Pruebas sobre las torturas en las prisiones sirias

Un reportaje de Channel 4 ofrece documentos que demuestran que la inteligencia militar siria sabía que se estaban cometiendo torturas en las prisiones y que el número de personas muertas en los interrogatorios estaba creciendo. El jefe de la inteligencia siria había ordenado que se le enviara un informe por cada persona muerta en los interrogatorios, la información que se le extrajo y las causas de la muerte.

Los documentos han sido conseguidos por Commission for International Justice and Accountability, un organismo independiente fundado por un exinvestigador de crímenes de guerra y que está financiado por gobiernos occidentales, entre los que están Gran Bretaña y Canadá.

En las últimas semanas, el Gobierno sirio ha enviado certificados de defunción a las familias de centenares de presos que fallecieron en prisión sin notificar las causas de la muerte.

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29 niños muertos en el ataque a un autobús en Yemen: una acción militar legítima para los saudíes

Un ataque directo de la coalición dirigida por Arabia Saudí mató a 50 personas este jueves en el norte de Yemen, de las que al menos 29 niños son niños menores de 15 años, según el último dato ofrecido por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Entre los heridos hay 30 niños.

Los aviones saudíes o emiratíes lanzaron un ataque con misiles a un autobús que trasladaba a decenas de niños que volvían de una excursión escolar. El conductor había parado en una calle comercial muy concurrida para comprar agua.

El bombardeo no es un hecho aislado ni responde a un accidente. Desde el primer día, los saudíes han destruido la infraestructura civil en su guerra contra las milicias hutíes, han atacado zonas residenciales y han destruido centros médicos, mezquitas y mercados.

En el último balance que ha hecho Yemen Peace Project, de los 140 ataques aéreos identificados en junio de este año, 83 fueron realizados sobre objetivos no militares.

Algunas de las imágenes posteriores al ataque son insoportables. Los habitantes de Dhalian recogían los restos, algunos totalmente destrozados por la explosión. Eso demuestra que el autobús no se vio alcanzado por la explosión en un edificio cercano, sino que sufrió el impacto directo de un misil. El vehículo donde viajaban los niños era el objetivo del ataque.

El Gobierno saudí, a través de un comunicado difundido por la agencia oficial saudí, lo calificó de «acción militar legítima» al estar dirigido contra los responsables de un ataque con misiles contra la ciudad saudí de Jizan el día anterior.

«¿Necesita el mundo más vidas de niños inocentes para detener esta cruel guerra contra los niños en Yemen?», se pregunta Geert Cappelaere, director de Unicef en Oriente Medio y el norte de África.

En junio de 2017, el Senado de EEUU aprobó la venta de munición guiada por láser a Arabia Saudí por valor de 510 millones de dólares. El Gobierno de Riad anunció que pondría en marcha un programa de entrenamiento para reducir los ataques accidentales contra civiles. En los doce meses posteriores, el número de civiles muertos en bombardeos aumentó un 7%, según datos de la ONU.

En el caso del autobús escolar, no se puede hablar de accidente. Era el objetivo elegido para la destrucción.

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Las represalias saudíes contra Canadá son también un mensaje para Europa

Canadá no se disculpará ante Arabia Saudí. Eso es al menos lo que ha dicho en una conferencia de prensa en la tarde del miércoles su primer ministro, Justin Trudeau. Le han preguntado si el Gobierno rectificará ante la virulenta reacción saudí por la petición canadiense para que se ponga en libertad a varias activistas de derechos humanos. «Continuaremos apoyando los valores canadienses y los valores universales. Es algo que esperan los canadienses». Canadá seguirá hablando sobre derechos humanos en público y en privado, dijo.

El Gobierno saudí se ha gastado millones de dólares en los últimos años para mejorar su imagen en EEUU a través de contratos con las principales empresas de relaciones públicas y lobbies. Es práctica habitual entre gobiernos, preferiblemente dictaduras, para los que las relaciones con Washington resultan fundamentales. Lo que siempre ha llamado la atención en el caso saudí han sido las dimensiones de esos contratos.

Este artículo de 2016 da algunas de las cifras conocidas entonces, que seguro han aumentado en el último año, cuando Riad intenta convencer a la comunidad internacional de inversores de que sus reformas económicas ofrecerán nuevas oportunidades de negocio. La continuación de la guerra de Yemen y el enfrentamiento con Qatar han hecho que el Gobierno extienda esos planes de propaganda a otros países.

El mayor problema para los saudíes en cuanto a su imagen no está en el extranjero, sino en el propio país, en políticas que son la negación de los valores que los gobiernos occidentales dicen defender y que son ignorados cuando se trata de hacer negocios con la monarquía petrolera.

Todo empezó con este tuit de Chrystia Freeland (hubo otro similar un día después en la cuenta del Ministerio), ministra canadiense de Exteriores, pidiendo la libertad de Samar Badawi, hermana de Raif Badawi, que está encarcelado desde 2012 por un supuesto delito de apostasía y ofensas al islam con una condena que incluía 1.000 latigazos. Se le aplicaron 50 latigazos en una primera sesión y se cree que no ha vuelto a sufrir ese castigo. En 2015, el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sajarov.

