Presunción de culpabilidad

Esperanza Aguirre dice que está «alucinando en colores». Rita Barberá afirma que se encuentra «ojiplática». Acostumbrado a dirigir un partido de imputados, Alberto Fabra ve la nota positiva desde Valencia: ha insistido que «especialmente todo está en la Comunidad de Madrid». Pero no hay respuesta más espectacularmente desvergonzada en el PP al escándalo de corrupción que ha alcanzado a varios alcaldes de Madrid y al presidente de la Diputación de León entre otros, que la de Esteban González Pons. No por las palabras empleadas, sino por el cóctel magistralmente irónico que forman el qué y el dónde.

Decir que el PP «rechaza cualquier tipo de corrupción» y hacerlo en la misma sede cuya reforma se pagó con dinero negro, según la investigación dirigida por el juez Ruz, eleva la definición de descaro a una dimensión inaudita. Habría que recordar la palabra yiddish chutzpah, o mejor dicho la escena con la que se suele definir por aproximación: dos hermanos asesinan a sus padres y luego piden clemencia ante el tribunal alegando ser dos pobres huérfanos.

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