El pánico de Netanyahu, toma dos

Sí, Netanyahu está nervioso, tanto como para reincidir en la línea conspiratoria en el día de las elecciones. «Los votantes árabes están llegando en oleadas a las urnas», trasladados en autobuses pagados por «organizaciones izquierdistas», ha dicho en un llamamiento a los votantes del Likud para que se dirijan a las urnas en las últimas horas de la jornada electoral.

A las 16.00, el nivel de participación estaba en el 45,4%, un punto menos que en 2013, pero aun así un porcentaje superior al de anteriores comicios. ¿Qué está ocurriendo en las ciudades habitadas por palestinos? Según los medios israelíes, la participación está siendo similar a la media nacional. Los datos no importan demasiado. Netanyahu agita el fantasma del enemigo interior para reclamar el apoyo de sus posibles partidarios.

Lo curioso es que la coalición de tres partidos palestinos, que podría ser la tercera o cuarta fuerza más votada, se formó no porque esos grupos tengan una tradición de trabajar juntos, sino porque la reforma de la ley electoral podía dejar a dos de ellos fuera del Parlamento.

Esta forma de racismo camuflado puede llamar la atención a la gente fuera de Israel. No tanto dentro. Si bien el sistema electoral se rige bajo la máxima de un hombre, un voto, el sistema político no funciona igual. En un escenario sin mayoría absoluta, los partidos árabes siempre quedan fuera de los posibles pactos de gobierno. Los periódicos publican encuestas en las que sólo se pregunta a los ciudadanos judíos. En el Parlamento, los diputados ultras califican a los representantes electos palestinos de quinta columna o de traidores. No valen igual todos los votos.

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