La crueldad del castigo y la naturaleza del delito convierten a Badawi en un preso político cuya situación no ha alterado las relaciones saudíes con Europa y EEUU. Tampoco han sido un inconveniente las recientes detenciones de mujeres que llevaban tiempo reclamando los derechos que se les negaban, incluido el de conducir. Antes de que el Gobierno levantara este último veto en junio, los arrestos enviaban el mensaje de que el «reformismo» elogiado por algunos medios occidentales era compatible con la represión de los defensores de los derechos humanos.

La furia saudí por la no excesivamente agresiva reclamación de Freeland es coherente con la forma intimidatoria y belicista con la que el príncipe heredero Mohamed bin Salmán se maneja en los asuntos de política interior y exterior. MbS entiende todos los conflictos potenciales como un desafío personal en el que las amenazas y las represalias son la respuesta por defecto.

En este caso, decretó la expulsión en 24 horas del embajador de Canadá, y dio la orden de que el banco central saudí y los fondos públicos de pensiones vendan todos sus activos existentes en Canadá «sin importar el coste económico». Además, anuló las becas a los 12.000 jóvenes saudíes que estudian en ese país, lo que les obliga a buscar otro para continuar sus estudios, y ordenó sacar de allí a los saudíes que son atendidos en hospitales canadienses.

Riad considera el tuit de Freeland un ataque a «su soberanía», lo que es llamativo viniendo de un país que lleva tres años bombardeando Yemen, que financió a varios grupos insurgentes en la guerra siria, que mantuvo secuestrado durante varios días al primer ministro libanés para obligarle a expulsar a Hizbolá del Gobierno, y que ha aportado miles de millones de dólares al presidente egipcio Sisi para recompensarle por el golpe que acabó con el Gobierno de los Hermanos Musulmanes.

Bin Salmán tiene un singular concepto de la soberanía de los países árabes –le permite todo tipo de intervenciones políticas, económicas y militares–, pero no tolera que un tuit de una ministra cuestione la detención injusta de una activista. Y es muy posible que el hecho de que Freeland sea una mujer haya tenido alguna influencia.

En 2015, se produjo una situación similar cuando la ministra sueca de Exteriores, Margot Wallström, que había criticado el trato saudí a las mujeres y la condena a Badawi, denunció que Riad había vetado su participación en una conferencia sobre derechos de la mujer organizada por la Liga Árabe en El Cairo. Suecia tomó la decisión de cancelar un acuerdo de venta de armamento.

Riad respondió llamando a consultas a su embajador en Estocolmo y con la suspensión de visados a empresarios suecos.

El Gobierno socialdemócrata sueco encajó el golpe, pero no tardó en hacer lo posible por recuperar las relaciones con Riad. Wallström dijo dos meses después que las relaciones habían vuelto a la normalidad. Un año y medio más tarde, el primer ministro Stefan Löfven visitó Arabia Saudí para reunirse con el monarca y MbS, que entonces aún no era príncipe heredero. Aparentemente, los saudíes se dieron por satisfechos.

Ahora con MbS controlando todos los resortes del poder, la reconciliación con Canadá parece más complicada. Como con todo régimen autoritario, el nacionalismo es una fuente de legitimidad de la que MbS no quiere prescindir. Durante décadas, la tendencia integrista del wahabismo fue la mayor razón de existir de la monarquía saudí. Algunas de las reformas que MbS tiene en mente pueden alejarse de esas ideas religiosas con lo que sólo cree tener dos opciones: el incremento de la represión contra cualquier forma de contestación y la apelación al orgullo nacional para defenderse de las críticas internacionales. Al igual que en China, ese factor le será muy rentable entre los jóvenes y las fuerzas de seguridad.

Un editorial de The Washington Post ofrece una mezcla de determinación e ingenuidad (o quizá hipocresía) al apoyar al Gobierno canadiense en esta crisis, sobre todo con esta frase: «¿No se da cuenta (Bin Salmán) que su visión futurista (sobre la economía saudí) se ve socavada cuando arroja a los opositores a las mazmorras y se comporta como el déspota de un Estado policial?».

MbS es muy consciente de eso. Comportarse como un «déspota» es no ya un precio que está dispuesto a pagar, sino un factor necesario para aplicar sus políticas. No hay nada nuevo en la represión contra Badawi y la reciente detención de su hermana. Las represalias contra Canadá –un socio económico menor para el país– son también un mensaje a los gobiernos europeos para que no se les ocurra ir por el mismo camino. Hacer negocios con Riad obliga a mantener el silencio sobre las violaciones de los derechos humanos. Es algo que deben tener muy presente también los gobiernos que tienen entre sus principios la defensa de los derechos de las mujeres.

La cuenta oficial en Twitter del Ministerio español de Exteriores no ha hecho hasta ahora ningún comentario sobre el conflicto entre Arabia Saudí y Canadá.

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Jim Jefferies y los chistes de pedófilos

Jim Jefferies se burla de la costumbre de escandalizarse con tuits del pasado a cuenta del despido por Disney de James Gunn, el director de ‘Guardianes de la galaxia’, por unos (muy malos) chistes sobre pedófilos. Para cerrar el círculo, Jefferies también hace su propio chiste: «Yo mismo hice un chiste sobre pedófilos hace diez años. Mi novia se enfadó y le dije: querida, ese tuit lo escribí antes de que tú nacieras».

Un argumento de peso: los pedófilos no hacen bromas sobre su conducta en Twitter.

