Trump recicla votos de trabajadores en un Gobierno de multimillonarios

En las primarias republicanas, Donald Trump lanzó varios ataques contra su principal rival por sus supuestos lazos con Goldman Sachs. Dicho así, uno se queda muy corto. Trump acusó a Ted Cruz de estar controlado por el banco que es una de las mayores entidades financieras del mundo (ganó. 2.100 millones de dólares en el tercer trimestre de este año).

Todo porque Cruz no había hecho público tiempo atrás dos préstamos, uno de Goldman Sachs, concedidos a su campaña para senador por Texas, en la información que están obligados a facilitar los candidatos.

Trump también se ocupó de denunciar que Hillary Clinton estaba a las órdenes de Wall Street. Le fue muy útil la polémica por los discursos que Clinton pronunció contratada por ese mismo banco a cambio de honorarios inmensos cuando dejó el Departamento de Estado. En total, 675.000 dólares por tres discursos. Dinero fácil para Clinton gracias a una decisión que ni siquiera algunos de sus asesores posteriores entendieron por qué se produjo en una época en la que ella ya estaba preparando su candidatura presidencial.

En uno de sus últimos anuncios de la campaña de Trump, apareció una imagen del consejero delegado del banco, Lloyd Blankfeincomo uno de los símbolos de una «estructura de poder global» culpable de «haber robado a nuestra clase trabajadora». El anuncio no pretendía ser sutil.

Su campaña antiestablishment le concedió los votos necesarios para vencer en tres estados que resultaron decisivos (Pennsylvania, Michigan y Wisconsin) donde los demócratas llevaban años ganando. No los hubiera conseguido sin el apoyo de la clase trabajadora de raza blanca, enfurecida por considerarse perjudicada por la alianza de los dos grandes partidos con las grandes corporaciones financieras y el abandono del Medio Oeste industrial de EEUU.

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Eso fue antes de que Trump tuviera que empezar a elegir su Gobierno. Primero dio a conocer el nombre de su principal consejero estratégico, Stephen Bannon, que trabajó casi una década en Goldman dedicado a fusiones y adquisiciones. Después vino el premio gordo. El futuro presidente eligió para el puesto más importante del área económica –como secretario del Tesoro– a Steven Mnuchin, que pasó 17 años en ese banco, donde su padre había estado décadas.

Aprendió mucho en Goldman. Gracias a las aportaciones de otros financieros millonarios como George Soros y John Paulson, Mnuchin compró IndyMac, un banco que se había hundido y que había tenido que ser nacionalizado. El Gobierno quería deshacerse de él cuanto antes y Mnuchin vio la oportunidad. Con él al frente, IndyMac se lanzó a ejecutar 36.000 desahucios. Luego, Mnuchin y sus inversores vendieron el banco para obtener grandes beneficios (unos 200 millones en el caso del futuro secretario del Tesoro).

Aún hay un puesto clave que puede caer en manos de otra persona relacionada con el banco relacionado por muchos con la voracidad de las instituciones financieras que desencadenó la crisis de 2008. No es otro que Gary Cohn –actual presidente de Goldman, en realidad, número dos del banco por detrás de Blankfein–, del que se habla que podría ser el director de la Oficina del Presupuesto, que en ocasiones ha sido el segundo cargo económico más importante de la Administración.

El autoproclamado defensor de la clase trabajadora de raza blanca lleva camino de subcontratar la política económica de su Gobierno a exdirectivos de Goldman Sachs en lo que es uno de los giros menos sorprendentes del proceso de formación del Gobierno. Trump ya prometió en campaña que acabará con la Ley Dodd-Frank de 2010, que incluye centenares de normas y controles que condicionan a los bancos para hacerlos más resistentes a futuras crisis financieras, obligándoles por ejemplo a aumentar sus reservas de capital.

Los inversores lo vieron venir muy pronto, y por eso las acciones en Wall Street, incluidas las de Goldman Sachs, comenzaron a subir muy poco después de su victoria en las urnas.

Trump recibió los votos de la clase trabajadora blanca de Pennsylvania, pero para su Gobierno está eligiendo a los miembros de esa élite financiera que, según él, estaba destrozando la vida de los honrados contribuyentes norteamericanos y controlando a políticos como Ted Cruz y Hillary Clinton.

Steven Mnuchin tiene un patrimonio de centenares de millones de dólares, pero casi es de clase media comparado con otros futuros altos cargos. Wilbur Ross –secretario de Comercio– tiene una fortuna valorada por Forbes en 2.500 millones. Todd Ricketts –número dos de Comercio– vale 1.700 millones. La familia de Betsy DeVos –secretaria de Educación– se va a los 5.000 millones.

Según el WSJ, la lista de multimillonarios podría aumentar con Harold Hamm, un directivo del petróleo candidato a dirigir el Departamento de Energía (16.600 millones en activos). A su lado, Andy Puzder –posible secretario de Trabajo– tendría problemas para llegar a fin de mes. Este jefe de una cadena de ‘fast food’ ganó 4,4 millones en 2012. Pocos se sorprenderán al saber que Puzder está en contra de aumentar el salario mínimo.

Un senador demócrata ha acusado de Mnuchin de desplumar a las víctimas de préstamos depredadores. Esa era la idea cuando compró IndyMac. Pero hay otra faceta llamativa del futuro jefe del Tesoro. El cine está entre sus inversiones y ha sido productor de películas como ‘Suicide Squad’ y ‘Mad Max: Fury Road’. Sólo hay que confiar en que el paisaje de la segunda película no sea el que nos quede después de cuatro años de Gobierno de Trump. Lo que es probable es que algunos de sus votantes acabarán lamentando haber levantado un Gobierno de millonarios.

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