Por qué los refugiados sirios vienen ahora a Europa

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Durante más de cuatro años, el peso de la acogida a las personas que huyen de la guerra de Siria ha recaído en los países vecinos, algo habitual en casi todos los conflictos bélicos. Según las cifras de ACNUR, Turquía cuenta con 1.938.999 refugiados, Líbano con 1.113.941, Jordania con 629.266, e Irak con 249.463.

En ese tiempo, la Unión Europea ha contemplado esa crisis desde la distancia, limitándose a aportar dinero al programa que dirige Naciones Unidas, fondos que en varias ocasiones han resultado insuficientes para financiar la asistencia humanitaria.

En el verano de 2015, esa ‘comodidad’ ha desaparecido y Europa se ve obligada a asumir su responsabilidad desde el momento en que los refugiados merecen una protección legal a causa de los acuerdos internacionales firmados por esos países.

La pregunta es legítima. ¿Por qué ahora? ¿Qué ha ocurrido en Siria y sus países vecinos para que lleguen tantas personas a Europa en los últimos meses? Hay razones que afectan a todos ellos y otras relacionadas con los países en que han vivido hasta ahora.

Inicialmente, el único objetivo de un refugiado es escapar. Su esperanza es que su salida del país sea temporal, que la guerra acabe pronto y pueda regresar a su hogar. Si la ciudad de la que procede sufre tanta destrucción como la que ha tenido Alepo, sabrá que eso no será posible. Quizá ni siquiera continúe en pie su casa. Si la guerra se prolonga durante años y no se vislumbra un final, el refugiado debe pensar en que su objetivo pasa a ser comenzar una nueva vida, y no fiarlo todo a una fantasía. El que decida hacerlo en el primer país que lo acogió o si deberá elegir un destino más lejano depende en primer lugar de la situación de ese país y de las posibilidades que se abren con un nuevo desplazamiento. En la práctica, muchos refugiados se sienten expulsados del primer país de acogida. Ellos son siempre la minoría que cuenta con menos derechos políticos y económicos.

¿Por qué abandonan Turquía?

El hecho de que Turquía sea el país que cuenta con más refugiados no quiere decir que no haya conflictos. La mayoría, en un 90%, viven fuera de campos de acogida, en hoteles, hostales o habitaciones alquiladas. El dinero termina agotándose, en especial cuando no hay muchas opciones de encontrar un trabajo decente.

Según una asociación de acogida a refugiados, «tienen que trabajar bajo condiciones de explotación durante largos horarios y por bajos salarios. Es muy habitual que no les paguen lo que les deben. Luchan para sobrevivir con ingresos por debajo del nivel de subsistencia».

Ha habido casos de enfrentamientos con la población local y ataques a los exiliados. Muchos les acusan del incremento del precio de alquileres o de que se vean obligados a trabajar por la mitad del salario habitual, lo que perjudica a los trabajadores locales.

La decisión del presidente turco Erdogan de iniciar una guerra contra el grupo armado del PKK y el endurecimiento de su discurso contra los kurdos suponen un aviso para los sirios, en especial para los de origen kurdo. En caso de guerra, los extranjeros terminan asumiendo el papel de chivo expiatorio con facilidad.

¿Por qué abandonan Líbano?

Si en Turquía, los sirios creen que no tienen mucho futuro allí, en Líbano, otro país con graves conflictos internos, la situación no es mucho mejor. Poco a poco, cerca de un millón de refugiados están llegando a la conclusión de que vivir marginados no es una opción a largo plazo. A principios de año, la policía comenzó a adoptar una actitud más agresiva hacia ellos. «Cualquier agente puede pararnos, interrogarnos y pedirnos los documentos (que no tienen). Nos dicen que estamos aquí ilegalmente y que tenemos que volvernos a Siria», explicó una joven refugiada a una periodista de NRP.

En esa entrevista, una mujer comenta que todos los hombres sirios que viven en su barrio se han ido. Ocurre con frecuencia que los maridos emprenden el largo viaje, casi siempre a través de Turquía desde donde pasan a Grecia, con la idea de trabajar para poder enviar dinero a la familia que ha quedado atrás y la esperanza de poder traérselos en el futuro.

Al igual que los que están en Turquía, estos refugiados reconocen que no pueden construir un futuro sobre una estancia temporal en un lugar en el que son vulnerables a los abusos y el acoso de las autoridades. Tienen que comenzar una vida nueva, y la mayor garantía sólo pueden encontrarla en estados que reúnen un mayor nivel de libertad y mayores posibilidades de encontrar un empleo. Es obvio que Alemania, por dar un ejemplo, resulta un destino mucho más conveniente que Turquía o Líbano.