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El apoyo de EEUU a la dictadura egipcia y su origen en los años de Obama

Analizar la política exterior norteamericana de EEUU en los tiempos de Donald Trump resulta una tarea harto complicada. El presidente de EEUU cuestiona de forma agresiva algunos de los puntos fundamentales de lo que ha sido la estrategia del país desde 1945: la OTAN, la relación con Europa occidental y el libre comercio son algunos de los ejemplos más citados. Quizá haya que recordar que no es lo mismo la actitud de Trump –a la que escasamente se puede llamar estrategia– con la posición de partida de los republicanos, el Pentágono y el Congreso, en la que no ha habido grandes cambios.

Pero en Oriente Medio las diferencias con la Administración de Obama son escasas y en ningún caso estratégicas. En el plano simbólico, nunca irrelevante en esa zona, sí que ha habido algunos cambios. El más relevante ha sido el traslado a Jerusalén de la embajada de EEUU en Israel. En el caso de Irán, sí que hay una diferencia notoria, pero ahí el Gobierno de Obama fue una excepción, con la firma del acuerdo nuclear con Teherán, en una trayectoria de enfrentamiento entre ambos países que se remonta a varias décadas.

‘Into the Hands of Soldiers: Freedom and Chaos in Egypt and the Middle East’, libro del periodista del NYT David Kirkpatrick sobre Egipto, ayuda a entender esa continuidad y a dudar de la idea de que la presidencia de Obama inició una vía diferente para las relaciones de EEUU con Oriente Medio.

Sabemos que Obama recibió con aprensión la noticia del golpe de Estado que acabó con el Gobierno dirigido por los Hermanos Musulmanes y que hubiera deseado un desenlace diferente a esa crisis.

Puede que ambas cosas fueran ciertas, pero su Administración, incluido el Pentágono y el Departamento de Estado, jugó un papel importante a la hora de dar luz verde a los militares egipcios para que pusieran fin al que podríamos llamar el primer experimento democrático de la historia de Egipto.

En ese sentido, no es una historia muy distinta a la de décadas posteriores. Washington promueve o acepta un Gobierno dictatorial para asegurar la estabilidad de un país que resulta esencial para la defensa de sus intereses en la región. Es una apuesta segura a corto plazo, pero que siembra la semilla de algo que puede ser mucho peor en años o décadas posteriores.

El golpe de Egipto suele ser definido como uno más de los fracasos de la Primavera Árabe. A la hora de contemplar los acontecimientos de la última década, la mayoría de los análisis presta más atención a la irrupción de ISIS y a la guerra de Siria. Sin restar ningún valor a esos hechos, que han provocado una carnicería de dimensiones estremecedoras, lo que ocurrió en Egipto es una señal que perdurará durante mucho tiempo si convence a los islamistas (no los confundamos con los yihadistas y los salafistas en este debate) de que no cuentan con posibilidades reales de llegar al poder, y de conservarlo, a través de las urnas en un sistema democrático.

Sisi es recibido en el Congreso en su visita a España en abril de 2015. Foto: EFE

Si bien muchos consideran a la Administración de Obama un ejemplo de coherencia y madurez comparada con la política exterior de Trump, el símil pierde sentido si se examina la realidad en cuanto a la respuesta de EEUU a los turbulentos años posteriores al fin del régimen de Mubarak. Obama y algunos de sus asesores mostraron una cierta comprensión con los problemas de Mohamed Morsi al enfrentarse a un establishment en el Ejército, las fuerzas de seguridad y los tribunales que pretendía mantener la misma política de los años de Mubarak, pero otros cargos relevantes de la Administración pensaban que la única solución pasaba por una intervención militar.

El día después del golpe de julio de 2013, Obama aceptó esa posición –cuenta Kirpatrick en el libro–, por mucho que los comunicados continuaran pidiendo una solución política y el respeto a los derechos civiles básicos (con las típicas frases de estos comunicados que revelan una «profunda preocupación» (deeply concerned) y la solicitud a las partes implicadas de «contención» (restraint) en el uso de la fuerza.

Los militares sólo esperaban que todo volviera a la situación anterior a la elección de Morsi. Arabia Saudí y Emiratos Árabes, ya decididos a acabar para siempre con la influencia de los Hermanos Musulmanes en la región, contaban con interlocutores en Washington muy dispuestos a escuchar, cuenta Kirpatrick en su libro.

«Como otros en el Pentágono, Mattis, entonces general de marines al frente del Mando Central (y hoy secretario de Defensa), afirmaba a menudo que los Hermanos Musulmanes sólo eran una versión diferente de Al Qaeda, a pesar de que los Hermanos habían mantenido durante décadas su oposición a la violencia y su apoyo a las elecciones, mientras Al Qaeda calificaba a los Hermanos de ingenuos peleles manejados por Occidente. «Todos nadan en el mismo mar», dijo el general Mattis en un discurso posterior en el que analizaba ese periodo. Acusó al propio Morsi por su «liderazgo arrogante» de ser el responsable de su caída».

La misma posición mantenía el general Michael Flynn, entonces director de la DIA y luego consejero de Seguridad Nacional de Trump durante un corto periodo de tiempo.

