Destruir edificios civiles en Gaza para aterrorizar a la población

Tres edificios de oficinas de una decena de plantas destruidos en dos días en Gaza. La aviación israelí ha elegido la infraestructura civil de Gaza desde el primer momento en la mayor ofensiva realizada desde 2014. Al igual que ese año, el objetivo es infringir el máximo castigo posible a la población para forzar a Hamás a aceptar las condiciones que previsiblemente presentará el Gobierno egipcio como mediador entre las dos partes. En el plano militar, intentar eliminar a dirigentes del brazo militar de Hamás, aunque el precio sea matar a civiles cuyo único delito es vivir o trabajar en el mismo edificio que los objetivos.

«El número de muertos no significa nada, de la misma forma que el número de nazis que murieron en la guerra mundial no permite explicar o comprender el nazismo», dijo el ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Gilad Erdan, en 2018 para comentar el elevado número de muertos por disparos de soldados en las manifestaciones llamadas la Marcha del Retorno en la zona fronteriza de Gaza.

Todos los habitantes de Gaza son potencialmente un objetivo.

El ataque deliberado de la infraestructura civil es un crimen de guerra. Era un objetivo legítimo en la Segunda Guerra Mundial, al menos lo era para los gobiernos que los realizaban, pero después de 1945 la mayoría de los países del mundo decidieron que eso era intolerable.

La versión habitual del Gobierno israelí consiste en acusar a Hamás de utilizar de escudos humanos a los habitantes de Gaza. También han dicho lo mismo en el caso de las guerras contra Líbano. La expresión ‘escudos humanos’ se refiere a unas características muy determinadas. Por ejemplo, si un grupo armado entra en una casa y obliga a la familia que reside en ella a permanecer en su interior para disuadir un posible ataque exterior.

No se puede aplicar del mismo modo cuando se refieren a toda una ciudad o una región. En un lugar como Gaza del que se suele decir que es la zona más densamente poblada del mundo –dos millones de habitantes en 365 kilómetros cuadrados–, es imposible que civiles y combatientes estén separados de forma nítida. Y eso no libera de responsabilidad a quien aprieta el gatillo.

Por la misma razón, bombardear los barrios donde se encuentra el Ministerio de Defensa u otros objetivos militares en Tel Aviv sería también un crimen de guerra sin importar la cercanía física de esos edificios. La sede del mando militar israelí está situada a poca distancia del Museo de Tel Aviv.

Los ataques a esas tres torres de oficinas han repetido el mismo esquema, como también se hizo en 2014. Algunas de las empresas o residentes reciben mensajes de texto en los que se anuncia el ataque inminente. Luego se dispara un proyectil sin carga explosiva o con muy poca carga para que impacte en la azotea (incluso tienen un nombre: «knock on the roof»). A veces también se lanza otro sobre la base del edificio, si es muy alto. Es el último aviso. Los que viven o trabajan en él saben que tienen unos pocos minutos para abandonarlo. Tres o cinco minutos. A veces, es casi inmediato.

Esto es lo que ocurrió en la Torre Al Shorouq, donde están localizadas varias empresas y medios de comunicación. El Ejército israelí alegó después que en ella también se encuentra «el mando militar y de comunicaciones» de las milicias de Hamás. Desde una azotea cercana, los reporteros que hacían un directo para sus televisiones vieron ante sus ojos cómo el edificio se venía abajo tras el impacto de varios misiles.

Otro edificio de altura similar fue destruido el martes.

Ese mismo día las Fuerzas Armadas israelíes enviaron un mensaje a través de Twitter que apelaba a razones diferentes. Afirmaba que están «atacando depósitos de armas escondidos en edificios civiles de Gaza». En el caso de que eso sea cierto, sería difícil que esos residentes lo supieran. En cualquier caso, el Ejército les decía que se alejaran de esos lugares.

«Nuestro objetivo sólo es atacar al terror», afirmaba el mensaje.

El objetivo de los ataques a edificios civiles en Gaza también es extender el terror.

El último balance de víctimas del Ministerio de Sanidad de Gaza es de 56 muertos, de los que catorce son menores de edad, y 335 heridos. Las autoridades israelíes afirman que los cohetes lanzados desde Gaza han matado a seis personas y herido a decenas.

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