draconianas leyes antiblasfemia. Denunció las campañas militares contra los talibanes paquistaníes por su impacto dramático en la población civil al crear centenares de miles de refugiados, pero nunca fue tan claro en su rechazo de la violencia de los yihadistas. En la clase media, empezaron a llamarle Taliban Khan.

El regalo que vino de Panamá

Los Papeles de Panamá le dieron el empujón definitivo al desvelar las cuentas de la familia Sharif en paraísos fiscales y provocar el fin de la carrera de Nawaz Sharif, destituido por el Tribunal Supremo –siempre preparado para cumplir las órdenes de la cúpula militar– y encarcelado hace unas semanas.

El Ejército terminó por despejarle el camino. Los militares están enemistados históricamente con los Bhutto y derrocaron en 1999 a Sharif. Tuvieron que aceptar la tercera y última etapa de gobierno de Sharif, pero en la última legislatura las relaciones se vinieron abajo cuando el primer ministro marcó distancias con el Ejército con la intención de mejorar las relaciones con India. Las revelaciones sobre la fortuna a nombre de los hijos de Sharif fueron el motivo perfecto para cambiar de caballo en la carrera.

El poder de los militares

El Ejército ha gobernado Pakistán durante 30 años y ha sido el actor político más influyente en el resto del tiempo. Los servicios de inteligencia (ISI) cuentan con su propia política exterior que ha pasado por financiar a grupos yihadistas en Cachemira y Afganistán, y amenazar a los grupos de la sociedad civil que osan cuestionarles. Los periodistas temen las visitas de los agentes del ISI a las redacciones.

En otro tiempo, las críticas de Imran Khan a EEUU por su estrategia militar en la región, incluidos los ataques con drones en territorio paquistaní, eran un obstáculo demasiado grande como para que los militares le prestaran apoyo.

Ahora parece que ese problema ha desaparecido, favorecido por el hecho de que el Gobierno de Donald Trump decidió acabar con la ayuda militar directa a Pakistán.

Durante la campaña electoral, los militares presionaron a dirigentes del partido de Sharif para que se pasaran a las filas del PTI –como así hicieron algunos– y se ocuparon de que otros fueran inhabilitados por los tribunales. Un juez de Islamabad tuvo el valor de denunciar en un discurso la interferencia militar y llegó a decir que el ISI había presionado a los jueces para que condenaran a Sharif. Las televisiones locales no se atrevieron a incluir en sus informativos la parte de su discurso dedicada al ISI. Pero se movió en las redes sociales, uno de los pocos escenarios del debate público que los militares no controlan y que han aprendido a tener en cuenta.

El Ejército desplegó 370.000 soldados el día de las elecciones supuestamente para garantizar la seguridad, también dentro de los colegios electorales, una labor que ya realizan las fuerzas policiales.

Khan ha negado haber llegado a un pacto con el alto mando militar. Eso no le ha impedido elogiar a su máximo responsable, el teniente general Javed Bajwa, en términos exagerados y no muy creíbles: «El actual jefe militar, el general Bajwa, es probablemente el hombre más prodemocracia que haya conocido nunca», dijo en una entrevista a BBC en mayo.

El futuro primer ministro está convencido de que Pakistán «debe abandonar la llamada guerra contra el terrorismo». Exige que EEUU ponga fin a los ataques con drones, «una carnicería y un horror de unas dimensiones que se ocultan a la gente en Occidente». A pesar de sus ideas nacionalistas y de su actual cercanía con el Ejército, ha prometido en su intervención del jueves que hará lo que sea necesario para mejorar las relaciones con India, un asunto que los militares siempre contemplan con prevención.

El mantenimiento de la guerra encubierta con India permite al Ejército investirse como garante de los intereses nacionales del país y es por tanto un factor de legitimidad del que no están dispuestos a prescindir.

Todo eso no importa demasiado a los votantes de Khan, sobre todo entre los jóvenes entre los que es muy popular porque lo ven como la única esperanza de que haya un auténtico cambio. Pensando en ellos, Khan ha renunciado a vivir en el palacio donde reside el primer ministro porque considera una afrenta disfrutar de tanto lujo en un país tan pobre. En todo caso, ya es suficiente con su mansión en una colina alejada de Islamabad, valorada en varios millones de dólares aunque en unos terrenos comprados hace muchos años.

Está claro que Khan quiere seguir siendo un héroe, aunque ahora también deberá demostrar que puede ser primer ministro.

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Sacha Baron Cohen es un genio

Un fantasma se acerca peligrosamente a la América de Trump. El programa ‘Who is America?’ de Sacha Baron Cohen puso en evidencia en el primer capítulo a varios congresistas republicanos partidarios de las armas. En el segundo, ha ido más lejos, si por ello se entiende convencer a un legislador de la Asamblea de Georgia de que se baje los pantalones y enseñe el culo como supuesta táctica para enfrentarse a un terrorista del ISIS y engañándole también para que grite «nigger» a pleno pulmón.

