El Brexit impulsa la xenofobia y el racismo en el Reino Unido

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La campaña del Brexit tenía como uno de sus principios irrenunciables la idea de «recuperar el control de las fronteras». El rechazo a la inmigración, –cuando no una xenofobia nada oculta– fue uno de los factores de movilización que más éxito tuvo en las urnas. Es posible que el sistema político se encuentre en un estado de parálisis sin tener muy claro qué hay que hacer a partir del referéndum, pero en la calle mucha gente tiene las ideas más claras. Es hora de expulsar a los extranjeros, sobre todo si tienen la piel más oscura.

Las denuncias presentadas en una página web oficial dedicada a ello fueron un 57% superiores entre el jueves y el domingo con respecto al mismo periodo del mes anterior. Este es uno de los incidentes, ocurrido en la mañana del martes en Manchester. Es uno de los más comentados sólo por el hecho de haber sido recogido en vídeo.

En otro incidente alguien lanzó un cóctel molotov contra una tienda halal en Walsall, al norte de Birmingham.

Crecidos por la victoria del Brexit, los ingleses de ideas racistas han dado rienda suelta a sus instintos. Las denuncias por ataques verbales se multiplican por todo el país. En la mayoría de los casos, no desembocan en incidentes graves –por tales me refiero a agresiones físicas–, pero la escalada resulta obvia. Gente que nunca en su vida había sido testigo de un acto obviamente racista ahora no da crédito a lo que ve. Dicen que creen haber despertado en un país que no conocían. Incluso delante de los colegios hay gente diciendo a los niños de origen extranjero que van a ser expulsados.

En el Parlamento, tanto David Cameron como los líderes de la oposición han mostrado su rechazo más absoluto a estas agresiones. Las personas que las protagonizan no estarán muy preocupadas por la forma en que se reciban en el mundo de la política. Están acostumbrados a repetir que el país está hundido en un agujero por culpa de las decisiones de los gobiernos, por permitir la entrada de tantos extranjeros, y sólo han encontrado consuelo en las páginas de los tabloides que desde hace años pintan a los inmigrantes como unos parásitos que –aunque sea algo contradictorio– dejan a los ingleses sin sus empleos y al mismo tiempo reciben generosos subsidios públicos.

La dieta xenófoba de tantos años y la euforia por el Brexit sólo podían tener este desenlace.

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