Trump confirma en su primera rueda de prensa que hay que temerse lo peor

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Los medios de comunicación llevaban desde hace tiempo apuntando que Donald Trump no había dado una conferencia de prensa desde julio. La reclamación era aún más pertinente desde su victoria electoral de noviembre. Más allá de las dudas razonables sobre si ese mito periodístico –la rueda de prensa de toda la vida– sirve de algo para conseguir que los políticos cuenten lo que en realidad no quieren contar, es obvio que resultaba como mínimo llamativo que el presidente electo no quisiera explicar lo que hará a partir del 20 de enero. Es de suponer que sus votantes estarán interesados en saberlo.

Trump concedió este miércoles su primera rueda de prensa como presidente electo a una semana de tomar posesión. Los periodistas descubrieron lo que ya deberían saber. Trump sigue siendo Trump. Ni ha cambiado las ideas que le dieron la victoria en las urnas, ni siente ningún respeto por las instituciones, usos y costumbres de la política norteamericanas y tampoco va a desligar por completo su imperio empresarial de sus nuevas responsabilidades. Lo tomas o lo dejas.

¿Hackers rusos?

«As far as hacking, I think it was Russia». Ahí dio una noticia. Nunca antes había concedido credibilidad a las acusaciones del Gobierno de Obama, los servicios de inteligencia y la mayoría de los medios de comunicación sobre la responsabilidad rusa en el ataque informático al Partido Demócrata y la campaña de Clinton. Es cierto que poco después dijo que «podrían haber sido otros».

Esa es una constante en las intervenciones públicas del futuro presidente. Puede decir una cosa y unos minutos después, la contraria. Puede desmentir sin pestañear algo que dijo días, meses o años después, incluso cuando hay grabaciones que lo demuestran. Siempre le queda el recurso de sostener que los medios de comunicación manipulan sus declaraciones. Lo cierto es que la mayoría de sus votantes le creen a él, no a los medios. Eso le da licencia para mentir, un activo que suele ser peligroso en manos de políticos.

Putin y yo

«If Putin likes Donald Trump, guess what, folks: That is called an asset, not a liability». Es preocupante que un político se refiera a sí mismo en tercera persona, pero no vamos a hacer un mundo de eso. No es el primero. El autor del libro autobiográfico ‘The Art of the Deal’ sigue empeñado en creer que las relaciones internacionales no son muy diferentes a la compleja negociación de un proyecto inmobiliario. Una vez, llegó a decir que la histórica rivalidad entre turcos y kurdos se podía solucionar sin problemas hablando. Con él dirigiendo las negociaciones, claro.

Es alentador que un político no crea que las disputas políticas internacionales sólo pueden resolverse a cañonazos, pero su optimismo está muy alejado de la realidad. Cree que las buenas relaciones personales pueden hacer que países importantes lleguen a acuerdos sobre conflictos difíciles. Hay algo de razón de eso. No en el sentido en que él lo explica.

Ese es un error que también cometió George Bush en su relación con Putin. «Miré al hombre a los ojos. Vi que hablaba con claridad y que se podía confiar en él. Tuvimos una buena conversación. Pude captar lo que hay en su interior («to get a sense of his soul»), un hombre profundamente comprometido con su país y con los intereses de su país», dijo en 2001.

Los países defienden intereses nacionales que a veces entran en disputa con los de otros estados. Trump no va a negociar con Putin la construcción de un casino en Moscú que pueda beneficiar a ambas partes. EEUU debería tener como prioridad tener las mejores relaciones posibles con Rusia, pero también depende de sus relaciones con otros países en Europa y Oriente Medio, que pueden tener conflictos pendientes con Moscú. No puedes satisfacer a todos.

Esa habitación de un hotel ruso

«I’m also very much of a germophobe, believe me». Trump no resistió la tentación de hacer un chiste –malo, pero divertido– sobre el informe anónimo que cuenta la historia de su estancia en un hotel de Moscú donde se dice que pagó a prostitutas para que mearan en una cama en la que Obama supuestamente había pasado la noche tiempo atrás. Como es una especie de Howard Hughes, no iba a permitir tal guarrería alguien al que no le suele gustar dar la mano a extraños.

Por lo demás, Trump hizo bien en no entrar en más detalles. Se trata de un informe que no incluye ninguna prueba que confirme su contenido y cuyo autor es desconocido. Ningún político cometería el error de darle credibilidad o bajar a discutir hechos concretos. Salvo si es Trump y quiere hacer una gracia.