El congresista Jason Spencer ha concluido sus 15 minutos de fama con el anuncio de su dimisión y el probable fin de su carrera política a lo que se había resistido en los últimos dos días. Procedente de las filas del Tea Party, se hizo conocido por amenazar a una abogada negra con que desaparecería en un pantano del sur de Georgia si continuaba haciendo campaña por la retirada de los monumentos de la Confederación.

Sacha Baron Cohen se disfraza en este programa de excoronel del Mossad y experto en lucha antiterrorista y con eso ya tiene la mitad del trabajo hecho con los republicanos, dispuestos a aceptar cualquier cosa que salga de su boca.

Este es el fragmento del primer episodio del programa en el que Cohen convencía a varios republicanos de las ventajas de entregar armas a niños desde tres años de edad para defender las escuelas del ataque de un hombre armado. No tenía que insistir mucho. Todos quedaban maravillados por la inteligencia de la idea.

El programa ha recibido unas cuantas críticas, por ejemplo aquí, por ser un producto tan divertido en ocasiones como cínico y cruel. Quizá se pueda decir lo mismo de la política norteamericana tan brutalmente parodiada en el programa con personajes y situaciones reales.

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Desnutrición infantil por la guerra de Yemen

Un equipo de BBC con la reportera Orla Guerin ha estado en el sur de Yemen para comprobar los efectos de la guerra, en concreto los casos de desnutrición en niños, agravada por los bombardeos saudíes y emiratíes sobre la infraestructura civil del país y centros sanitarios. La campaña de ataques aéreos lanzada por Arabia Saudí en apoyo de sus aliados yemeníes lleva ya tres años sin conseguir su objetivo de controlar el país y sólo hubiera sido posible con la ayuda militar prestada por EEUU y Reino Unido.

En relación al ataque sobre la ciudad portuaria de Hodeidah, la directora ejecutiva de Unicef difundió un comunicado en junio en el que recordó el coste en vidas humanas de menores en esta guerra.

«Unicef estima que al menos 300.000 niños viven ahora en o cerca de la ciudad de Hodeidah, niños y niñas que ya han sufrido demasiado. Millones de niños por todo Yemen dependen para sobrevivir de la ayuda humanitaria y de los suministros que llegan cada día por ese puerto. Sin importación de alimentos, una de las peores crisis de malnutrición del mundo sólo puede empeorar. Sin importación de combustible, básico para el suministro de agua potable, el acceso de la gente al agua para su consumo se reducirá aún más, provocando más casos de diarrea aguda y cólera, ambos letales para los niños más pequeños».

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Israel impone la discriminación de los árabes como norma constitucional del Estado

Israel para los judíos. Sólo para los judíos. El Parlamento ha aprobado una ley con la que certifica la discriminación de sus ciudadanos árabes, que son el 20% de la población, para considerarlos ya de forma definitiva ciudadanos de segunda clase. Confiere al Estado un carácter étnico, ya que sólo los judíos tienen derecho a tomar las decisiones más importantes sobre el futuro del país. Como dice la ley: «Israel es la patria histórica del pueblo judío, que tiene el derecho exclusivo a la autodeterminación nacional en él».

«Derecho exclusivo» son las dos palabras clave en esta frase. Es una norma jurídica que tiene el estatus de «ley fundamental». Para entendernos, como si fuera la Constitución en un país que carece de ella. Impone unos límites generales a toda legislación que salga del Parlamento o a cualquier decreto del Gobierno.

El hebreo será el único idioma oficial. El árabe pierde su condición de lengua oficial y pasa a tener un «estatus especial».

Con ser importante, la ley no cambiará la condición legal de los israelíes de un día para otro. La primacía de los judíos sobre los árabes ha sido una característica básica del Estado desde su fundación. El Estado se fundó precisamente para ser el «hogar nacional» de los judíos. Y desde el principio los árabes que continuaron dentro de las fronteras del nuevo país, donde sus antepasados llevaban siglos viviendo, pasaron a ser sospechosos de traición.

Hasta 1966, los palestinos que vivían en el país –a los que allí los partidos y los medios de comunicación llaman «árabes israelíes»– vivieron bajo gobierno militar. Es decir, la máxima autoridad era el Ejército.

Las inversiones en educación, sanidad y demás partidas de gasto social en los presupuestos siempre han sido mayores en las zonas donde vivían judíos. Sólo en el Gobierno de Yitzhak Rabin hubo un aumento claro de gasto público en los lugares habitados por árabes. Por eso, actualmente las estadísticas sobre esperanza de vida, mortalidad infantil o incidencia de enfermedades revelan una clara diferencia entre ambos pueblos.

En el mismo día de las últimas elecciones, Netanyahu hizo una intervención pública para anunciar que «los votantes árabes están llegando en oleadas a las urnas» para meter miedo a los votantes del Likud que aparentemente se estaban mostrando reacios a acudir a los colegios electorales. Desde hace mucho tiempo, el ‘ellos y nosotros’ ha estado muy presente en la política israelí.