En conversaciones con periodistas en varios países de Europa, algunos han comentado que aspiran a que sus hijos tengan un mejor futuro que ellos. En cualquier cultura, la idea de que un padre sepa que lo que va a entregar a sus hijos es básicamente una existencia miserable es aterradora. En Líbano o Turquía, sin papeles que certifiquen su existencia legal, las posibilidades de que los niños y jóvenes tengan acceso a educación en colegios y universidades son muy reducidas. Personas de clase media con estudios universitarios hará lo que sea para impedir que eso suceda.

¿Por qué abandonan Siria?

La pregunta es tan evidente que casi no merece la pena responderla, pero hay factores de los que no éramos conscientes hasta hace unos meses. Antes que nada, hay que recordar algo que conocen las personas que siguen lo que ocurre allí. Los refugiados que vienen de la provincia de Alepo huyen para salvar la vida.

El Gobierno castiga las zonas de la ciudad que no controla con las llamadas bombas de barril lanzadas desde helicópteros, ataques indiscriminados que causan un alto número de muertos entre los civiles. Los insurgentes no son más selectivos. Han colocado gigantescas cargas en el subsuelo que han volado manzanas enteras en zonas donde había edificios oficiales. Este martes, 38 personas han muerto, entre ellas 14 niños, en un bombardeo de los insurgentes con fuego de mortero y cohetes. Su única culpa era vivir en tres barrios controlados por el Gobierno.

Muchos refugiados proceden de zonas controladas por el Gobierno sirio. Son a fin de cuentas las más pobladas. Los jóvenes que hasta ahora no han sido reclutados por el Ejército saben que el tiempo se les acaba. Y si no es el Ejército, serán las milicias que lo apoyan (y lo mismo les ocurrirá a los que viven en zonas ocupadas por los insurgentes). Las fuerzas militares del régimen gozan de superioridad sobre los insurgentes en artillería, blindados y aviones. Pero les faltan hombres. No tienen capacidad para entablar dos grandes ofensivas al mismo tiempo, como se ha demostrado en la provincia de Idlib, en el norte, donde el Gobierno ha perdido casi todas sus posiciones al no poder enviar los refuerzos necesarios. La prioridad continúa siendo defender Damasco y la franja costera, donde se concentra la base social de apoyo al Gobierno.

En los últimos meses, el Ejército ha sufrido varios reveses en un frente que estaba hasta ahora en su mayor parte estabilizado. La posibilidad de una derrota existe, aunque está lejos de ser inminente. Las clases medias contemplan con terror el futuro de una Siria gobernada por grupos insurgentes de ideas fundamentalistas tan dispuestos a pelearse entre sí como a combatir al Gobierno.

«Mientras la oleada inicial de refugiados que salió de Siria al comenzar el conflicto se componía de aquellos que vivían en las zonas con combates o aquellos empobrecidos por el colapso inmediato de buena parte de la economía», explica una persona que vive en Alepo, «en la última oleada están los jóvenes que acaban de terminar la universidad, los profesionales, trabajadores cualificados y pequeños empresarios, muchos de los cuales vivían en zonas ‘relativamente’ seguras de Siria. El hecho de que lo estén vendiendo todo –casas, coches, negocios, incluso mascotas y muebles– para pagar el viaje demuestra que no tienen previsto volver y que se convertirán en una parte de la diáspora de este éxodo sirio de proporciones bíblicas».

Si los gobiernos extranjeros parecen haber renunciado a la idea de encontrar una solución a esta guerra, o se limitan a realizar campañas de ataques aéreos a ISIS, ¿cómo se puede culpar a los sirios que huyen de haber dejado atrás toda esperanza?

Nadie abandona todo lo que tiene para jugarse la vida en el Mediterráneo y comenzar un recorrido a pie por media Europa si no es esa su única opción. Venden lo que tienen (o malvenden) para reunir aunque sea 5.000, 10.000 dólares con los que financiar el viaje. Cualquier riesgo que los refugiados tengan que afrontar en el mar y en Europa no es nada comparado con vivir en Siria.

Lo único que nos debe extrañar es que hayan aguantado tanto tiempo en un país destruido por la guerra o en una existencia miserable en los países vecinos.

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