La comparecencia del secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, sirvió para ser testigos de una escena habitual en los juicios, cuando un abogado desmonta una buena parte del testimonio de alguien al resaltar sus contradicciones o mensajes no del todo ciertos. La intervención de Xavier Melero dejó claro que una defensa que dé prioridad a sostener la legitimidad de las posiciones políticas de los acusados no tiene mucho futuro en un juicio. Hace falta algo más, por ejemplo lo que ofreció Melero en la sala.
Un caso muy diferente fue el de la declaración de Diego Pérez de los Cobos. El hombre enviado por el Gobierno central para dirigir/coordinar a todas las fuerzas policiales ante el referéndum ofreció un testimonio más impenetrable que el de Nieto, contra el que Melero poco pudo hacer. Fue mucho más efectivo a la hora de acusar a los Mossos de ser un factor clave de la presunta rebelión.
El testimonio de la letrada del Juzgado número 13 de Barcelona, que intervino en el registro de la Conselleria de Economía el 20 de septiembre, fue el primero en el que intervino alguien que no forma parte de la política o de las fuerzas de seguridad. Es la clase de declaración a la que un tribunal presta mucha atención. Imprimió tanto drama a la vista que por momentos parecía la descripción de un asedio como el de ’55 días en Pekín’.
El jueves fue el primer día en que un antiguo mando de los Mossos dejó en evidencia a los acusados. Confirmó que la cúpula de la Policía autonómica avisó a la Generalitat del peligro de incidentes violentos en el referéndum. Ese es uno de los elementos clave de los argumentos de la fiscalía, aunque por otro lado desmiente en parte la idea de que los Mossos intervinieron de forma activa en la presunta rebelión. A los abogados de la defensa corresponde este lunes la labor de reparar los daños provocados por este testimonio, pero con cuidado porque no pueden dar a entender que la función de los Mossos era colaborar con la Generalitat en la celebración del referéndum.
La Doctrina Monroe vuelve a estar en vigor casi dos siglos después de que se formulara. No es que haya estado escondida desde entonces, pero había mucho tiempo desde que un alto cargo de la política exterior estadounidense se atreviera a enarbolarla en público.
El consejero de Seguridad Nacional de EEUU, John Bolton, la ha citado como un argumento de autoridad en una entrevista en relación a la crisis de Venezuela sin que le preguntaran por ella directamente. La pregunta era por qué EEUU podía intervenir en los asuntos venezolanos cuando no hace lo mismo con otros gobiernos «brutales» del mundo implicados en violaciones de derechos humanos.
«No, creo que son asuntos diferentes. En esta Administración, no tememos usar las palabras ‘Doctrina Monroe’. Es un país que está en nuestro hemisferio. Siempre ha sido un objetivo de los presidentes americanos tener un hemisferio completamente democrático desde los tiempos de Ronald Reagan».
En su origen, la Doctrina Monroe fue una declaración del presidente James Monroe en 1823 para advertir a las potencias colonialistas europeas de que se mantuvieran alejadas de Norteamérica y Surámerica, una vez que los países del sur hubieran obtenido su independencia. A cambio de ello, EEUU haría lo mismo con las posesiones coloniales europeas en otras zonas del mundo.
En el siglo XX, la apelación a esa doctrina sirvió para justificar las intervenciones militares y políticas de EEUU en muchos países suramericanos.
Bolton ha sido el portavoz más agresivo del Gobierno de Trump en la campaña para forzar el derrocamiento de Maduro. Un ejemplo de su influencia fue el fichaje de Elliott Abrams, un veterano de las guerras sucias de Centroamérica de los años 80.
Las ventajas económicas del fin del chavismo también fueron destacadas por Bolton, que dijo que «sería una gran diferencia económicamente para EEUU si conseguimos que empresas petroleras americanas participen en la inversión y producción de petróleo de Venezuela».
Foto: viñeta con Theodore Roosevelt y el canal de Panamá, 1903.
.@AmbJohnBolton on Venezuela: “I’d like to see as broad a coalition as we can put together to replace Maduro”@jaketapper: Do you not see US support for other dictators around the world undermines the credibility of your argument?
Con un montaje de poco más de seis minutos, Marshall Curry ha conseguido que ‘A Night at the Garden’ haya sido nominada a los Oscar en la categoría de mejor corto documental. No hay voz en off ni testimonios. Es sólo una breve selección de un hecho no desconocido, pero olvidado para la mayoría de sus espectadores: el mayor mitin nazi celebrado en EEUU en los años 30.