«Es un momento decisivo en los anales del sionismo y en la historia del Estado de Israel», dijo Netanyahu en el Parlamento para celebrar la aprobación de la ley.

«El daño que se ha hecho con esta nueva ley al Estado de Israel como una nación democrática y judía es enorme», comentó el rabino Rick Jacobs, la máxima autoridad de la comunidad judía reformista, la mayoritaria en los judíos de EEUU, pero minoritaria en Israel, donde la rama ortodoxa es la religión del Estado.

«Es una ley que fomenta no solo la discriminación, sino también el racismo, perpetuando el estatus inferior de los árabes en Israel», dijo en el Parlamento el diputado árabe Yousef Jabareen». El grupo de diputados árabes ondearon banderas negras en el pleno para simbolizar la muerte de la democracia y gritaron «esto es apartheid». Varios de ellos fueron expulsados del hemiciclo en una sesión tumultuosa.

La nueva ley extenderá la idea de que el Estado de Israel se ha convertido en una forma de apartheid en la que los derechos de sus ciudadanos dependen de su condición étnica o religiosa. Es una palabra cargada de simbología política que ya han utilizado los partidos árabes de Israel y los políticos palestinos de Cisjordania.

Es también una norma que ha sido posible por la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, que ha fortalecido las posiciones ultranacionalistas en Israel. En otra época, la ley no habría obtenido los votos necesarios o el mismo Gobierno se habría ocupado de bloquearla en el Parlamento tras recibir el correspondiente aviso desde Washington, que aporta cada año desde hace décadas 3.000 millones de dólares en subvenciones y créditos avalados al presupuesto militar de Israel. Con Trump en la Casa Blanca, que acaba de decretar el traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén, no es necesario disimular.

La descripción de Israel como Estado judío pero al mismo tiempo democrático y plural no encaja con la nueva ley, que alienta el desarrollo de comunidades judías étnicamente coherentes, lo que justificará con base legal que el Gobierno vuelque sobre ellas los fondos económicos necesarios. Y permitirá bloquear el desarrollo de las comunidades árabes si eso entra en conflicto con las necesidades del Estado. Es una vuelta al periodo anterior a 1966, donde las tierras propiedad de árabes podían ser expropiadas para habilitar zonas donde vivieran judíos.

La discriminación por la vía de los hechos, a veces confirmada por los tribunales, a veces bloqueada por estos, tendrá ahora una base legal más sólida.

De todas las tierras incautadas por Israel en Cisjordania desde 1967 –aproximadamente la mitad de su extensión–, el 99,7% ha sido utilizado para la expansión de los asentamientos judíos. El 0,2% ha sido asignado a los palestinos. Ese proyecto colonial se ha desarrollado por razones supuestamente de seguridad, pero sólo ha sido una excusa para ampliar la presencia de los asentamientos y hacer imposible que en el futuro se pueda instaurar un Estado palestino. Eso contraviene las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que por lo demás nunca se han cumplido.

Ahora dentro de las fronteras reconocidas de Israel ese concepto de supremacía judía sobre cualquier otro grupo nacional ha adquirido rango de ley constitucional.

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Pánico en EEUU tras la cumbre de Trump y Putin

A Donald Trump le gusta decir que es un tipo imprevisible que sorprende a sus adversarios, lo que le da ventaja en cualquier negociación. No con Vladímir Putin. El presidente de EEUU se presentó en Helsinki para su primera gran cumbre con el hombre que ya era presidente de Rusia cuando él hizo un breve y rápidamente frustrado intento de ser el candidato del partido que había montado años antes el millonario Ross Perot. La diferencia de experiencia entre ambos es notoria, pero ese no es el tema.

Después de la primera cumbre de Kennedy y Jruschov, el primero reconoció después, no en público, que se había dejado dominar por el líder soviético. Alguien que había sobrevivido a Stalin tenía a buen seguro muchos recursos para manejarse en cualquier situación. En la cumbre de Reikiavik de Reagan y Gorbachov, los asesores del primero llegaron a temer que su jefe pudiera verse arrastrado a un acuerdo en favor de la eliminación de las armas nucleares que a EEUU no le convenía.

Nunca se debe subestimar el factor personal en este tipo de encuentros, aunque está claro que cada parte defiende sus intereses. Sólo en las películas se descubre que alguien muy cercano al presidente es un agente doble que trabaja para el enemigo (bueno, con la excepción de lo que ocurrió a Willy Brandt).

Trump se presentó en Helsinki unos días después del procesamiento de doce miembros del servicio de inteligencia ruso por la acusación de haber hackeado al Partido Demócrata y a la campaña de Hillary Clinton. Es una acusación aprobada por un gran jurado a instancias del fiscal especial Mueller en la investigación que Trump ha calificado de «caza de brujas» en repetidas ocasiones. Y es también una investigación promovida por el Departamento de Justicia de EEUU.

