Trump Unplugged

Trump llegó en la mañana del jueves al despacho oval, según un periodista de CNN, y comunicó a su gente: «Hagamos hoy una rueda de prensa». Ya lo creo que la hizo. Una hora y 15 minutos de espectáculo gratuito –en ambos sentidos– para dejar aún más claro a sus compatriotas qué tipo de presidente tienen. No es que no estuvieran avisados.

Al principio, anunció el nombramiento de su futuro secretario de Trabajo, Alex Costa, el primer latino que forma parte de su Gabinete. Pero eso no era lo importante. De inmediato, se lanzó contra los periodistas, a los que su consejero considera «el partido de la oposición». Uno de sus argumentos: denunciar las filtraciones que se suceden todos los días y que alimentan la información de los medios. Como no hacía más que decir que las filtraciones son reales –y peligrosas–, pero que las noticias que dan los medios son falsas («fake news»), le llamaron la atención sobre la contradicción intrínseca de la afirmación.

No es que haya respondido a la pregunta, pero ya sabemos que el presidente de EEUU, un tipo que debería estar ligeramente ocupado, se pasa el día viendo programas informativos de televisión. Y luego hace análisis de contenido y de audiencias en las ruedas de prensa. Por si es necesario, la respuesta completa:

Fake news. Le encanta decirlo. Una y otra vez.

Fake news. Por ejemplo, cuando dijo que sus 306 votos electorales fueron la mayor victoria desde Ronald Reagan. No es la primera vez que alardea de un dato que es falso. Un periodista le recuerda que Barack Obama consiguió 365 en 2008. Trump le responde que se refiere a los republicanos (no lo había dicho antes) y el periodista cita la victoria de Bush padre en 1989 (426). «No lo sé. A mí me dieron esa información», responde.

¿Más noticias falsas? Trump comunica a los periodistas que se pueden hacer «muchas cosas con el uranio, incluidas cosas malas». Bien, ese es un hecho conocido. Las armas nucleares tienen algo que ver con el uranio. Y luego dice que Hillary Clinton entregó a Rusia el 20% del uranio norteamericano. ¿Así, sin más?

Trump ya había hablado de esto en campaña añadiendo un detalle siniestro. Clinton entregó ese uranio a cambio de una donación de 145 millones a la Fundación Clinton. Tal y como lo cuenta Trump, es falso o, como mínimo, no hay pruebas de que sea cierto. La agencia nuclear rusa compró una participación de control en la empresa Uranium One, con sede en Toronto. Las instalaciones de Uranium One en suelo estadounidense suponen un 20% de la capacidad de producción de uranio en EEUU. La Administración de Obama dio el visto bueno a la compra de acciones, es decir, fue Obama quien lo autorizó. Clinton no podía aprobar o vetar esa venta.

En cualquier caso, es cierto que con el uranio se pueden hacer cosas muy malas. Punto ahí para Trump. Esto también es cierto:

Para reforzar su descripción apocalíptica de la situación de seguridad de EEUU, Trump presentó un dato estremecedor.

Si fuera cierto, tendría unos efectos inmensos sobre los beneficios de los narcotraficantes. Afortunadamente para ellos, gramo por gramo, la cocaína continúa siendo más cara que una barra de chocolate. Eso que salen ganando los niños.

Una vez más, Trump cuenta que en los periódicos e informativos de TV descubre noticias falsas sobre el «caos» de su Administración. «Es lo contrario. Esta Administración funciona como una máquina perfectamente engrasada».

Veamos. Un veto inmigratorio a ciudadanos de países musulmanes causa el caos en los aeropuertos y es anulado por un juez federal, cuya decisión es confirmada por un tribunal de apelación. Dos ministros de su Gobierno renuncian a su nombramiento antes de que el Senado discuta su ratificación. Otro miembro del Gabinete es confirmado sólo gracias al voto de calidad del vicepresidente. Trump ofende a sus aliados europeos y australianos en llamadas telefónicas y con sus tuits. Esos mismos tuits vuelven locos al personal que debe diseñar la nueva política exterior de su Gobierno. Su consejero de Seguridad Nacional tiene que dimitir porque ha mentido al vicepresidente y al FBI (y esto último le puede llevar a prisión porque se trata de un delito federal). «¿Quién toma las decisiones en la Casa Blanca?», se preguntó el senador John McCain. Buena pregunta.

No importa. Lo que Trump quiere dejar claro es que la culpa es de los periodistas. «La opinión pública ya no os cree. Quizá yo tenga algo que ver con eso, no lo sé».

Lo mismo, pero en forma de viñeta.

Y para que quedara claro, después de la rueda de prensa, envió este email a las direcciones que se suscribieron a los correos de su campaña. Ya sabemos quién es el enemigo.

Sí hubo algunas noticias en la rueda de prensa, al menos lo que se considera que es una noticia. Trump anunció que firmará un nuevo decreto la próxima semana para restringir los viajes a EEUU en lo que será una nueva edición corregida de la orden ejecutiva tumbada por los tribunales. Y en marzo lanzará un plan para anular la reforma sanitaria de Obama y después otro para llevar a cabo una reforma fiscal. Estas dos últimas noticias supondrán un gran alivio para los congresistas republicanos que se preguntaban nerviosos por qué Trump no estaba haciendo nada al respecto ni comunicándoles cuáles son sus planes.

Ah, y sobre las informaciones que indican que hubo contactos entre gente de su campaña y el Gobierno ruso, nada de nada, «fake news»: «Noticias falsas producidas por los medios».

Y ahora a ver cómo haces una sátira de todo esto que supere al original.

Showtime.

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