El German American Bund reunió a más de 20.000 personas en el Madison Square Garden de Nueva York en un acto en el que no faltaron los discursos racistas, los uniformes, las esvásticas y los saludos brazo en alto. Había un enorme retrato de George Washington en el escenario –se celebró el 20 de febrero de 1939, dos días antes del aniversario de su nacimiento– con la intención de relacionar directamente las ideas fascistas con la fundación de la nación. Se cantó el himno nacional de EEUU sin que la invocación al verso «land of the free» suscitara ninguna confusión entre los asistentes, que se consideraban los únicos patriotas estadounidenses.
El momento más dramático del corto se produce cuando un aprendiz de fontanero, Isadore Greenbaum, un joven judío de 26 años, subió al escenario. Varios miembros del servicio de orden se abalanzaron sobre él y le golpearon con saña. De inmediato, aparecieron los policías que se lo llevaron detenido. Un juez le impuso una multa de 25 dólares, que correspondería a unos 450 dólares de hoy.
«Las imágenes son tan poderosas que es increíble que no se proyecten en las clases de historia de cada instituto», ha dicho Curry. «Pero creo que el mitin ha desaparecido de nuestra memoria colectiva en parte porque da miedo y es embarazoso. Cuenta una historia sobre nuestro país que preferimos olvidar. Nos gustaría pensar que cuando se alzó el nazismo, todos los americanos quedaron horrorizados de inmediato. Pero aunque la inmensa mayoría de los americanos estaban horrorizados por los nazis, hubo también un grupo significativo de americanos que apoyaban este mensaje supremacista blanco y antisemita».
La noticia del mitin del Garden apareció en la portada de The New York Times del 21 de febrero, en la primera columna de la izquierda. El artículo comenzaba así: «Protegidos por más de 1.700 policías que convirtieron el Madison Square Garden en una fortaleza casi impenetrable para los antinazis, el Bund Alemán-Americano celebró anoche su publicitado mitin por el ‘Americanismo’ y la celebración del aniversario de George Washington».
Cuenta que los únicos momentos de tensión se produjeron cuando los asistentes salieron del Garden y en la calle estaba esperando una manifestación antinazi. Según el periódico, los incidentes no fueron graves y se saldaron con 13 detenidos con cargos menores.
En las intervenciones políticas, todas las referencias al presidente Roosevelt eran recibidas con abucheos. Algunos oradores pronunciaban su apellido como «Rosenfeld» para que pareciera judío. El líder del German American Bund, Fritz Kuhn, dijo que iban a luchar «contra todos los que querían convertir Estados Unidos en un paraíso bolchevique». Como era habitual entre los nazis alemanes, relacionó a los judíos con el comunismo: «No decimos que todos los judíos sean comunistas, pero sí decimos que el judío es la fuerza impulsora del comunismo».
Curry recuerda la frase de Halford Luccock: «Cuando el fascismo llegue a América, no llevará la marca de ‘Hecho en Alemania’. No estará marcado por una esvástica. Ni siquiera se le llamará fascismo. Se le llamará sin duda ‘americanismo'». Fritz Kuhn fue después detenido por la acusación de malversación de los fondos de la asociación y encarcelado. Después de la guerra, fue deportado. El Bund se disolvió poco después del comienzo de la guerra.
Desfile del German American Bund en Nueva York en octubre de 1939. Foto: Biblioteca del Congreso
El Bund era un producto más alemán que norteamericano, pero las ideas fascistas tuvieron un fuerte eco en la sociedad estadounidense de los años 30. El sacerdote y activista ultracatólico Charles Coughlin contaba con una audiencia de unos 30 millones de personas en sus programas semanales de radio. El aviador Charles Lindbergh y el empresario Henry Ford dieron a conocer en público sus ideas racistas. En los años 20, Ford había financiado la edición de 500.000 ejemplares de la falsificación antisemita ‘Los protocolos de los sabios de Sión’. El ataque japonés de Pearl Harbor y la entrada de EEUU en la guerra contribuyeron a que esa semilla nazi desapareciera pronto, pero no todas sus ideas desaparecieron.
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George Carlin se pregunta cuál es la base de todas esas manifestaciones de orgullo nacionalista tan habituales en muchos países. Él es de origen irlandés, pero hay una cosas que tiene clara: «Ser irlandés no es un mérito. Es un jodido accidente genético».