El Departamento de Estado tampoco tenía ninguna intención de dar oportunidades al Gobierno electo de Morsi. John Kerry, siempre cercano a las monarquías autocráticas del Golfo Pérsico en su larga época de senador, mantuvo las mismas ideas como secretario de Estado, en especial tras su primera visita como tal a Egipto en marzo de 2013. «Es el idiota más estúpido que he conocido nunca», dijo a su jefe de gabinete tras la reunión con Morsi, escribe Kirpatrick. «Esto no va a funcionar. Estos tipos están locos».

Es obvio que Morsi y los Hermanos malinterpretaron sus victorias electorales en las elecciones presidenciales y legislativas. Nunca fueron conscientes de que la sociedad egipcia era más plural de lo que ellos creían, que sus enemigos en el Estado eran más poderosos de lo que aparentaban, y que el triunfo en las urnas no les concedía el derecho a un ejercicio arrogante del poder.

Kirkpatrick cuenta que Kerry salió mucho más aliviado de su primera reunión con el general Sisi, entonces ministro de Defensa y después el arquitecto del golpe contra Morsi.

Cuando el riesgo de un golpe ya era muy alto, Obama envió a su secretario de Defensa a El Cairo. Chuck Hagel llevaba instrucciones de insistir en una salida política a la crisis que respetara el resultado de las urnas. En un ejemplo de Gobierno disfuncional que ahora tanto se menciona al referirse a la Administración de Trump, Hagel trasladó a los militares un mensaje muy diferente, según las fuentes citadas por Kirkpatrick. Tras haber escuchado a saudíes, emiratíes e israelíes, Hagel dijo a Sisi lo que este quería escuchar: «Yo no vivo en El Cairo, usted sí. Usted tiene que proteger la seguridad, tiene que proteger a su país». Palabras confirmadas por Hagel en una conversación con David Kirkpatrick.

Kerry confirmó al autor del libro que en las discusiones en la Casa Blanca insistió en que el derrocamiento de Morsi no era un golpe. Sisi sólo había escuchado a su pueblo para salvar a Egipto, dijo. Y había prometido celebrar elecciones cuanto antes, un mensaje habitual tras todos los golpes.

El nuevo régimen decidió asegurarse de que Washington no sería un problema y lanzó una campaña de propaganda para denunciar que EEUU había organizado la rebelión que acabó con Mubarak y que había apoyado en secreto a los Hermanos Musulmanes. Sonaba absurdo, pero lo importantes es que se trataba de un mensaje de consumo interno que repitieron de forma obsesiva todos los medios de comunicación egipcios.

La matanza de Rabá en agosto de 2013, donde un millar de seguidores de los Hermanos fueron eliminados por la policía y el ejército, provocó la condena de Obama, pero no consecuencias reales en la ayuda militar que reciben los militares egipcios.

Meses después, EEUU anunció una «revisión» de esa ayuda que supuso la suspensión del envío de material militar ya pagado con la aportación financiera norteamericana. Los portavoces indicaron que en ningún caso eso implicaba abandonar la «intensa relación entre ambos gobiernos». En marzo de 2015 las restricciones fueron levantadas.

Kirkpatrick termina el artículo en el que extracta pasajes de su libro con la referencia a una conferencia que dio el general Mattis antes de ser elegido jefe del Pentágono: «La única manera de apoyar la madurez de Egipto para que sea un país con una sociedad civil con democracia es apoyar al presidente Al Sisi».

La madurez del régimen de Sisi es evidente. Ganó la reelección en marzo de 2018 con el 97% de los votos. El único rival tolerado fue un partidario del presidente al que se permitió llegar al 2,9%.

La Constitución egipcia vigente impone un límite de dos mandatos al presidente. Pocos creen que eso pueda impedirle un tercer mandato. La Administración de Trump lo apoyará de forma calurosa. Sisi es el hombre al que quiere para gobernar Egipto.

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Las apuestas políticas tienen consecuencias y Ciudadanos acaba de descubrirlo

Se atribuye a Harold Wilson, primer ministro británico, la frase tantas veces citada hasta el punto de convertirse en un lugar común con el que siempre se alega que aún hay tiempo cuando alguien no ha tenido valor para tomar una decisión: «Una semana es mucho tiempo en política» (como con las frases de Churchill lo más probable es que Wilson nunca dijera esas palabras). Lo cierto es que una semana pasa muy rápido si no se tiene la intención de hacer nada.

Una semana no, pero unos pocos meses lo han cambiado todo en España. En la encuesta del CIS hecha en los primeros diez días de abril de este año, hace menos de cuatro años, Ciudadanos tenía un 22,4% del voto en segunda posición -en empate técnico con el PSOE, 22%–, a sólo 1,6 puntos del PP. Un mes después, el sondeo de Metroscopia para El País (ya saben la frase, busca a alguien que te quiera tanto como Metroscopia a Ciudadanos) ponía al partido de Albert Rivera como el más apoyado por los encuestados con un 29,1%, con Podemos como segunda fuerza y el PSOE como cuarto partido con un 19%. El análisis con el que se certificaban estos números: el PP y el PSOE se convierten en actores secundarios y el bipartidismo era ya cosa del pasado.

El Mundo Today lo tenía más claro: «Ciudadanos ha ganado ya las próximas elecciones, según Metroscopia».

