Chiquilicuatres, niñatos, novatos y otras especies exóticas en la dirección del PP

Puedes pensar lo que quieras sobre Esperanza Aguirre, pero la señora da espectáculo. Ella no necesita argumentarios ni mensajes de la dirección nacional de su partido. Cuando quiere hacerse notar, coge la granada de mano, suelta la anilla y la lanza al escenario. Hubo un tiempo en que ponía cara de inocente mientras los demás se palpaban el cuerpo a ver si conservaban todas sus extremidades. Como en la viñeta de Manel Fontdevila de 2009, ella seguía impoluta en mitad de un mar de barro. Más tarde, la suerte se le acabó cuando sus dos colaboradores más cercanos –Ignacio González y Francisco Granados– terminaron en prisión. A partir de entonces, cada vez que abre la boca, en la sede de Génova tienen que aumentar la dosis habitual de antidepresivos. Ya no se dedica a la política, sino a la demolición con explosivos.

Alentada casi con total seguridad por Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, o al menos con su visto bueno, Aguirre dio una entrevista a El Mundo para anunciar que la presidenta madrileña debe presidir también el Partido Popular en Madrid, que es precisamente lo que Génova quiere impedir. Dado que Aguirre es como es, no podía limitarse a elogiar a Díaz Ayuso, sino que el personaje que ha creado después de tantos años le reclamaba despreciar a los que no opinan igual en su partido, porque entre todos no hacen un solo cerebro.

Al alcalde José Luis Martínez-Almeida, al que Génova promociona como un posible candidato frente a Ayuso, lo trató de tonto útil: «Lo que él dice es que los de Génova le están empujando». Es decir, que lo están utilizando para que la presidenta de Madrid no concentre todo el poder. Tal y como lo describe Aguirre, no parece que tenga muchas luces, teniendo en cuenta que Génova no es la única que le mangonea. «En el sector de Almeida hay algunos niñatos encabezados por un chico de cuyo nombre no quiero acordarme», dijo Aguirre, quizá refiriéndose a Ángel Carromero. Si Almeida se deja influir por un asesor como Carromero, lo mejor es que se apriete más fuerte el cinturón de seguridad o que se tire del coche. En términos políticos, claro.

Pero si fuera sólo Almeida el crucificado, en el PP podrían considerar el ajuste de cuentas de Aguirre como parte del trabajo y del sufrimiento que nos acompaña en esta vida. Lo malo es que también va contra Pablo Casado y su equipo. De entrada, afirma que Díaz Ayuso es «la persona que más daño político ha hecho a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias». Por lo tanto, no es Casado, lo que ya debería sonar algo ofensivo dentro del PP.

Va aun más lejos en su desprecio: «Creo que en el PP no hay nadie de más de 55 años que se dedique a pensar. Y pensar es muy importante y en eso el PSOE nos gana». De ahí hay que deducir dos cosas. Aguirre, de 69 años, cree que Génova está dirigida por unos novatos que no dan la talla y que si hay alguno de más edad no tiene un cerebro del que presumir.

Génova reaccionó con una rueda de prensa de Teodoro García Egea –edad: 36 años–, que es un poco como enviar un Ford Fiesta a una carrera de Fórmula 1. Empezó presumiendo de algunas de las cosas importantísimas que está haciendo el PP que no interesaban a ningún periodista y dio paso a las preguntas. La primera fue sobre la entrevista de Aguirre y la crisis del PP madrileño. No la respondió. La segunda, sobre lo mismo. Se puso a hablar de Sánchez y el Mar Menor. A la tercera, ya no podía escapar y estampó una patada en toda la frente de Aguirre: «Hay un asunto en que yo coincido con ella y es que lo que destrozó al Partido Popular de Madrid fue la corrupción y es algo que nosotros jamás vamos a permitir». No como ella, le faltó decir.

Ver cómo el PP se está complicando la vida con la elección de su presidente en Madrid es uno de esos misterios insondables que se encuentran con frecuencia en la política española. Casado no tiene muchas razones de peso para oponerse a que Díaz Ayuso se haga con el puesto, aún más después de su victoria en las elecciones de mayo. La idea de que es demasiado trabajo para una sola persona es tan ridícula que sólo se han atrevido a ponerla en circulación bajo el membrete de fuentes anónimas. Varios presidentes autonómicos del PP están en esa situación sin que les explote el cerebro. Antes, Aguirre y Cristina Cifuentes disfrutaron de los dos cargos en Madrid.

Por alguna razón que no le conviene, Casado está consiguiendo que la gente crea que su estado de ánimo en relación a su protegida ha pasado del recelo al pánico. Los titulares que afirmaban hace unos meses que Ayuso podía birlar la silla a Casado en los próximos dos años eran un tanto prematuros. A pesar del inmenso apoyo que recibe en la prensa de derechas de Madrid, sería conveniente para ella ofrecer un currículum legislativo más amplio que haber aprobado una ley para colocar a comisarios políticos en Telemadrid y eliminar unos impuestos con los que no se recauda casi nada. Por no tener, ni siquiera puede presumir de haber aprobado unos presupuestos.

Todo este barullo, en el que Aguirre se mueve como barracuda en el agua, va a terminar consiguiendo hacernos creer que lo que busca Casado es proteger su puesto a partir de 2023 en caso de volver a ser derrotado en las urnas. Cuando un líder de la oposición deja entrever que el día después de la derrota es una situación para la que debe protegerse ahora mismo, en ese momento ya ha empezado a perder esas elecciones.

«Chiquilicuatres» que no saben nada de política. Un alcalde que deja que «niñatos» le calienten la oreja. Políticos novatos y de pocas luces en Génova que casi es mejor que no piensen, porque será peor. Un líder nacional que no hace más que equivocarse, por lo que no es el mayor adversario político de Sánchez. Aguirre ha hecho un retrato tan funesto de la dirección del PP que el PSOE podría incluirlo íntegro en uno de sus argumentarios. Le pueden poner más chispa, pero no lo van a mejorar. Nadie clava el cuchillo con tantas ganas como la condesa consorte de Bornos.

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