Sobre el permanente «God bless America» con el que los políticos norteamericanos adornan el final de sus discursos, dice: «Let me tell you a little secret about God, folks. God doesn’t give a flying fuck about America. He doesn’t care. He never cared about this country any more than he cares about Mongolia, Transylvania, Pittsburgh, the Suez Canal or the North Pole».
Los norteamericanos no son los únicos en sostener esa falsa ilusión: «Los cementerios militares de todo el mundo están llenos de soldados muertos a los que lavaron el cerebro y que estaban convencidos de que Dios estaba de su lado». Evidentemente, estaban equivocados.
Leonardo DiCaprio ganó un Oscar por su interpretación en ‘El renacido’. Es un tipo de historia que siempre tiene gancho en la audiencia. Así que no es raro que Pedro Sánchez decidiera convertir en un libro su experiencia de los últimos años. Con 46 años, puede alardear de haber consumido más etapas que la mayoría de las personas que se dedican a la política toda su vida. Elegido líder de su partido con 42 años, a punto de ser elegido presidente del Gobierno un año y medio más tarde, después eliminado y humillado por sus compañeros y sin embargo rivales, regresar a lo más alto contra todo pronóstico y finalmente llegar a Moncloa subido a la ola generada por una sentencia judicial. Hay montañas rusas con menos pendientes.
El libro ‘Manual de resistencia’ procede de unas conversaciones con Irene Lozano, que entró en las listas electorales del PSOE en 2015 a invitación de Sánchez y que hoy es secretaria de Estado. «Ella les dio forma literaria a las grabaciones», dice en el prólogo. Quiere decir que fue Lozano quien lo escribió si aceptamos que «forma literaria» es una forma eufemística de definir la escritura. Aun así, el texto recuerda mucho las palabras y la forma de hablar de Sánchez, con lo que podemos llegar a la conclusión de que describe bastante bien su mentalidad y sus ideas. Sigue leyendo →
Alfonso Guerra fue entrevistado el domingo en Salvados. Es un personaje fascinante en cierto modo porque nunca fue lo que quiso aparentar que era. Alguien lo desveló, como en las pelis de espías, pero dio igual. Ahí siguió durante algunas décadas más. El ‘espía’ que descubrió su secreto fue Jorge Semprún, ministro de Cultura (1988-91). En su último libro de memorias, ‘Federico Sánchez se despide de ustedes’, desveló cuál era el papel de Guerra en los Consejos de Ministros. Y la clave, lo que Semprún utilizó para burlarse con más efectividad del entonces vicepresidente del Gobierno, era la bombona de butano.
Guerra, presunto líder del ala más pura del PSOE, tragaba en el Gobierno con todas las medidas económicas liberales. Primero, con Miguel Boyer. Luego, con Carlos Solchaga. En todo eso mandaba Felipe González, a fin de cuentas el presidente. Hay que recordar que en esos Consejos de Ministros no se hablaba mucho de política, había poco debate. Eso no le gustaba a González. Cada ministro presentaba sus medidas y punto.
Guerra no decía nada, pero había un tema que le hacía intervenir. Cuando se subía el precio de la bombona de butano. Entonces, largaba un discurso en el Consejo sobre cómo eso afectaba a la economía de las clases populares y por qué el Gobierno debía pensárselo muy bien antes de tomar una decisión de ese tipo.
Acababa su discurso y tranquilamente Felipe pasaba al siguiente tema. Había dejado que su número dos se desahogara. Todo era postureo, aunque entonces no se conocía esa palabra.
Guerra siempre fue un muy astuto operador político. Y despiadado. La ideología era algo secundario. Todo estaba cubierto de una pátina seudointelectual que los medios de comunicación compraron sin rubor. Teatro, poesía, Mahler. Esas parecían ser las prioridades del número dos del Gobierno. Lo de la política era sólo una carga que debía sobrellevar con desagrado. Asuntos mundanos, inferiores a su categoría personal.
Evidentemente, Jorge Semprún contaba todo esto por el simple placer de la venganza. Un aristócrata de la intelectualidad francesa veía de cerca a un impostor al que no consideraba su igual. Como un ladrón de bancos que conoce a un carterista.
Hace unos días, Carlos Prieto contaba en El Confidencial algunas cosas más sobre Guerra como el gran impostor a partir del libro de Semprún.