Más tarde, la realidad se llevó por delante a las encuestas, que es algo que ocurre con frecuencia y que no hay que tomarse como algo personal. Junio. Sentencia de la Gürtel. Moción de censura. Rivera pide elecciones. Rajoy vuelve a Santa Pola (¿o era la primera vez que aparecía por allí?). Rivera pide elecciones. Sánchez, presidente. Rivera pide elecciones.

En política hay muchas variables posibles, pero hay una evidente. No es lo mismo estar en el Gobierno que en la oposición. El político que antes tropezaba en la oposición o se escondía en el despacho pasa a ser un tribuno del pueblo cuando llega al poder. Habla con Macron y Merkel y se hace fotos con el presidente de EEUU (esto último no tiene ya el lustre de antes). Cada semana publica contenidos propios en el BOE, el periódico gratuito más influyente del país. Sus votantes, antes deprimidos y potenciales abstencionistas en los sondeos o peor, posibles desertores, vuelven a confiar en el partido como si todo hubiera cambiado. La vida vuelve a ser maravillosa para ellos. Adiós al Prozac y de vuelta a los gintonics.

Todo eso hasta que la realidad haga otra de sus apariciones espectaculares en el escenario.

El último sondeo del CIS  ha certificado el vuelco. El PSOE es ahora el que está casi en el 30%, una posición inalcanzable hace unos meses. Ciudadanos se queda en en el 20%, empatado con el PP. Podemos y sus aliados no llegan al 16%.

Evidentemente, los partidos perjudicados en la encuesta han recurrido al argumento de la perversa cocina del CIS, otro ejemplo más de la gran influencia de Twitter en la política española. Aparentemente, si el CIS no hubiera hecho eso que se llama cocina, y que se lleva a cabo en todos los sondeos, la ventaja del PSOE sería aún mayor y entraría en el terreno de la magia.

Hay que precisar que la encuesta, realizada en los primeros diez días de julio, se hizo cuando el PP estaba en pleno proceso de elegir a su nuevo líder, un momento en el que quizá los militantes estén motivados, pero sus votantes caminan entre la incertidumbre y el desconcierto. Sólo ya por eso conviene tomarla como una imagen fija e inmutable.

Los cambios espectaculares en los sondeos en términos porcentuales se deben a veces no al aumento del entusiasmo por un partido como a la depresión que sufren los votantes de otro.

Los números de intención de voto de los sondeos se llevan los grandes titulares, pero otros parámetros esconden pistas más reveladores. No cabe duda de que Ciudadanos es un partido que se mueve mucho, pero en el último año sólo lo ha hecho en una dirección. Los españoles perciben a Ciudadanos cada vez más a la derecha, según la encuesta. Lo colocan en la posición siete en la escala de cero a diez. No exactamente el centro, sea reformista o de otro tipo.

Como explica José Fernández-Albertos, los votantes del PSOE, en su versión extendida de este sondeo, sitúan al partido de Rivera en una posición muy alejada de ellos, firmemente anclado en la derecha. Ha aumentado de forma significativa el número de votantes socialistas que nunca votarían a C’s. El campo socialdemócrata como granero de votos se distancia para Rivera. El lugar donde pescarlos se estrecha y queda reducido a una zona donde está además el PP, que algo sabe de movilizar a conservadores y liberales en las urnas.

La crisis de Cataluña y la posición radical de Ciudadanos contra los independentistas catalanes, incluida la acusación al PP de ser demasiado blando, le han entregado a Rivera un caudal político en esa comunidad hasta el punto de dejar al PP en una posición irrelevante. Fuera de Cataluña, las expectativas son ahora más reducidas. Los votantes se preocupan mucho más por el paro y la corrupción –ahora menos que antes en este caso–, pero el monotema catalán, tal y como aparece en los medios de comunicación, ha monopolizado la atención de Ciudadanos y elevado su nivel de agresividad. Rivera no ha querido soltar el hueso catalán porque pensaba que aún quedaba médula dentro y ahora descubre que igual le hubiera venido bien una dieta más equilibrada.

Queda ya lejos el tiempo en que Ciudadanos pactaba con el PSOE en Andalucía y con el PP en Madrid demostrando una flexibilidad que enfurecía a los votantes de otros partidos, pero que enviaba un mensaje diferente a la opinión pública.

Los votantes empiezan a percibir que Ciudadanos y el PP se disputan el mismo espacio político en el asunto más dramático de la actualidad española. Esa sensación aumentará cuando Pablo Casado crea que la inmigración es un asunto amortizado, o al que conviene dejar en espera para más adelante, y se centre en Cataluña para disputar a Rivera el papel de gran estandarte de la unidad de España.

Frente a todos esos cuentos para no dormir sobre las etiquetas presuntamente obsoletas de la izquierda y la derecha y la idea de que los nuevos partidos podían trascender ese encasillamiento ideológico, se han formado dos bloques más o menos coherentes (PSOE+Podemos contra PP+Ciudadanos).

Es una versión del bipartidismo más inestable, porque no son dos, sino cuatro y las relaciones entre los más cercanos son sin duda complicadas. Da la impresión de que las próximas elecciones pueden dilucidarse con este pronóstico. El bloque que se acerque al 45% tendrá opciones de gobernar y el que se quede en el 40% lo tendrá imposible. Y los partidos llegarán a esos comicios con mucha menos flexibilidad que la que disfrutaron en 2015 y 2016.

La izquierda y la derecha, como en los viejos tiempos.