La familia

Cada día está más claro que no es un político el que ha ganado las elecciones norteamericanas, sino una empresa familiar. Uno de sus principales consejeros será su hija. Otro, el marido de su hija. Sus otros dos hijos se ocuparán de la empresa. ¿Conflicto de intereses? En absoluto.

Las leyes norteamericanas establecen límites muy estrictos para  altos cargos y funcionarios sobre su implicación en compañías privadas, pero es cierto que no dicen nada concreto sobre el presidente. Obviamente, la costumbre durante décadas ha sido que los presidentes no podían tener intereses privados porque sólo sirven a los ciudadanos. Eso no quiere decir que se cumpliera a rajatabla, al menos, por lo que se sabe ahora, en el caso de Lyndon Johnson.

Trump ni siquiera se molestará por guardar las apariencias. Entrega los mandos de la empresa a sus hijos y se supone que debemos confiar en que no seguirá dirigiéndola ni aconsejando a sus nuevos responsables sobre futuros negocios. Los únicos vetados serán los del extranjero, pero los existentes fuera de EEUU continuarán.

«No se puede esperar que el presidente electo Trump destruya la compañía que fundó», dijo en la rueda de prensa una de sus abogadas, refiriéndose a una venta apresurada y en malas condiciones de todos esos activos. Pero debemos creer que si la empresa va mal, él se quedará tranquilamente en el Despacho Oval viendo cómo se viene abajo y preguntándose por qué sus hijos no son tan listos como él.

Trump insiste en que su empresa tiene un «muy bajo nivel de deudas» con los bancos, algo que es falso y manifiestamente imposible en los grandes proyectos inmobiliarios en que está metida. Sus compañías tienen pendientes de devolver créditos por valor de 650 millones de dólares, según el NYT. El periódico explicó que un edificio de oficinas en la Avenida de las Américas en Manhattan, del que Trump es copropietario, soporta un crédito de 950 millones. Uno de los bancos que lo concedió es el Bank of China. Otro, Goldman Sachs. Son instituciones que evidentemente se verán influidas por las decisiones que tome Trump, como presidente de EEUU.

Centenares de millones en créditos de las empresas de Trump y de sus inversiones inmobiliarias, algunos de ellos avalados por Trump y su patrimonio, han sido convertidos en bonos y vendidos a inversores en los últimos cinco años, según el WSJ. Esas inversiones estaban al final respaldadas por el imperio de Trump y la experiencia de su fundador.

Trump nos quiere hacer creer que eso no supone ningún conflicto de intereses. Que no hará nada por favorecer a la dinastía familiar que mantiene el control de sus activos. En este campo, EEUU se pone al mismo nivel que por ejemplo Ucrania, donde su presidente prometió desligarse de sus multimillonarios activos empresariales sin que lo haya hecho de forma creíble. O de todos aquellos países del Tercer Mundo, donde los hijos del presidente hacen rentables negocios gracias a su parentesco.

Junto al atril de la rueda de prensa, había decenas de carpetas sobre una mesa donde estaban los acuerdos firmados para entregar el control de las empresas a los hijos de Trump. No es extraño que los periodistas no tuvieran la oportunidad de examinarlos. Estaban ahí para la foto.

Trump vs. los periodistas

En la rueda de prensa, Trump se negó a dar la palabra a un periodista de CNN (CNN dio la primera noticia sobre el informe que cuenta que los rusos tienen pruebas que pueden utilizar contra Trump, pero no el contenido del informe; fue BuzzFeed quien lo difundió poco después). «You are fake news», le dijo.

El incidente fue la típica represalia que se repetirá en muchas ocasiones, y en situaciones mucho más graves que una rueda de prensa. No es la primera vez que Trump anuncia que los medios que le ataquen (él lo llama publicar noticias falsas, aunque no lo sean) pagarán las consecuencias.

Como empresario, se encargaba de amenazar con demandas y presentarlas en muchos casos, lo que no impresionaba mucho a los grandes medios de comunicación. No es una exageración decir que ahora como presidente tendrá mucho más poder.

Esto es lo que dijo después el presentador de Fox News, Shepard Smith, en una respuesta poco frecuente de una de las principales caras de la cadena conservadora a un presidente republicano que acaba de ser elegido.

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