El sur de Irak explota contra la corrupción y el agua envenenada

El sur de Irak es una zona productora de petróleo, la principal fuente de ingresos para el Estado. Es también la zona donde confluyen el Tigris y el Éufrates, los dos grandes ríos del país. A pesar de esos dos grandes recursos naturales, la región cuya principal ciudad es Basora ha sido abandonada por el Gobierno desde hace años, carece de los servicios públicos necesarios y su suministro de agua y electricidad es un desastre. En verano, cuando las temperaturas superan con frecuencia los 40 grados, la vida es insoportable.

Desde julio, los habitantes de Basora se han lanzado a la calle hartos de su situación y de la corrupción de las autoridades. A las carencias habituales, se ha unido que el agua que sale de los grifos es un riesgo para la salud. 6.000 personas han sido hospitalizadas por su consumo en los últimos dos días, y 30.000 este verano, según los medios locales. Ni siquiera sirve para lavar la ropa.

Doce personas han muerto por disparos de las fuerzas de seguridad. Entre el jueves y el viernes, los manifestantes han quemado varios edificios oficiales, incluidas las sedes de varios partidos.

En la noche del viernes, prendieron fuego al consulado de Irán para dejar patente su rechazo a la influencia de ese Gobierno en los asuntos políticos iraquíes.

Entre los edificios atacados se encuentran sedes de partidos o asociaciones financiadas por Irán, que siempre ha contado con aliados en esta ciudad de unos dos millones de personas y habitada en su mayoría por chiíes. Lo mismo ha ocurrido con la sede del Gobierno regional y de la televisión pública.

En agosto, el Gobierno anunció que las cifras de exportación de petróleo habían alcanzado un récord este año, con 112 millones de barriles y unos ingresos para las arcas públicas de 7.700 millones de dólares.

El país celebró elecciones generales en mayo. Aún no se ha podido formar un Gobierno.

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