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1.692 civiles muertos en seis meses en Afganistán, un «país seguro» para los gobiernos europeos

Tres empleados extranjeros de una empresa francesa que opera en Afganistán fueron secuestrados este jueves cerca de Kabul. Sus cadáveres aparecieron después en un coche. Eran un malasio de 64 años, un indio de 39 y un macedonio de 37. La empresa, Sodexo, se ocupa de repartir comidas en centros oficiales.

Los secuestros de extranjeros, en especial si son occidentales, ocupan los titulares de los medios, pero no son habituales. Son mucho más frecuentes los que sufre la población afgana, así como otros ejemplos de extorsión. En Kabul en los últimos años son una rentable industria criminal que afecta sobre todo a empresarios y gente con dinero, pero también a personas de escasos medios.

Según datos de la misión de la ONU en Afganistán, en los primeros seis meses de este año 1.692 civiles afganos murieron en actos violentos relacionados con la guerra. Es la mayor cifra en ese periodo desde que la ONU empezó a contabilizar las bajas civiles en 2009.

Varios países europeos continúan deportando a afganos de vuelta a su país, aunque hayan pedido asilo político o teman por su vida en Afganistán. Alemania y Suecia están entre los gobiernos que han aumentado las expulsiones por considerar que ese país ya es seguro. El ministro alemán de Interior lo celebró con una broma a principios de julio: «En mi 69º cumpleaños, 69 personas, no fui yo quien lo decidí (el número), fueron enviados de vuelta a Afganistán».

Esta es la respuesta de Amnistía Internacional al plan del Gobierno noruego de deportar a Afganistán a Taibeh Abbasi, estudiante de 19 años, y a su familia.

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La última teoría de la conspiración de los seguidores de Trump es aún mejor que las anteriores

Una de las razones por las que se propagan con tanta facilidad las teorías de conspiración es porque a mucha gente no le gusta la realidad. No le gusta que determinado partido o líder gobierne el país después de ganar las elecciones. Tiene que haber algo que haya engañado a tanta gente para que hayan elegido a esa persona. Un engaño colectivo, propiciado a buen seguro por los medios de comunicación o por todos aquellos que controlan en secreto la política, en el que han caído muchos ingenuos. Sólo unos pocos saben de verdad lo que está sucediendo.

La última teoría de la conspiración que circula en EEUU entre muchos partidarios de Donald Trump es una versión distinta y muy interesante, pero no por ello menos enloquecida. La idea es que todo va bien porque hay un plan oculto para acabar con la corrupción estructural de EEUU y del mundo. El salvador es obviamente Trump.

Todo ese caos característico de la Casa Blanca que tanto espacio ocupa en los medios es sólo una pantalla para esconder una operación que más tarde o más temprano acabará con los malvados. Estos últimos son los sospechosos habituales de los últimos tiempos –Hillary Clinton, Barack Obama…–, pero todo se remonta a mucho tiempo atrás.

Se llama QAnon o también The Q o The Storm (la tormenta). Esto último por un aviso que Trump lanzó en 2017 a los periodistas en un par de frases. «Quizá sea la calma antes de la tormenta», dijo mientras le hacían fotos con los invitados de ese día en el Despacho Oval. ¿Qué tormenta?, le preguntaron. «Ya se enterarán», respondió. Era la época de sus amenazas a Corea del Norte, y algunos lo relacionaron con eso.

QAnon sabe muy bien a qué se refería. Trump está al tanto de todo y va dos pasos por delante de sus enemigos.

Pero antes de nada veamos una explicación de esta conspiración desvelada.

Kennedy supo de esta trama oculta. Su asesinato fue el arma definitiva con la que detenerle. Reagan tenía buenas intenciones –no conviene decepcionar a los votantes republicanos que lo recuerdan con adoración– pero no pudo hacer nada. A partir de ahí, llegaron los auténticos culpables y con cada uno de los siguientes presidentes el ‘Deep State’ se hizo más poderoso.

«Los buenos» pasaron al contraataque. La opción del golpe de Estado se descartó por demasiado traumática. Hasta que llegó Trump dispuesto a poner fin a esta trama con la ayuda de sus mejores asesores y la inmensa información disponible en la NSA. Las detenciones de los principales sospechosos son inminentes.

Todo comenzó en 4Chan, dónde si no, con el mensaje de un usuario anónimo en 2017 que firmaba como Q, en referencia a una acreditación de seguridad en el Departamento de Energía equivalente al mayor nivel de autorización en el Pentágono para acceder a documentos de alto secreto. Anunció detenciones que nunca se produjeron, pero eso no importó. El grupo de partidarios formado pasó a 8Chan y contribuyó a embellecer la teoría.

De ahí salieron otras ideas más jugosas como relacionar a los grandes sospechosos con una trama de pedofilia –esta acusación es casi un clásico en este tipo de conspiraciones, como se vio en el Pizzagate– o afirmar que la dinastía gobernante en Corea del Norte había sido colocada en el poder por la CIA hasta que Kim Jong-un aceptó negociar con Trump. Todo ese mejunje catastrofista es lo que alimenta el vídeo que aparece arriba y que describe un mundo que, sin los detalles más ridículos, encaja bastante bien con la imagen sombría que Trump siempre ha dibujado de la situación mundial antes de su llegada al poder.