Ahora Guerra hace las delicias de la derecha. Siempre fue un jacobino (así le llamaban). Ahora su discurso es indistinguible del PP. Había que ver a las señoras de derechas aplaudiendo extasiadas en la presentación reciente en el Congreso de su último libro, ‘La España en la que creo’.
El único elogio posible a Guerra es el que le incluye en el mundo de la picaresca. 18 años como número 2 del PSOE. Nueve años de vicepresidente. 38 años de diputado. Nunca alguien llegó tan lejos con tan poco y durante tanto tiempo. Otro de los milagros de la Transición.
El martes, se inicia la segunda semana del juicio del procés. Aquí pongo las crónicas que escribí sobre la primera semana, que incluyó las cuestiones previas de las defensas y las acusaciones y la primera jornada en la que comenzaron a declarar los acusados, Oriol Junqueras y Joaquim Forn.
—Un teniente coronel contra ocho abogados defensores: el duelo que asoma en el juicio del procés. En el primer día del juicio del procés, los abogados de la defensa presentan sus reclamaciones sobre la instrucción y avisan de que si no se les escucha, España se llevará una sorpresa en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
—Los fiscales del Supremo se calzan los guantes de pegar. Javier Zaragoza irrumpe en el juicio sacudiendo duro a las defensas, los independentistas, los catedráticos opuestos al delito de rebelión y el tribunal alemán que le dejó sin Puigdemont.
—No es tan fácil interrogar a los políticos, señor fiscal. Oriol Junqueras decide no responder a las preguntas de la fiscalía, realizar un discurso político por la independencia y asumir un alto riesgo en la sentencia.
Esta semana, se ha dado el primer paso para que el presidente de un país con el que EEUU y la UE mantienen excelentes relaciones continúe en el poder hasta 2034, lo que viene a ser una presidencia vitalicia. No es Venezuela, claro. Es Egipto y la noticia no ha causado una gran conmoción porque no es nada sorprendente. El apoyo de Donald Trump y de los gobiernos europeos ha asegurado al régimen egipcio que no habrá ningún problema.
A finales de 2017, el presidente Sisi aseguró que no pensaba ejercer el cargo durante más de dos mandatos, el límite máximo que establece la Constitución. Desde el primer momento, los medios públicos egipcios se afanaron en un permanente culto a la personalidad hacia el general que ejecutó el golpe de Estado que acabó con el Gobierno electo controlado por los Hermanos Musulmanes. Era cuestión de tiempo que cambiara de opinión. Quizá lo tenía previsto desde el principio.
El Parlamento ha iniciado ahora el proceso para que Sisi, de 64 años, pueda volver a presentarse a la reelección en 2022, cuando finalice su segundo mandato. Y una vez más, cuando acabe el tercero. Además, cada uno de ellos se prolonga de cuatro a seis años, con lo que el último acabaría dentro de 15 años.
Otros cambios permitirán al presidente nombrar a los jueces e impedirán que los tribunales puedan bloquear las medidas del Gobierno. Se recuperará la Cámara Alta y una tercera parte de sus miembros será nombrada por el presidente. El Parlamento ya no podrá vetar los nombramientos de los ministros o aprobar una moción de censura contra el Gobierno.
484 de 596 diputados votaron a favor de los cambios. Queda pendiente una segunda votación definitiva que dará paso a un referéndum, cuyo resultado es bastante previsible en un país en el que Sisi obtuvo el 97% de los votos en las últimas elecciones presidenciales.
Los servicios de inteligencia están detrás de todo el proceso que culminó con la votación del Parlamento. «Se han celebrado reuniones diarias en la sede del GIS (la principal agencia de inteligencia) entre altos cargos de los servicios y representantes de la Presidencia para ocuparse de las enmiendas y de la fecha del referéndum en la que se aprobarán», según el medio independiente Mada Masr que citó fuentes que conocen el contenido de esos encuentros. En ellos ha participado Mahmud al-Sisi, hijo del presidente y que tiene un cargo en el GIS, y el jefe de Inteligencia, el general Abás Kamel.