Nada de eso afectó lo más mínimo a Trump. Cualquier reconocimiento de la intervención rusa en la campaña restaría brillo a su victoria en las urnas en 2016, y eso es algo que no está dispuesto a tolerar. Si para conseguir eso tiene que quitar credibilidad al Departamento de Justicia, el FBI y los servicios de inteligencia, lo hará sin ningún pudor en su país y en el extranjero. Incluso delante de Putin, o quizá precisamente por eso.

No hay más doctrina de seguridad nacional para Trump que la defensa de sus intereses personales. En la Estrategia de Seguridad Nacional que el mismo Trump firmó en diciembre, la parte dedicada a Rusia era muy clara: «Rusia intenta debilitar la influencia de EEUU en el mundo y separarnos de nuestros aliados y socios. Rusia considera que la OTAN y la UE son amenazas. Rusia está invirtiendo en nuevas capacidades militares, incluidos sistemas nucleares que continúan siendo la amenaza existencial más significativa para EEUU; y en su capacidad de ciberdesestabilización, formas modernizadas de tácticas subversivas, Rusia interfiere en los asuntos políticos internos de países del mundo».

¿Cómo ve Trump esa amenaza potencial? En la rueda de prensa con Putin, reiteró que la relación entre ambos países no ha sido nunca peor que ahora –porque la culpa es de anteriores gobiernos de EEUU–, «pero eso ha cambiado hace cuatro horas», el momento exacto en que se inició la reunión con el presidente ruso.

La reacción de políticos, analistas y medios de comunicación fue inmediata. Indignación. Rabia. Pánico. «La cumbre en la que Putin soñó durante 18 años», en el NYT. Trump prefirió inclinarse ante el ruso cuando debía haberse levantado en favor de EEUU, en The Washington Post. «Una vergüenza nacional», en el editorial del WSJ. Hasta en Fox News no daban crédito.

En su partido, Trump no tuvo mucho apoyo o casi ninguno. «Nunca pensé que el presidente de EEUU se convertiría en una de esas personas que son engañadas por los antiguos expertos del KGB», dijo el congresista republicano de Texas Will Hurd, que fue agente de la CIA. El senador McCain fue evidentemente el más duro. El senador Lindsey Graham, mucho más cercano al presidente, afirmó que Rusia verá la actitud de Trump como una muestra de «debilidad», el peor pecado para un republicano en política exterior. Newt Gingrich, siempre dispuesto a inclinarse ante Trump, llamó a la rueda de prensa «el error más grave» de su presidencia, uno que debería corregir inmediatamente.

¿Balón de fútbol? Sí, Putin entregó un balón a Trump por el Mundial de fútbol de 2026 que albergará EEUU junto a Canadá y México. ¿Un gesto cortés? «Si fuera yo, comprobaría el balón de fútbol por si tiene un mecanismo de escucha y no permitiría que entrara en la Casa Blanca». No parecía que Graham pretendiera hacer una broma. El NYT dedicó un artículo al balón por considerarlo una especie de metáfora de la relación entre ambos políticos. O eso decía un profesor de Ciencia Política citado en el artículo.

Aparentemente, el balón es otra forma de control mental por parte de Putin. Un truco visual con el que demostrar que está al mando. Lo cierto es que las sospechas sobre el comportamiento de Trump han llegado en muchos medios norteamericanos hasta niveles difíciles de entender. Desde luego, nada puede superar a la idea de que Trump sea un «activo» de la inteligencia rusa, el término con el que se identifica a un espía o un confidente a sueldo. La revista New York acaba de publicar un larguísimo artículo a partir de esa hipótesis titulado con una pregunta, un truco habitual en periodismo cuando se quiere contar algo de lo que no se tienen pruebas, pero sí indicios, pistas y fechas, no necesariamente sólidos: Will Trump Be Meeting With His Counterpart — Or His Handler?

Hay una visita de Trump a Moscú en fecha muy lejana, 1987, pero la más reciente permite lanzar la caña: «En julio de 2013, Trump visitó Moscú otra vez. Si los rusos no tenían una relación secreta (con él) o documentos comprometedores sobre Trump treinta años atrás, muy probablemente la consiguieron entonces», dice el artículo.

El periodismo de lo plausible no goza de una excelente reputación, pero en la era de las redes sociales no necesitas mucho para captar la atención de los que están ansiosos por creer todo lo que confirme sus prejuicios. Incluidas novelas de espías.

En un análisis, un reportero del NYT recorrió un camino parecido sin llegar hasta el final: «Sus declaraciones estaban tan divorciadas de los objetivos de la política norteamericana, así como del resto de la Administración, y son tan inexplicables en varios niveles que eso plantea una pregunta que ha perseguido desde hace tiempo a Trump: ¿tiene Rusia algo sobre él?» (otra vez la pregunta porque el periodista tampoco tiene nada que sostenga una respuesta claramente afirmativa).

