Prisioneras del ISIS en Irak

Un mujer de Mosul cuenta su experiencia de vida en esta ciudad ocupada por las fuerzas del ISIS desde junio. Aquellos que no huyeron de la ciudad sobreviven en un ambiente de terror, en especial las mujeres, condenadas a permanecer recluidas en sus casas. Esta es una parte de su testimonio publicada por The Guardian:

«Todas las carreteras principales para entrar o salir están controladas por el ISIS. Intentar huir significaría cruzar dos de esos controles, donde pueden decidir tu destino. Lo que es seguro es que te quitarán cualquier cosa de valor, dinero u oro. Quieren que te vayas sólo con la ropa puesta. Ya he hecho una maleta con todas mis viejas fotos y cartas. No soportaría dejarlas atrás.

Por ahora no hay posibilidad de salir. Las carreteras son muy peligrosas y mi padre anciano, y enfermo de diabetes, no podría conseguirlo. Oímos rumores de que las autoridades kurdas no permiten a los hombres jóvenes pasar sus controles por miedo a que sean combatientes del ISIS camuflados. No podemos dejar atrás a nuestros hermanos. Estamos en esto juntos como familia. (…)

Nací y crecí en esta ciudad. Hoy me siento una extranjera. Me he esforzado toda mi vida para tener una educación, completar mi licenciatura y los másters, y estaba a punto de terminar mis estudios de posgraduado cuando se produjo el ataque del ISIS. Éramos 40 estudiantes en las clases de posgraduado, más de la mitad mujeres. Nos han prohibido asistir a la universidad desde el próximo mes. Toda esta educación para al final ser devueltos a la Edad Media y una época de esclavitud impuesta por hombres armados.

Como mujeres, debemos cubrirnos los rostros, algo que nunca me hubiera imaginado que podrían obligarme a hacer. No nos permiten salir de casa sin una escolta masculina. Se espera que los hombres se dejen crecer la barba. Nunca en la historia de Irak se habían visto unas leyes tan draconianas.

Mi única visita a la universidad la hice después de Eid (la festividad tras el fin del Ramadán). Esa mañana, me puse la abaya por primera vez pero entré sin cubrirme el rostro. Me encontré con varios amigos y bromeamos nerviosos sin evitar la tristeza. He dejado de preocuparme sobre la posibilidad de que haya ataques aéreos contra ISIS y las inevitables bombas que caen sobre los civiles. Sólo estoy obsesionada por la obligación de taparme la cara que me persigue incluso en sueños. (…)

La realidad me golpeó al final del Ramadán cuando fui con mi madre a comprar la abaya y el khimar (para cubrir el rostro). Fue surrealista que tuviéramos que pedir un khimar al dueño de la tienda, un hombre al que conocemos desde hace años, para que nos dijera que se habían acabado, como si llevar la cara cubierta fuera el último grito en moda.»

Lo que ISIS espera de las mujeres de Mosul. 12 junio.

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