Conviene descartar la idea de que los cambios constitucionales proceden de una decisión libre de los diputados. Algunos de ellos se manifestaron en contra y pagaron las consecuencias. Khaled Youssef fue uno de ellos y tuvo que huir del país –ahora está en Francia– después de que aparecieran en redes sociales y medios progubernamentales vídeos en los que se le veía manteniendo relaciones sexuales con actrices egipcias. Dos de ellas fueron detenidas por sus comentarios en los vídeos y ahora podrían ser acusadas de violar la ley contra las blasfemias.
Haitham al-Hariri es otro diputado que se opuso a la reforma con el argumento de que produciría un régimen «despótico y autoritario». En su caso, se filtró una llamada telefónica a una mujer casada. Un abogado que ha presentado demandas en los tribunales en favor del Gobierno le denunció por acoso sexual. Al-Hariri captó el mensaje y anunció que si los cambios eran aprobados por el Parlamento, serían totalmente democráticos. Problema solucionado.
«El Gobierno ha llevado a cabo una campaña continua contra toda forma de disidencia», ha dicho Human Rights Watch. «Los agentes del Ministerio de Interior han utilizado la tortura, realizado desapariciones y asesinatos selectivos y demolido viviendas en el norte del Sinaí, que han provocado miles de desahucios y víctimas sin provocar ninguna reacción entre los aliados de Egipto».
Todo esto es irrelevante a ojos de los gobiernos europeos. Emmanuel Macron estuvo en El Cairo a finales de enero para reunirse con Sisi y convencerle de que siguiera comprando armamento francés, material militar que está siendo utilizado para acabar con toda forma de disidencia, según un informe de Amnistía Internacional. El proyecto de vender otros cien cazas Rafale parece haber quedado en suspenso, pero eso no depende tanto de Francia o Egipto, como de Arabia Saudí o Emiratos que son quienes financian las compras de armamento por El Cairo.
Los valores de defensa de los derechos humanos son enarbolados por los gobiernos europeos en varias zonas del mundo. No en Egipto.
Un puente entre Venezuela y Colombia por el que nunca ha pasado ningún vehículo es el territorio más importante en el que se enfrentan Nicolás Maduro y Juan Guaidó. El presidente de la Asamblea Nacional lo identificó como uno de los tres accesos fronterizos en la zona de Cúcuta por los que podría llegar la ayuda humanitaria ofrecida por los países que han reconocido a Guaidó como presidente del país. La imagen de tres contenedores bloqueando el puente apareció en las portadas de periódicos y medios digitales de todo el mundo. El Gobierno de EEUU se apresuró a exigir que Caracas «reabriera» el puente, lo que daba a entender que había estado abierto hasta entonces.
Luis Almagro, secretario general de la OEA y ministro uruguayo de Exteriores en el Gobierno de José Mugica, utilizó esa imagen como símbolo del intento de Maduro de «aferrarse al poder sobre el hambre y la enfermedad del pueblo de Venezuela».
La hipotética llegada de alimentos y medicinas se ha convertido en la segunda baza de Guaidó para minar la posición de Maduro, una vez que han fracasado sus llamamientos al Ejército venezolano para que derrocara al presidente. Eso es así porque el desenlace de la crisis no se resolverá en función de lo que diga la Constitución o los apoyos externos de cada bando. La palabra clave es legitimidad y el que la pierda tendrá pocas posibilidades de sobrevivir. Es lo que hace que tus partidarios se queden en sus casas y los del otro se lancen a la calle convencidos de que es ahora o nunca.
Venezuela sufre un terrible hundimiento económico que afecta a la financiación del Estado, suministro de alimentos, el precio de los bienes, la sanidad y la mortalidad infantil, entre otros factores que han originado las peores estadísticas socioeconómicas del país en décadas. Es un hecho incontrovertible que no niega el Gobierno. La moneda nacional no vale nada y el Estado no cuenta con las divisas necesarias para financiar la importación de los productos esenciales.
En las causas de esta catástrofe es donde el Gobierno y la oposición dan razones diferentes. El Gobierno acusa a la oposición y a EEUU de haber entablado una guerra económica contra el país. La oposición le acusa de haber hundido la economía con su política y su gestión de la industria petrolera, cuya producción de crudo se encuentra en la cota más baja desde que Hugo Chávez llegó al poder, con la excepción de la huelga que sufrió PDVSA en 2002 y 2003. Con independencia de todas las declaraciones sobre la Constitución y las elecciones, ese es el punto en el que se dilucida esta crisis.