Se refiere a algo comprometedor, o por utilizar el término ruso procedente de la época del KGB que tanto ha aparecido en medios norteamericanos en los últimos meses, ‘kompromat’.

En términos cinematográficos, es como coger la trama de ‘The Manchurian Candidate’ y elevarla a la máxima expresión. Lo cierto es que hay gente inteligente, no de la escuela Alex Jones, que está dispuesta a aceptarla como al menos una posibilidad (esta pequeña viñeta en el FT tiene una referencia a la película). Y al igual que con ‘kompromat’, se ha hablado mucho de este filme desde hace algún tiempo.

En el debate político norteamericano, se ha abandonado la idea de que ante una revelación extraordinaria es perfectamente legítimo exigir pruebas extraordinarias. No vale con indicios, sospechas o inconsistencias de la versión más comúnmente extendida sobre esos hechos.

Eso no resta gravedad a la intervención de Trump en la rueda de prensa, en especial dar más valor a la palabra del presidente ruso que al trabajo de sus propios servicios de inteligencia. Ni tampoco a las sospechas muy fundadas que han causado los primeros procesamientos por el ataque a los servidores de los demócratas y de la campaña de Clinton.

Aun así, Trump decidió celebrar la cumbre, no ya porque crea que puede beneficiar a su país un periodo de distensión con Rusia (Bush y Obama también lo intentaron en el inicio de sus mandatos), sino porque además admira a Putin, al igual que a otros líderes de sistemas políticos autoritarios (Xi, Erdogan, Orbán, Duterte…). El mismo político que ha insultado o menospreciado a Merkel, Trudeau y May, es decir, sus aliados más cercanos.

Trump ha ido más lejos con esta cumbre de Helsinki. Algunos altos cargos y funcionarios de la Administración en Washington apagaron la televisión durante la rueda de prensa. Lo que habían visto ya les dejó bastante perplejos. La reacción en EEUU ha sido en general tan virulenta que las autoridades rusas, que salieron inicialmente muy satisfechas de la cumbre, vieron después que tenían que bajar las expectativas. Ese optimismo inicial no tiene muchas posibilidades de cumplirse. Y con el progreso de las investigaciones de Mueller, con o sin ‘Manchurian Candidate’, las relaciones entre ambos países no cuentan con un gran futuro en el hiperbólico debate político de Estados Unidos.

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Trump se quedó tanto solo que a su vuelta a Washington se vio obligado a rectificar, algo poco frecuente en él. Con un texto preparado, afirmó que se equivocó porque debía haber utilizado una doble negación. «La frase debería haber sido ‘no veo ninguna razón para que no fuera Rusia’, una especie de doble negación. Así que pueden escribir eso y creo que probablemente queda ya bastante claro. He dicho en numerosas ocasiones que nuestros servicios de inteligencia descubrieron que los rusos interfirieron en nuestras elecciones».

Lo que no es exactamente cierto, pero tampoco sorprendente dada la singular relación de Trump con los hechos.

Hay más, siempre hay más con Trump. Un reportero de CNN descubrió que el texto que el presidente tenía delante incluía una frase escrita con rotulador (Trump usa rotuladores cuando tiene que corregir un texto). Decía «no hubo colusión» (pacto entre dos personas para perjudicar a otra), un desmentido que ha empleado con frecuencia en Twitter. Estaba escrito, pero esta vez decidió no pronunciar esas palabras.

Y ahora con sus propias palabras.

En la rueda de prensa de Moscú no estaba leyendo un texto, sino hablando. En definitiva, diciendo lo que realmente piensa. El problema no era una frase concreta o una doble negación desaparecida, sino que en el contexto de toda su intervención Trump restó validez a las acusaciones contra Rusia y dio credibilidad al desmentido de Putin.

Hubo una reunión antes de esta última comparecencia de los principales miembros del Gabinete de Trump (Defensa, Estado, Tesoro, CIA, Inteligencia y otros) para analizar la tormenta provocada por la visita a Rusia. Según Bloomberg, fueron el vicepresidente y el secretario de Estado los que le convencieron en privado de que debía rectificar.

Si Trump quería inaugurar una nueva etapa de distensión con Rusia, parece que ese impulso ha muerto antes de poder despegar. Aunque para estar seguros, habrá que revisar su cuenta de Twitter en los próximos días.

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Loitering laws: una adaptación del racismo del pasado

Durante siglos las leyes contra vagabundos (una traducción aproximada de ‘loitering laws’) fueron utilizadas en Reino Unido y EEUU para justificar el acoso policial a personas sin empleo conocido, es decir, los pobres.

En EEUU, fueron una forma legal de mantener sometida a la población negra que se había librado de la esclavitud tras la guerra civil. En la época de la lucha por los derechos civiles, se emplearon para detener a los líderes del movimiento. Era suficiente con estar en la calle sin hacer nada especial (o esperando a que comenzara una manifestación) para ser detenido.