En todo este universo que se va alimentando cada día porque no hay que ser miembro de ninguna organización concreta para extender el alcance de la conspiración, todo fue creciendo al principio fuera de la vista de los medios, pero no de los usuarios de YouTube interesados en estos asuntos. Nada mejor que YouTube para extender mensajes delirantes. Hay un público que los está esperando.

Hace unos meses, personalidades conocidas de la extrema derecha –siempre aparece Alex Jones en estas batallas– hablaron de The Q o The Storm en Twitter y Facebook con lo que los seguidores más fanáticos de Trump que no circulan por lugares como 4Chan lo tuvieron más fácil para ponerse al día.

El mitin que dio Trump esta semana en Florida fue la puesta de largo de la conspiración. Varios de los asistentes llevaban carteles o camisetas con referencias a The Q que no pasaron desapercibidas a las cámaras.

El único problema para que un adicto a los bulos y teorías de la conspiración como Trump adopte a The Q es que la historia va tan lejos que hasta cuenta que la investigación del Rusiagate que dirige el fiscal Mueller es otra pantalla con la que «los buenos» están dejando que se confíen «los malos». Como Trump no deja pasar una oportunidad para pedir que esa investigación se cancele, es poco probable que ahora suscriba esa loca idea en público.

Pero sus votantes no tienen por qué preocuparse por esos detalles. Sólo necesitan saber que todo va según lo previsto, que hay un plan maestro para acabar con esa élite corrupta que pretende derrocar a Trump.

Su presidente continúa enviándoles mensajes sobre las mentiras que publican la industria de las ‘fake news’, es decir, los medios de comunicación. «Lo que estáis viendo y lo que estáis leyendo no es lo que está sucediendo», dijo a finales de julio en lo que fue definido como un homenaje involuntario a ‘1984’ de George Orwell.

Sus seguidores no necesitan saber nada más.
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EEUU, primer vendedor de armas del mundo

The United States of Arms from Will Geary on Vimeo.

Una visualización sobre las ventas de armamento de EEUU al resto del mundo desde 1950 a 2017.

EEUU es el principal exportador de armas en el mundo. Los datos del último informe de Sipri confirman que lo fue en el último periodo examinado, 2013-2017, frente a los años 2008-2012. Entre ambos periodos, las exportaciones de armas norteamericanas crecieron un 25%. Fueron además un 58% superiores a las de Rusia, el segundo mayor proveedor. En 2017, fueron las mayores en un solo año desde 1998. Sipri precisa que la mayor parte de las entregas de ese armamento se produce por contratos firmados hasta diez años antes.

Las exportaciones de armas de EEUU van a Oriente Medio en un 49%. Otros destinos: Asia y Oceanía (33%), Europa (11%), Américas (4,8%) y África (2,2%).

98 países han recibido armas estadounidenses en el último periodo. El mejor cliente fue Arabia Saudí, que recibió el 18% de las exportaciones procedentes de EEUU. Por detrás, Emiratos Árabes (7,4%), Australia (6,7%), Taiwán (5,7%) e Irak (5,5%).

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Los datos sobre el impacto económico de la inmigración de los que no habla Pablo Casado

Pablo Casado se ha unido a los líderes de la derecha europea que han decidido convertir la inmigración en una de sus banderas políticas. « No es posible que España pueda absorber millones de africanos que quieren venir a Europa buscando un futuro mejor», dice el líder del PP, aunque no consta que ningún político haya pedido precisamente eso en los últimos meses.

Matteo Salvini, Viktor Orbán, Marine Le Pen, Geert Wilders y otros dirigentes de la ultraderecha europea han descrito la inmigración, en especial si procede de África, como una amenaza a la prosperidad económica. En Alemania, la derecha de Baviera ha creado una crisis en el Gobierno de Angela Merkel con similares argumentos. Casado se ha referido de forma específica a la defensa del Estado de bienestar para alentar el miedo a los extranjeros.

Una crítica habitual al aumento de inmigrantes en los países de la UE consiste en afirmar que el Estado de bienestar europeo no puede afrontar la carga que suponen los recién llegados. Se da por hecho que los extranjeros no podrán valerse por sí mismos y tendrán que recurrir a las ayudas sociales existentes.

Los datos no demuestran eso. Más bien lo contrario.

Un estudio de La Caixa de 2011 –cuando el porcentaje de habitantes de España nacidos en el extranjero ya había superado el 10%– reveló que los inmigrantes aportan a la economía más de lo que reciben.

«Los argumentos de sobreutilización y abuso del sistema de protección social por parte de la población están injustificados. Los inmigrantes reciben menos del Estado de lo que aportan a la Hacienda pública», sentencian los autores del estudio, elaborado por Francisco Javier Moreno, del Instituto de Políticas Públicas del CSIC, y por María Bruquetas, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Amsterdam. Esa conclusión parece haberse mantenido incluso en los peores momentos de la crisis. Los autores no cuantifican ese resultado, pero subrayan que los extranjeros inyectan a las cuentas públicas «dos o tres veces más de lo que cuestan».

La edad media de los inmigrantes es muy inferior a la de la población local. El gasto que suponen en pensiones –la mayor partida de gasto de los presupuestos del Estado– es obviamente reducido en términos relativos, y seguirá siéndolo durante al menos dos décadas.