El énfasis en el puente de Las Tienditas es lo que ocurre cuando una imagen sirve aparentemente para definir todo un conflicto. Antes de que llegara cualquier convoy de ayuda, el Gobierno decidió situar allí los contenedores, además de reforzar la presencia policial en el puesto fronterizo. Desde sectores partidarios del Gobierno, se dijo que el interés prestado al puente era absurdo. Su construcción finalizó en 2016, pero el paso nunca ha llegado a estar en funcionamiento por discrepancias entre los dos gobiernos por la financiación de la obra y la crisis entre ambos países producida en 2015.
Medios de comunicación venezolanos partidarios de la oposición han informado esta semana de que el puente está bloqueado. En realidad, nunca ha estado abierto. Las vallas y los bloques de cemento ya estaban presentes, como demuestra esta foto de 2017. Los contenedores son los que han aparecido ahora.
En los medios partidarios del Gobierno, se destaca que el puente de Las Tienditas nunca ha funcionado y que hay otros accesos que ya se están utilizando para el tránsito de personas y mercancías.
La elección de Las Tienditas no es por casualidad. Los otros accesos están colapsados la mayor parte de los días por miles de personas. Por el puente Simón Bolívar pasan cada día cerca de 35.000 personas. Muchos se han ido de Venezuela para no volver (hay cerca de un millón de venezolanos en Colombia). Otros pasan al otro lado para comprar productos que venden a mayor precio en Venezuela y poder así subsistir. Siempre ha sido una zona de grandes intercambios comerciales entre ambos países, sólo interrumpida por disputas de los dos gobiernos.
A pesar de que el puente está cerrado, el Gobierno colombiano ha instalado en el municipio cercano de Cúcuta un centro de almacenamiento de la ayuda para presionar al Gobierno venezolano. Han aparecido ya camiones enviados por la agencia norteamericana USAID. En el lado colombiano de la frontera, se han reunido manifestantes de la oposición para reclamar la entrada de los camiones.
A comienzos de la semana, Cáritas Venezuela alertó de que el anuncio de esa ayuda estaba creando falsas expectativas que no iban a poder cumplirse y que no debía utilizarse en favor de intereses políticos: «No resuelve los problemas del país. Sólo mitiga los impactos sobre la gente más pobre: riesgo alto de morir y sufrimiento masivo». La crisis económica de Venezuela afecta a millones de personas y tiene dimensiones tan amplias que no puede subsanarse ni siquiera con la llegada de centenares de camiones.
Las prioridades para el Gobierno y la oposición son más inmediatas. La ayuda humanitaria es el factor con el que Guaidó quiere restar legitimidad a Maduro. Para este último, admitir la entrada de esos camiones demostraría que Guaidó ha empezado a tomar decisiones propias de un presidente.
La oposición cree que la situación económica es su principal palanca para forzar la caída de Maduro. Por eso, Guaidó hizo un llamamiento a los militares para que dejen entrar la ayuda que pueda venir: «Todo está listo. Aquí la pregunta es a los funcionarios militares. ¿Soldado, le vas a negar a tu familia la ayuda humanitaria? Yo apelo una vez más a la conciencia de ustedes. Esta ayuda es para salvar vidas».
Guaidó sabe que eso produciría la ruptura de la cadena de mando en el Ejército. Maduro también es consciente de ese peligro: «Con este show de la ayuda humanitaria quieren hacerle ver al mundo que Venezuela no puede. Venezuela no tiene que mendigar a nadie. Venezuela sí puede. Quieren humillar al pueblo de Venezuela», dijo. «Que si están entrando por Cúcuta. Acá en Venezuela no va a entrar nadie, ni un soldado invasor, venga de donde venga ¿o es que no tenemos una fuerza armada con suficiente capacidad para defender a Venezuela?».
Por una vez, se puede decir que el Gobierno y la oposición están de acuerdo en algo. En palabras del dirigente de la oposición Diego Arria: «Creo que si los militares dejan entrar la ayuda, será el fin» (para Maduro). De ahí que un puente por el que nunca ha circulado un camión sea ahora su campo de batalla.
–Hilo en Twitter con varios ejemplos del uso de la pintura para crear efectos especiales en el cine.
Star Wars was painted. Almost impossible to believe that most of the epic widescreen sci-fi images in the first 3 Star Wars films were done by 3 "Matte painting" artists. These are fake sets made with plexiglass and oil paint. Even the 100s of storm troopers were painted. pic.twitter.com/ifP4vtqTd8