Consideradas anticonstitucionales por los tribunales cuando los ayuntamientos aprobaban versiones similares de esas normas, han pasado a ser una práctica policial habitual en algunas zonas de EEUU a través del ‘racial profiling’, que consiste en considerar sospechosa a una persona por el hecho de ser negro o latino. Ahora se sospecha que se sigue empleando para identificar sin motivo a una persona para pedir su documentación y entregarlo en su caso a los agentes de inmigración de ICE.

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

Bailad, malditos.

–Kubrick explica el final de ‘2001’.
Aaron Sorkin y los diálogos.
–Screwball Comedy y ‘Sucedió una noche’.
–Un mashup de terror a partir de ‘El resplandor’.
–La construcción del terror en ‘Alien’.
Una tipografía para dominar los carteles de películas.
–La ruina financiera de Johnny Depp.
–Por qué había antes música en los ascensores.
–Cómo se ocupa Disney de los mosquitos.
‘Seven Nation Army’ y su origen futbolero en Bélgica.
–Curiosidades geográficas de Estados Unidos.
–Cómo perdió los brazos, ejem, las patas delanteras el T-Rex.
–Algunos datos sobre el asteroide que acabó con los dinosaurios.
Joe Bananas y otros apodos de los capos de la mafia.

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Trump convierte a la OTAN en una alianza de papel

La cumbre de la OTAN ha sido la oportunidad perfecta para otra gran actuación de Donald Trump en la versión que aterroriza a sus presuntos aliados europeos. Ya la semana pasada sugirió en un mitin que la presencia de miles de tropas norteamericanas en Alemania era un asunto que podría revisar por razones económicas. En un desayuno el miércoles con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó que los miembros de la organización que no destinan el 2% del PIB a gastos de defensa «son unos morosos en lo que a mí respecta porque Estados Unidos ha tenido que pagar por ellos».

Pero todo fue mucho más dramático cuando el presidente de EEUU se lanzó contra Alemania por sus importaciones de gas ruso.

Durante la rueda de prensa junto a Stoltenberg, se produjo un intercambio de opiniones entre ambos que debió de ser un tanto embarazoso para el primer funcionario de la OTAN.

Stoltenberg: Creo que las dos guerras mundiales y la Guerra Fría nos enseñaron que somos más fuertes juntos que por separado.

Trump: ¿Pero cómo es posible estar juntos cuando un país recibe la energía de la persona contra la que te pide que le protejas o del grupo contra el que quieres protección?

Stoltenberg: Porque comprendemos que si estamos juntos, también en relación a Rusia, seremos más fuertes. Creo que lo que hemos visto…

Trump: No, estás enriqueciendo a Rusia. No estás haciendo tratos con Rusia. Estás enriqueciendo a Rusia.

Stoltenberg: Bien, creo que incluso durante la Guerra Fría los aliados de la OTAN comerciaban con Rusia, y ha habido desacuerdos sobre qué tipo de acuerdos comerciales debemos tener.

Trump: Creo que el comercio es estupendo. Creo que la energía es un asunto diferente. Es un asunto muy diferente al comercio normal. Y tienes a un país como Polonia que no acepta el gas (ruso). Fíjate en algunos países, no lo aceptan, porque no quieren ser cautivos de Rusia. Pero Alemania, tal y como lo veo, está cautiva de Rusia, porque recibe mucha de su energía de Rusia. Así que se supone que debemos proteger a Alemania, pero ellos reciben su energía de Rusia. Explica eso. Pero no se puede explicar, ya lo sabes.

Stoltenberg tenía previsto dar una entrevista el viernes a la NPR, la radio pública de EEUU. Ha sido cancelada y no se espera que conceda entrevistas hasta septiembre (1). Tiene ahora muy difícil defender la idea de que la OTAN es una organización que funciona.

Cualquiera diría que Trump es un halcón que pretende cortar la relación comercial de Moscú con Europa. Es más bien al contrario. Al igual que ha hecho con las investigaciones que tienen lugar en su país –donde llegó a acusar a Hillary Clinton de recibir ayuda de Rusia–, no desaprovecha la oportunidad para embarrar el campo, confundir a todos y continuar siendo el trol más poderoso del mundo.

El objetivo es avergonzar a Alemania y Angela Merkel presentándolos como unos cobardes que están controlados por Rusia. Lo que se une a las críticas de Trump a la política migratoria alemana y a la supuesta inseguridad que ha causado en el país, basada en datos falsos. Como también es falso que Alemania dependa entre un 60% y un 70% de Rusia en sus necesidades de energía, como planteó Trump. El 40% de las importaciones de gas de Alemania procede de Rusia.

Esa dependencia opera en los dos sentidos. Rusia también necesita exportar sus materias primas a Europa sin las cuales no cuadraría sus presupuestos. La relación comercial no impidió que Merkel promoviera la adopción de sanciones contra Rusia en la UE a causa de su intervención militar en Ucrania.