Por la misma razón, hacen un uso muy inferior del sistema sanitario frente a los locales. Si ambulatorios y hospitales no dan abasto con la demanda puede ser por dos razones: falta de inversiones públicas y envejecimiento de la población nacida en España. Ninguna de esas dos razones tiene que ver con los extranjeros.

La llegada de extranjeros en gran número supone de entrada un impacto nada desdeñable en el mercado de la vivienda. Tienen que vivir en algún sitio. Eso es un problema en los países donde el discurso político dominante ha decidido que el Estado no debe construir viviendas, una posición muy diferente a la que existió en Europa en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

En países donde la población no tiene acceso a una vivienda a precios razonables, la causa de ese problema puede ser la pasividad de los gobiernos ante esa carencia, y no el deseo de los inmigrantes, y de los nacidos en España, de comprarse una casa o de alquilarla.

La influencia de la inmigración en el desarrollo

En términos históricos, ese beneficio considerado a largo plazo está aún más demostrado, especialmente en los casos de EEUU y Alemania. Un estudio sobre los efectos de la inmigración en Estados Unidos entre 1850 y 1920 demostró en 2017 el impacto positivo de las oleadas migratorias producidas en esas décadas: 

«Estos autores encuentran que los condados donde la inmigración tuvo mayor importancia disfrutan hoy, casi un siglo después, de mayor renta per cápita y niveles de urbanización, menor pobreza y desempleo y mejores resultados educativos. El trabajo también resalta que estos efectos positivos en el largo plazo se derivan en parte de la persistencia de considerables efectos positivos en el corto plazo. Así, sus resultados indican que la inmigración influyó de manera favorable en la productividad agrícola, el número y tamaño de los establecimientos industriales y el grado de innovación en esos mismos condados», escribió Francisco Beltrán Tapia en el blog Nada es Gratis.

El llamado «milagro económico alemán» no hubiera sido posible sin la llegada masiva de inmigrantes a instancias precisamente de los gobiernos de la época, que firmaron acuerdos con gobiernos extranjeros para recibir a esos trabajadores. La economía del país necesitaba a esos trabajadores poco cualificados inicialmente, convertidos después en la mano de obra esencial de la industria. En los años 60, el sector del automóvil se benefició de esa fuerza laboral que le permitió reducir los costes en mayor medida que sus competidores.

Evidentemente, las instituciones y medios de comunicación elogiaron a susclientes (votantes y lectores) por los éxitos conseguidos, mientras que muy pocos recordaron la aportación de esos extranjeros de costumbres diferentes y con los que ahora se usa con frecuencia la palabra «invasión».

El impacto en educación y demografía

Mirar al futuro, y no sólo a las próximas elecciones, exige plantearse otros cálculos. Si el sistema educativo no margina a los hijos de los extranjeros, aumentan las posibilidades de que se beneficie toda la sociedad. ¿Quiénes eran el 83% de los finalistas (33 de 40) del Intel Science Talent Search en 2016, una competición entre alumnos de instituto en EEUU al que llaman allí el Premio Nobel Junior? Hijos de inmigrantes.

Esa digamos sobrerrepresentación de los inmigrantes sobre su presencia en la sociedad también puede encontrarse entre las personas que lanzan nuevas empresas.

El aumento demográfico en los países desarrollados debe mucho a las familias de personas nacidas fuera. Ha ocurrido en España, al igual que en EEUU. El incremento de 3,7 millones de nacimientos en 1970 a los cuatro millones en 2014 se debió en EEUU exclusivamente a las madres que habían nacido fuera del país, según Pew Research Center. En ese periodo, entre las mujeres nacidas en EEUU la caída de nacimientos fue del 11%.

Antes de la crisis en España, la aportación de las mujeres extranjeras permitió recuperar los datos sobre nacimientos existentes en 1990. Aun así, la recesión hizo que a partir de 2012 la población descendiera por primera vez desde 1971 en una tendencia que tendría obvias repercusiones negativas en el futuro. Fue en 2016 cuando se volvió a conseguir aumentar la población y fue posible gracias a la inmigración.

Las consecuencias de la desinformación

En Reino Unido, antes de que la inmigración fuera uno de los elementos clave en la campaña a favor del Brexit, una encuesta revelaba que el 54% de los británicos pensaba que había demasiados extranjeros en el país. Cuando se les comunicaba el porcentaje exacto, la cifra bajaba al 31%.

Es habitual que al preguntar a los encuestados el porcentaje de extranjeros que creen que viven en el país, las respuestas estén enormemente alejadas de la realidad tanto en sondeos realizados en EEUU como en Europa occidental. La cifra real suele ser siempre muy inferior a la estimada en lo que es una reacción a las declaraciones habituales de muchos políticos y la cobertura que llevan a cabo la mayoría de los medios de comunicación.

La inmigración plantea problemas que no se pueden obviar y que pasan por hacer posible la integración de los que llegan, en su mayoría en avión y no en patera, un dato que no suele aparecer en los titulares más alarmistas. A corto plazo, puede suponer tensiones políticas, sociales y económicas que se hacen más evidentes en aquellas zonas y sectores descuidados por las instituciones.

Esos conflictos se agudizan cuando los dirigentes políticos describen la inmigración en términos negativos o incluso catastróficos. Y eso es lo que está ocurriendo en estos momentos en Europa.

Publicado en eldiario.es

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