Europa se ha convertido en una fortaleza sin valores y sin compasión

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En la tarde del sábado, las autoridades de Macedonia han permitido la entrada de unos 1.500 refugiados, la mayoría sirios, que se encontraban desde el jueves en la tierra de nadie entre ese país y Grecia.

Horas antes, la policía había impedido por la fuerza el paso de personas a Macedonia en un intento imposible de convencerles de que se volvieran a Grecia. Familias enteras con sus hijos sólo tenían una idea en la cabeza: abandonar un país hundido por la crisis para intentarlo en el centro de Europa, preferiblemente Alemania.

Esto es lo que vio un equipo de Channel 4 el sábado en esa frontera:

En cada punto de su huida de la guerra de Siria, los refugiados se han enfrentado a la muerte, en primer lugar al abandonar su país, después en el trayecto por mar desde Turquía a Grecia. La escasa distancia entre ambos país hace que ese viaje no sea al menos tan peligroso como el que hacen otros a través del Mediterráneo desde Libia. Ninguno de ellos puede ya volver atrás.

Desde Macedonia, querrán pasar a Serbia, y de ahí a Hungría, donde el Gobierno está construyendo una barrera con alambre de espino de cuatro metros de altura para impedirles el paso por una frontera de 175 kilómetros.

Europa se enfrenta ahora a la que probablemente se convertirá en la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. No sólo por lo que ha pasado hasta ahora, sino por lo que seguirá ocurriendo. Ante esa situación, los gobiernos de la UE han reaccionado ignorando su responsabilidad, regateando con las insufientes cuotas que la Comisión Europea quería asignarles y haciendo declaraciones que denotan una total falta de compasión y solidaridad con las víctimas de una guerra (una situación en la que también están afganos, eritreos y sudaneses del sur).

Son goteras, según Fernández Díaz. O un enjambre, según Cameron. O una amenaza, según el primer ministro húngaro. Incluso cuando se acepta llevar a cabo una pequeña muestra de solidaridad se puede llegar a hacer con criterios discriminatorios. El Gobierno de Eslovaquia dice que sólo quiere aceptar a refugiados cristianos con el peregrino argumento de que allí no hay mezquitas, a pesar de que reconoce que sólo es un país de tránsito hacia otros lugares.

Polonia anunció que aceptaría unos 2.000 refugiados a partir de 2016, sobre todo de Siria y Eritrea, pero que lo hará teniendo en cuenta sus antecedentes religiosos. Es decir, podría recibir a cristianos, pero no está interesada en los musulmanes.

Ya hay un programa de acogida de una ONG, apoyada por el Gobierno, que ha recibido a decenas de sirios cristianos. Según un artículo del FT, la responsable de esa fundación demuestra una ignorancia inaudita sobre lo que está ocurriendo en Siria. «Ellos (los refugiados que no son cristianos) pueden ser una amenaza para Polonia. Creo que sería una buena forma para ISIS de enviar a sus tropas por toda Europa». «Si esa gente no representan al ISIS, sus vidas (en Siria) no están en peligro, y entonces es emigración económica. Si son musulmanes, no les matarán porque son musulmanes, porque creen en lo mismo que ISIS», continúa.

Si alguien cree que este ejemplo de estupidez, de ignorar que si huyes de una guerra, tanto da si lo haces porque te puede matar el Gobierno o un grupo insurgente, no es representativo, sólo tiene que escuchar lo que dijo un vicepresidente del Parlamento griego, y dirigente del conservador Nueva Democracia, que calificó de «invasión organizada de islamistas» la crisis de refugiados en las islas griegas.

Esto es de lo que huyen muchos de esos refugiados (y así quedan las casas que sufren ataques de la aviación o de artillería).

Ese ataque del sábado con 50 muertos se produjo en la misma zona al sur de Damasco donde varios bombardeos sobre un mercado acabaron con la vida de un centenar de personas.

Los políticos europeos están contribuyendo a que los ciudadanos vean a las personas como un peligro, a pesar del número ínfimo que han acogido hasta ahora. La crisis está en los países vecinos de Siria, como Turquía y Líbano, que se han visto obligados a recibir a millones de personas.

Europa es ahora más que nunca una fortaleza, y sus valores, una fachada de principios desmentida por los hechos. La misma Europa presuntamente cristiana y democrática que no cesa de dar lecciones a otros países del mundo.

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