En la reunión, Trump dobló la apuesta con la intención de humillar aún más a sus socios. Aun sabiendo que el compromiso al que llegó en su momento la OTAN –el 2% del PIB– es imposible de alcanzar para muchos gobiernos si quieren salir reelegidos en las próximas elecciones, lanzó otra cifra. El doble. El 4%. Podía haber dado cualquier otra, el 3% o el 5%. Lo importante era mantener la presión para dejar claro quién está al mando y quién sólo tiene el derecho a obedecer.

Lo hemos visto en muchas películas. La organización criminal exige una cantidad de dinero por una deuda real o inventada. Cuando el cliente al que se garantiza protección se niega a pagar porque no quiere o no puede, se le dobla la cantidad. Estás en sus manos. No tienes muchas opciones.

Es conveniente echar un vistazo a las cifras.

La OTAN difundió un día antes de la cumbre un comunicado con las principales cifras de gasto militar de los países de la alianza, probablemente por indicación de Washington para dejar en evidencia a los «morosos». Sólo cinco países alcanzan o superan el 2%: EEUU, Grecia, Estonia, Reino Unido y Letonia. El porcentaje de Alemania es del 1,24%. El de España, el 0,93%. Las cifras de 2018 son en cualquier caso una estimación basada en los compromisos presupuestarios actuales.

El gráfico de AFP permite apreciar mejor la notable distancia en el gasto de defensa entre EEUU y sus aliados.

Este gráfico muestra la evolución del gasto militar en relación al PIB en la OTAN, EEUU, y Europa y Canadá. El descenso evidente después del fin de la Guerra Fría. El aumento después del 11S, cuando la OTAN intentó encontrar una razón para su existencia en la guerra contra el terrorismo yihadista, aunque se debió básicamente al incremento producido en EEUU. La caída tras la última crisis económica.

Este gráfico introduce un umbral que sí superan bastantes países. Muestra el porcentaje de gasto en armamento y equipamiento sobre el total de gasto de defensa. Elimina gastos de personal de las fuerzas militares, salarios y pensiones, entre otras cosas. El mínimo exigido es del 20%, que sí supera España con el 23,04%. Alemania está en el 14,13%.

El discurso de Trump se basa una y otra vez en una falsedad. Los países europeos no deben dinero a Washington. Su gasto de defensa podría tener influencia en el norteamericano, pero es improbable. El compromiso militar de EEUU se basa en su idea de continuar siendo el gendarme que vigila el mundo, además de defender a sus empresas del sector de la defensa que tanta influencia tienen en el Congreso. La experiencia de las guerras de Irak y Afganistán confirma que la contribución europea es simbólica y política, pero sobre el terreno no es un factor relevante. Lo que ocurrió con las tropas británicas en Basora, Irak, y Helmand, Afganistán, dejó patente que ni siquiera el país con una voluntad más clara de enviar fuerzas militares al exterior puede ser un socio de garantías.

Es probable que Trump vea un aumento del gasto europeo como una oportunidad para que esos gobiernos utilicen parte de los nuevos fondos para comprar material de guerra a la industria norteamericana de defensa, como han hecho Arabia Saudí, los Emiratos y Qatar. Eso olvida que en Europa hay también una industria militar a la que sus gobiernos darían lógicamente prioridad.

La OTAN es ya sólo una alianza en el nombre, al menos mientras Trump sea presidente de EEUU. Cuando un Gobierno como el de Washington sugiere que las importaciones de coches europeos son un asunto de seguridad nacional y amenaza con más sanciones comerciales contra una industria que genera centenares de miles de puestos de trabajo directos e indirectos en Europa, resulta complicado llamar a eso una alianza.

A los gobiernos europeos sólo les queda encajar el golpe, continuar haciendo promesas sobre el aumento de gasto militar y mantener un frente unido en la medida de lo posible. Las antes aburridas y protocolarias cumbres de la OTAN son ahora una pesadilla que hay que soportar con algunos sustos y que conviene olvidar cuanto antes.

Ni siquiera tienen claro que la respuesta consista en aumentar la hostilidad hacia Rusia para complacer a Washington. En unos días verán reunirse a Trump y Putin en una cita que incluirá múltiples elogios del primero al segundo. Quizá no haya una política norteamericana en relación a Rusia de ningún tipo y que todo dependa de los caprichos de Trump y de los problemas judiciales de su Administración en EEUU.

La OTAN es ya sólo una fachada que esconde una familia disfuncional en la que el patriarca provoca un intenso temor entre todos sus miembros. Pero, como todos viven en la misma casa, tienen que seguir siendo aliados.

(1). La periodista de NPR no acertó con su previsión sobre las entrevistas de Stoltenberg o sus portavoces le engañaron. Hoy jueves el secretario general de la OTAN ha dado una entrevista en directo en CNN.

17.30
El 40% del gas consumido en Alemania viene de Rusia. El Gobierno alemán ha querido poner en contexto ese dato para desmentir a Trump. El 24% de las necesidades de energía del país se cubre con el gas. Si unimos a eso el petróleo importado de Rusia, la cifra total de dependencia energética de Rusia se queda en el 23%, no el 70% del que hablaba Trump.

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Theresa May se impone en otro asalto de la Guerra Civil del Brexit que atormenta a los tories

El lunes era el día de la cumbre de los Balcanes Occidentales en Londres, una cita con representantes de gobiernos de la región y de la UE con la mente puesta en el futuro y una idea compartida por todos: para que los países de esa zona tan conflictiva puedan formar parte de la Unión Europea deben mejorar su gobernanza y su capacidad para enterrar los viejos conflictos entre ellos.

De todas las capitales de Europa Occidental, Londres era esta semana el lugar menos apropiado para celebrar este encuentro. El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, tenía previsto participar en la comida con la que se iniciaba el cónclave. No apareció a la hora en que se le esperaba y poco después se supo que había presentado la dimisión. En 24 horas, el Gobierno de Theresa May había perdido a dos ministros, dos de los más importantes del Gabinete –David Davis, ministro del Brexit, y Johnson–, a los que hay sumar al viceministro del Brexit, Steve Baker.

Todo precisamente por el acuerdo de Chequers con el que Theresa May pretende cerrar lo que será la posición común del Gobierno británico en las negociaciones definitivas con la Comisión Europea. Un pacto definido de inmediato como una apuesta por un Brexit ‘blando’ en que Londres intentará llegar a un acuerdo aduanero con Bruselas para que no sea necesaria una frontera real entre Irlanda y el Ulster. Que la Comisión vaya a aceptar eso es algo que aún se desconoce, los gobiernos europeos y la UE son conscientes de que May es la única opción de llegar a algún tipo de acuerdo.

David Davis y Boris Johnson tardaron sólo unos días en utilizar la única arma a su alcance, la dimisión, ya que estaban en minoría en el Gabinete. Davis afirmó que no podía defender un acuerdo en el que no creía, pero precisó que apoyaba que May continúe en el 10 de Downing Street. Inevitablemente, Johnson –dueño de un estilo literario más distinguido que su colega– justificó su retirada con una carta más densa y vitriólica. «Realmente, nos dirigimos a la condición de colonia», escribió.

Johnson fue el buque insignia de la campaña del Leave, el político más popular de entre los que pedían la salida de la UE. Su trayectoria posterior le ha hecho perder esa condición, sobre todo, entre sus compañeros del grupo parlamentario tory.

En las primarias para la sucesión de David Cameron, protagonizó una candidatura abortada muy pronto por las traiciones internas en un espectáculo insólito en la política británica. Tras el fracaso de las elecciones anticipadas convocadas por May, no se atrevió a desafiar a la primera ministra cuando ella era poco más que un cadáver político que sobrevivía gracias a que sus rivales no se ponían de acuerdo sobre el nombre del sucesor. Su paso por el Foreign Office ha estado marcado por anécdotas un tanto embarazosas y ha demostrado que detrás del personaje no hay un político que pueda gestionar un Ministerio, mucho menos un Gobierno, en un momento decisivo en la historia del país.

«El sueño del Brexit está muriendo», escribió en su carta Boris Johnson (y no se olvidó de posar para la foto que aparecerá en las portadas del martes de dos periódicos). Sin duda, los sueños de los tories euroescépticos más radicales están diluyéndose ante el choque con la realidad.

Theresa May sobrevivió a la prueba de la reunión del lunes por la tarde con el grupo parlamentario conservador. Incluso algunos de los partidarios del Brexit ‘duro’ se rindieron a la evidencia, lo que hace más difícil que pueda presentarse una moción de censura interna contra May, para la que se necesitan 48 firmas de diputados, un 15% del total (315).

Pueden conseguirlas y de hecho un encuentro posterior de un grupo de diputados conocidos por sus posiciones ferozmente euroescépticas reunió en la noche del lunes a 80 de ellos. Pero es muy difícil que alcancen una mayoría de 158 votos favorables a la dimisión de May. La primera ministra ya ha avisado de que no dimitirá si se presenta la moción de censura.

El argumento más efectivo de May utilizado en la reunión de lunes es que la continuación de esta Guerra Civil del Brexit en las filas conservadoras sólo servirá para que Jeremy Corbyn y los laboristas ganen las próximas elecciones. Y saber que los Brexiters más enconados no tienen más alternativa para el Brexit que dar un portazo y abandonar la UE sin ningún acuerdo, con independencia de las consecuencias económicas que eso suponga. Por más que May haya salido fortalecida de la última crisis, ese es un desenlace que aún no se puede descartar.

Por la noche, el diputado conservador George Freeman resumió el estado de ánimo de muchos de sus correligionarios con un tuit que incluía la foto de un barco. El mensaje: «Otro día extraordinario en Westminster». La foto: evidentemente, el Titanic.

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